Se acabó. Es medianoche y Manuel Llorente sonríe. El presidente del Valencia acaba de cerrar de manera oficial en las oficinas de la Fundación la primera ronda de la ampliación de capital. En caja hay casi 19 millones de euros (el recuento a esa hora no estaba del todo perfilado oscilaba entre 18,5 y 18,7) y de todo ese dinero ni un solo céntimo proviene de Inversiones Dalport. De esa empresa se sigue sin saber nada. Bueno, ni de Dalport ni de Víctor Vicente Bravo -su presidente- ni del otro Vicente, Soriano. Justo lo que preveía el Valencia. Todo ha sido un «bluf» o una «mentira más de Soriano» como dicen algunos consejeros. Hasta ayer tenía Dalport de margen para depositar los 46 millones de euros que le permitirían defender ese 50,3 % accionarial, gracias a que hace casi dos meses agrupó los títulos de Juan Soler, de Vicente Soriano y de Vicente Silla. El Valencia estaba en sus manos hasta este viernes. Ahora, el poderío de Dalport se ha desinflado hasta quedar reducido a la mínima expresión.
Al Valencia aún le queda, no obstante, un importante paquete accionarial (73 millones) por colocar hasta cubrir esos 92 millones de euros en los que se fijó la ampliación pero el camino para Dalport está vetado. El Valencia del futuro -ésa es la intención- va a ser el más repartido desde que en 1992 arrancase su experiencia como Sociedad Anónima Deportiva. La maniobra que el consejo ejecutará hoy mismo es que para la segunda ronda prevista (no habrá tercera), la propia Fundación del Valencia desembarcará para hacerse con todo el sobrante de títulos y ver de qué forma los coloca entre aquellos que se han quedado con las ganas de comprar ahora. La viabilidad de la sociedad estará pues garantizada gracias a esta brutal inyección económica que ha supuesto multiplicar por diez el capital social existente.
A mi desde un principio estos de Dalport no me causan buenas impresiones, ya que creo que era cargarse al Valencia y me alegro que desaparezcan de la orbita del Valencia.
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