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sábado, 31 de octubre de 2015

Peter sí está al loro

A base de bofetones semanales, el míster empieza a entender (de verdad) lo que es Valencia: todo lo contrario a una plaza sencilla. Todavía hay tiempo para corregir el rumbo. Nuno lo sabe. Y Peter, por descontado, también.




La vida y sus derroteros propician situaciones en las que, debido a las adversidades, nuestra imaginación echa a volar y compone escenarios que expliquen el por qué de un desengaño, error, problema o contratiempo de un modo más o menos plausible. “¿Por qué mi novia no contesta al teléfono? Se habrá quedado sin batería”. “¿Por qué no consigo aprobar esta asignatura? El profesor me tiene manía”. Y así sucesivamente. No obstante, y echando mano de la utilísima Navaja de Ockham, en la mayoría de ocasiones la explicación real es la más lógica. Lo normal es que si tu novia no te coge el móvil es que no le apetezca hablar contigo o esté enfadada por algo, al igual que los suspensos que acumulas se deben a que no estudias lo suficiente.
Desde el aterrizaje de Peter Lim y su modelo de gestión en el club, gran parte de la masa social se ha preguntado en ocasiones si el propietario de la mayoría accionarial permanece al tanto de lo que sucede en el día a día de “su” equipo o si, por el contrario, es ajeno a los hechos rutinarios y sólo se pasa por la ciudad para disfrutar de un partido de cuando en cuando. El debate se fue de madre definitivamente el pasado verano cuando, tras una serie de fichajes controvertidos (quizá no en cuanto a los futbolistas, pero sí al precio abonado por ellos), el personal señaló con el dedo a Jorge Mendes y a renglón seguido comenzó a teorizar. “Lim no sabe que Mendes se la está ‘clavando’”, “estoy convencido de que Lim parará los pies a Mendes” o “Lim debería romper lazos con Mendes, le llevará a la ruina” fueron sólo algunas de las frases que sonaron aquellos días en las tertulias a pie de calle.
Como si Lim no supiese dónde está o quiénes son sus compañeros de viaje.
La nueva estructura (¿?) a nivel de contrataciones ha estado meridianamente clara desde el primer día, pese a que ciertas vendas tapasen muchos ojos al principio. Y es una estructura permitida y consentida por el dueño del corral, quien se siente cómodo en un sistema organizativo en el que un ‘business partner’ y amigo íntimo (Mendes) le asesora en materia de fichajes y otro amigo personal (Nuno) es el responsable deportivo a nivel interno. Cuando llegó el momento de posicionarse a principios de verano, lo hizo sin demasiado esfuerzo. El coste fue la pérdida de dos figuras con calado en la masa social, pero a cambio pudo conceder plenos poderes a su gente para reorganizar las parcelas de la forma en que creyesen conveniente. Luego puede venir Alesanco, cualquier ex futbolista o Perico el de los Palotes a ofrecer sus ‘inputs’, que las decisiones (en última instancia) las tomará quien las tiene que tomar: el que pone la pasta.
Peter Lim no es ajeno a lo que sucede a diario en las oficinas del club. Existe un elevado número de enlaces y personas de su confianza directa o indirecta que le hacen llegar lo más importante. No hablamos de un nivel de detallismo hasta el más mínimo tuit o programa radiofónico, pero sí una idea aproximada. Tan aproximada como que en el cuartel general de Meriton en Singapur se clasifica desde hace meses a periodistas valencianos como ‘reliable’ o ‘unreliable’ (fiables o no fiables) en función de si dan masajes a menudo o de si critican al club en exceso. Ya ven ustedes: en esa mentalidad anglosajona tan cacareada también se diferencia entre gente que es o no es ‘de la cuerda’.
Por lo tanto, Peter sabe que la gente anda encabronada con Nuno. Y también que la situación deportiva no es la ideal. Por eso llamó a capítulo a su amigo hace un par de semanas: para escuchar los pertinentes razonamientos de su boca, en persona, mucho más directo que la llamada telefónica ocasional entre ambos. Lim tuvo el privilegio de escuchar las explicaciones de Nuno, esto es, lo que de verdad piensa el técnico. Un lujo al alcance de muy pocos, dado que el entrenador (como él mismo ha reconocido esta semana) ya tiene por costumbre omitir sus valoraciones personales en cualquier comparecencia pública para abrazar sin tapujos un discurso prefabricado ("estamos creciendo"), siempre optimista ("estamos en el camino") y que tiene a los seguidores quemadísimos, especialmente tras batacazos tan sonoros como el del Calderón hace unos días.
