PALCO PROSCENIO
NO DIGA GOL, DIGA KEMPES
Con Kempes me ocurre algo parecido a lo de aquella viejecita que estaba confesando sus devaneos y el cura, sorprendido, le dijo: «Pero, hija, de eso hará mucho tiempo, ¿no?». Y ella, sonriente, le respondió: «Sí, claro, claro. ¡Pero es que me gusta recordarlos!»
Hace más de veinte años que colgó las botas y me gusta rememorarlo, vestido de Senyera o de blanco, y evocar los partidos míticos, sus jugadas, sus goles. Pero también su comportamiento fuera del terreno de juego. Su conversación amena y su amistad, porque durante la temporada la temporada 92-93, muchas veces compartimos mesa y mantel siguiendo al Valencia, él en sus inicios como analista, entonces para la cadena SER, siempre al lado del compañero José Luis Chiclana.
Nunca es tarde si la dicha es buena y el homenaje que mañana le tributará Mestalla se hacía esperar. Lo de abril del 93 no fue un homenaje sino una despedida, y en sus años aquí Mario le dio mucho lustre al Valencia. Cuestionado cuando llegó (porque le hicieron debutar apenas bajarse del avión y erró un penalti), no tardó en convertirse en un futbolista mítico, al que añoran incluso quienes no habían nacido cuando con Argentina fue protagonista en Mundial'78 y en con el Valencia en la Copa del 79 y en la Recopa y Supercopa del 80. Mario ha sido el más grande del pasado reciente y aún parece escucharse el eco de aquel «No diga gol, diga Kempes», que tronaba en Mestalla.
'El Matador', como le bautizó el veterano periodista de Radio Rivadavia, José María Muñoz, no sólo proporcionó éxitos deportivos. También dejó dividendos, porque aterrizó del Rosario a cambio de 32 millones de las antiguas pesetas y en el tramo final de su carrera el River ingresó 150 millones en las arcas de Mestalla. ¡Casi na! Goles, espectáculo y dinero. ¿Quién da más? Máxima rentabilidad. Por eso ahora el Valencia quiere reconocer a Kempes de forma oficial, que ya tocaba, ¿no les parece?
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