La velada invitaba a la conjura. El emotivo minuto de silencio en recuerdo de Tuzón, roto con rabiosos aplausos, apelaba a la memoria, el compromiso, el escudo, valores que desde la seriedad se encargó de engrandecer el presidente del renacimiento valencianista. Pero la de ayer no era una noche propicia para los homenajes. Ni para el buen fútbol.
El partido nació torcido desde la pizarra. Emery aplicó excesivos cambios, sobre todo en la defensa, donde se cimenta el orden de todo equipo. Con la zaga huérfana de la jerarquía de David Navarro (con el saguntino Ricardo Costa no se muestra tan alocado) y con el debutante Stankevicius desubicado, el Valencia quedó reducido a un manojo de nervios. El Mallorca, dominador en el centro del campo con De Guzmán inmenos, había atado a un Banega perdido en la mediapunta y atacaba con superioridad numérica, abriendo grietas por todos lados. El grotesco penalti decretado por Álvarez Izquierdo sólo adelantó los tiempos de la primera bofetada. Chori Castro puso por delante al Mallorca después de que Webó pifiara un remate franco, dando una patada al aire en vez de conectar la pelota. Castro pateó de forma lamentable, flojo y por el centro, pero a Moyà, que no un chut así, se le coló la pelota entre las piernas. El gol dejó al Valencia más deshilachado todavía de lo que se había presentado ante su hinchada. El equipo, sin ninguna señal de orden, estuvo voluntarioso y buscó la igualada en aventuras aisladas que acabaron en remates con cierta intención de Jordi Alba, muy activo, y Soldado. Ante esa estéril demostración de garra, el Mallorca sólo tenía que seguir aplicando armonía en la presión y el contragolpe para infundir más peligro real.
El segundo gol balear fue otro accidente, que terminó por encrespar a la grada. Chori Castro estuvo más despierto que el resto de sus marcadores para picar de cabeza a la red un rechace de una buena parada de Moyà.
Con el Valencia impreciso en las entregas y lento en las coberturas, se temía la llegada del tercer tanto. Pero en vez de consumarse el desastre, los blanquinegros se metieron en el partido con el inocente penalti de Ratinho (a quien Álvarez Izquierdo perdonó la segunda amarilla) a Vicente. Soldado redujo diferencias y se abría un nuevo encuentro. Quedaba tiempo para remontar pero el Valencia, sobre todo, debía aclarar sus ideas si pretendía salirse con la suya.
A la desesperada
Aduriz y Bruno, que tendrían que haber sido titulares, recompusieron el dibujo valencianista en la segunda mitad. Con dos puntas y muy inspirado por la banda izquierda de Alba y Vicente, el Valencia pasó a ser más incisivo y agresivo. A los dos minutos de la reanudación Pablo, con toda la portería a su disposición, erró un a clara oportunidad. Emery se guardaba la carta de Mata, fresco al descansar en el Camp Nou en la última jornada, pero la lesión de Albelda abortó los planes. Michael Laudrup, en buena lógica, fortificó la defensa con la entrada del central Martí Crespí. El Mallorca ya había demostrado ante el Real Madrid y el Barcelona que se sabe replegar, y dejó languidecer el encuentro.
Los últimos minutos se reservaron para ataques por alto, a la desesperada, todos y cada uno despejados de cabeza por Nunes y Ramis. Muchos espectadores no se esperaron ni al final. No creían en la remontada, intuían con razón que Don Arturo, el mejor de todos sus dirigentes, no iba a ver redondeado su merecido homenaje.
http://www.levante-emv.com/deportes/2010/10/24/partido-tarambana/750445.html
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