Nuno está empezado a pisar suelo. Aseveró en las dos entrevistas concedidas estos días (a las dos cabeceras locales de prensa generalista más importantes, un guiño hacia 'lo de aquí') que el ‘Nuno vete ya’ le “duele mucho” y que considera que su imagen de cara a la afición ha sido vilipendiada en exceso (“no soy el monstruo que han creado”), un argumento que los lectores de DIARIO DE MESTALLA conocen desde hace meses. Lástima que el técnico no quisiese dejar claro ‘quiénes’ fueron los responsables de dicha campaña contra su imagen, aunque tampoco hace falta... Su puntual aparición informativa se produce en un contexto cercano a la ruptura total tras la debacle ante el Atlético de Madrid, con la grada caliente, una situación desagradable en la caseta (con un par de futbolistas poco menos que apartados de facto) y decisiones a nivel de club como la de reforzar la prohibición de acercamiento a los futbolistas en la Ciudad Deportiva de Paterna que inciden todavía más en ese sentimiento de alejamiento del club para con su masa social. A base de bofetones semanales, el míster empieza a entender (de verdad) lo que es Valencia: todo lo contrario a una plaza sencilla. Todavía hay tiempo para corregir el rumbo. Nuno lo sabe. Y Peter, por descontado, también.
¿QUIÉN LLEGA PEOR AL DERBI?
El ritual viene cumpliéndose a rajatabla desde que el Levante ascendiese de nuevo a la máxima categoría en verano de 2010. Esta será la sexta temporada consecutiva en Primera División en la que valencianistas y granotas se vean las caras y, sin embargo, la cultura de derbi se resiste a instaurarse. La enorme diferencia de presupuesto entre ambos equipos lo impide, pero mucho más la ausencia de una tradición asentada en la reiteración que no se ha dado en las últimas décadas: la cultura de derbi no puede sustentarse por sí misma cuando ambas entidades, durante buena parte de sus respectivas historias, han militado en categorías diferentes. No será la opinión más popular, pero aquí no estamos para bailarle el agua a nadie: ojalá este doble enfrentamiento anual pudiese perpetuarse durante una década (o varias) de forma consecutiva. Sería una muy buena señal para ambos clubes y para la ciudad.
Más allá del componente emocional, este tipo de partidos conllevan una previa marcada por la habitual pregunta de quién llega en mejor estado de forma a un choque diferente, en el que entran en juego mil variables más de lo habitual hasta traducirse en resultados sorprendentes como, por ejemplo, la victoria el pasado año de los granotas en Orriols tras un inicio de temporada desastroso. Este año, en cambio, la pregunta adquiere forzosamente un componente negativo. El arranque de campaña en Orriols ha sido tan infame que su inquilino en el banquillo ya ha hecho las maletas. Con Alcaraz, el Levante no iba a ninguna parte; con Rubi, por el contrario, la hoja en blanco se presenta ilusionante y con todavía margen para poder alcanzar la permanencia.
El nuevo estilo granota apenas se adivinará en Mestalla, pero debería ser un motivo de preocupación para un Valencia que tiene poco, muy poco que ganar en este cara a cara... y mucho que perder. Un triunfo local sería lo lógico, lo normal si se comparan plantillas, coste y calidad de los futbolistas de uno y otro equipo. Sin embargo, en los derbis no sólo importa el qué: también importa en gran medida el cómo. Y la hinchada espera un triunfo con solvencia que enjuague el mal sabor de boca con el que ha arrancado el equipo. De nuevo, el césped condicionará el enésimo plebiscito para un técnico que (al menos este fin de semana) ya sabe con certeza que el pescado está vendido de antemano: si su equipo pierde, la bronca será morrocotuda; si gana y su fútbol convence, los reproches llegarán tras el pitido final. “¿¡Por qué no jugasteis así contra el Atlético!?”
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