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miércoles, 28 de diciembre de 2011

Javier Gómez deja de estar en nómina a cambio de un millón de euros


Zanjada la 'operación Bankia', al Valencia le sobraban ejecutivos y Manuel Llorente se puso ayer manos a la obra. Año y medio después de la amortización de Fernando, la tijera regresa al palco para aligerar nómina con la salida de Javier Gómez. No se va con las manos vacías. El vicepresidente tenía un sueldo de en torno a 350.000 euros anuales y un blindaje de tres años, por lo que el despido se traduce en una indemnización próxima al millón de euros. En el otro lado de la balanza, más de una década de dedicación desde que, en abril de 1999, dejó las oposiciones a inspector de Hacienda para enrolarse en el Valencia. La entrevista de trabajo que condujo a este tecnócrata al mundo del fútbol tuvo como examinador al propio Manuel Llorente.
El club anunció ayer la reestructuración de su organigrama a través de un comunicado oficial, y la atribuyó a la consecución de «unos hitos fundamentales en el plan de viabilidad». Esos 'hitos' (la venta de las parcelas) son los que han venido retrasando hasta ahora la salida de Gómez, que según confirmaron todas las partes implicadas se ha efectuado desde la más absoluta cordialidad. Lo demuestra el hecho de que vaya a conservar sus cargos en el consejo de administración, aunque ahora ya sin sueldo. Incluso los protagonistas aseguran que Javier Gómez seguirá en el Valencia «hasta que Llorente quiera».
El vicepresidente fue pieza clave en la intervención de Bankia, ya que inspiró a la entidad financiera la confianza que había dilapidado Vicente Soriano. Su figura, durante muchos años en la sombra, se dimensionó en marzo de 2009, cuando el club retiró los poderes al hasta entonces máximo dirigente y encargó a Gómez, ya como consejero delegado, la elaboración de un plan de viabilidad que desembocó en la ampliación de capital como alternativa al concurso de acreedores.
Javier Gómez tenía por contrato un blindaje de tres años en caso de despido, pero al asumir el rol de Soriano exigió hacerlo extensivo a las hipótesis de que se produjera un cambio accionarial en el club o él sufriera un recorte de sus funciones como ejecutivo. Más responsabilidad, más seguridad.
El día en que Llorente amortizó a Fernando también estaba prevista la salida de Javier Gómez. Así se lo comunicó el presidente al exdirector deportivo. Sin embargo, el revuelo generado y los importantes retos que estaban por venir recomendaron el cambio de planes. O, mejor dicho, la demora de una decisión que ya estaba tomada y consensuada.
Llorente pidió entonces a sus directivos potestad para renegociar el contrato de su mano derecha. Sólo Fernando votó en contra, por entender que el presidente debía pactar con el consejo el nuevo sueldo, y no sólo informar a posteriori del acuerdo firmado.

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