Con el tembleque que se le había metido a Unai en el cuerpo con todo lo que se ha dicho y ocurrido desde que la pifió contra el Mallorca, nada mejor que obtener un resultado como este para que las cosas vuelvan a su cauce. Ganar a un Segunda B no debe reconfortar hasta el éxtasis a un equipo como el Valencia pero era tal la estridencia que se había vuelto en torno al vestuario y sobre todo al entrenador, que cualquier cosa que ocurriera ayer podía tener consecuencias mayores de las que posiblemente tuviera a efectos de la eliminatoria. Respira ahora más tranquilo Emery, acostumbrado ya a estos vaivenes.
Pues bien, el Valencia ganó. Y lo hizo fácil y hasta sobrado se puede decir. No es que lo bordara pero sí tuvo un arrebato de inspiración lo suficientemente hábil y dañino para dejar resueltos estos dieciseisavos de final ante el Logroñés. Mención especial a los dos goles de Aduriz, que supo estar en el momento y lugar adecuados para hacer fácil lo que tantos persiguen y no consiguen.
Salvo catástrofe casi nuclear, el equipo estará en octavos. Ahí se ha entrado por la vía del 4-2-3-1. Ese fue el dibujo que escogió esta vez el entrenador. Y como todo desde el día del Mallorca hay que analizarlo, puestos a observar el once que eligió se encontraron seis variantes respecto al de Liga. Lo más llamativo fue que Guaita se quedó con las ganas de debutar por la continuidad de Moyà, que Dealbert cumplió por ganas y concentración, y que Stankevicius, cuando entró, lo hizo como central y no como lateral.
Pese a la goleada dio la sensación en los primeros instantes del partido de que el Logroñés no le iba a poner las cosas fáciles al Valencia. No es que saliera con mucho descaro pero sí al menos en el arranque los valencianistas sufrieron el empuje y la presión del rival aunque a decir verdad, conforme el reloj fue avanzando, la cosa fue disminuyendo sensiblemente. Unas veces por la sola disposición en el terreno de juego, otras por el desgaste físico y muy pocas por la calidad individual, lo cierto es que los de Emery comenzaron a meter a los riojanos en su campo.
De hecho, en el transcurso de ocho minutos, el Valencia contabilizó hasta cuatro intentos de hacer gol. Primero fue Joaquín con un disparo demasiado centrado con su pierna mala (la izquierda) que atrapó el portero sin problemas; luego una prueba lejana de Chori que el meta desvió a córner; posteriormente una acción por la derecha que terminó en golpeo otra vez de Chori que salió por encima del larguero, y por último una interesante combinación de contragolpe que nació muy atrás con Banega, pasó por Chori, intervino Aduriz y cabeceó inocentemente Mata a las manos del portero.
Ahí se puede decir que acabó toda la batería de sustos generada por los valencianistas que con el amontonamiento de gente rojiblanca, tuvieron más complicado ingeniarse una maniobra que rompiera el guión. La persistencia de Joaquín por la banda derecha quedaba huérfana cuando a la hora de la verdad se llevaba el balón al centro, echándose de menos también algo de actividad por la izquierda.
Que el Valencia estaba jugando cómodo era tan evidente como que no era capaz de dar ninguna estridencia a la monotonía en la que había entrado su juego. Banega estaba pero no aparecía y eso el equipo lo suele acusar bastante. Menos mal que el cuarto de hora del descanso fue esta vez bien aprovechado. Emery no tocó nada de la pizarra pero en apenas cuatro minutos de inspiración la cuestión quedó resuelta. No sólo el partido sino también la eliminatoria.
Todo empezó en un córner al área de Moyà. Cuando jugadores y público local estaban pitándole a Undiano por no pitar penalti por una caída en pleno forcejeo de un rojiblanco, el Valencia metió el turbo. Salió disparado por la izquierda buscando a Chori, el balón salió por la banda y por allí apareció a toda pastilla Jordi Alba que no se lo pensó dos veces y aprovechó la carrera de Mata para sacar en profundidad. El servicio fue genial porque dejó al mundialista en perfecta disposición para hacer lo que le viniera en gana. Mata levantó la cabeza, echó un vistazo al centro y ahí que la puso para que Aduriz la empujara a placer.
Ahí se acabó toda la vida del Logroñés. Se hundió por completo y en plena transfusión, a unos se les desparramó la ilusión y a los valencianistas se les llenaron las venas de confianza y de la pizca de maldad necesaria para evitar sobresaltos. Por eso nadie se sorprendió cuando Mata, haciendo de Aduriz, metió un gol tras pase de Joaquín que el árbitro anuló por un fuera de juego que no lo era. Pero daba igual. No pasó un minuto de eso y otra vez Mata se la puso a Aduriz para que de nuevo sólo tuviera que lucirse y hacer el 0-2. La sociedad entre el mundialista y el vasco fue notable, y quizás por eso y como muestra de agradecimiento por lo conseguido con la selección, a Mata le despidió Las Gaunas con una ovación cuando Emery le retiró.
Fueron momentos de recreo ya para los valencianistas. El Logroñés, fundido, sólo le quedaba aguantar el chaparrón de la forma más digna posible porque sólo con el toque su posición quedaba superada cada vez más fácilmente. De ahí que las oleadas igual llegaban por la derecha o por la izquierda. No era de extrañar que en alguno de esos muchos balones que circularon una y otra vez por el área riojana alguno la enchufara. Fue a Vicente el que le tocó. El valenciano aprovechó un balón rechazado para colocarla con sutileza desde la frontal. Con el 0-3, pocas cosas dudosas del equipo de Emery se pueden decir. Al fin y al cabo, lo importante en esta clase de partidos es superar con la máxima agilidad el trámite. El partido de vuelta se puede convertir en una una hora y media de entrenamiento y de pruebas.
http://valenciacf.lasprovincias.es/noticias/2010-10-28/copa-respiro-unai-20101028.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario