4,8 kilómetros, 9.45 minutos en coche a velocidad permitida y seis semáforos en rojo separan el irremediable presente del incierto futuro. De la puerta cero de Mestalla a la que será la entrada principal del nuevo estadio hay tan poca distancia que hasta produce sonrojo pensar en la incómoda situación en que por unos y otros se encuentra actualmente el Valencia. Este jueves se vivirá el triste segundo aniversario de la paralización de unas obras que a los aficionados sólo les produce desazón y vergüenza. Por allí desfila, en una de sus rutas y para complacencia de los visitantes a la ciudad, el autobús turístico: «Y a nuestra derecha, el que será el próximo campo del Valencia, parado ahora por falta de dinero».
Es el dinero el gran problema y a la vez la única solución. 150 millones de euros lleva gastados el Valencia y se calcula que para el arranque definitivo con final incluido -para no sufrir un segundo parón- hacen falta no menos de otros 120 millones. Ya ha advertido Manuel Llorente de manera reiterativa que no se tomará ninguna iniciativa al respecto hasta que no se venda el viejo Mestalla. Es la única solución posible, porque la capacidad de endeudamiento del Valencia se ha reducido a la nula expresión. Desde el club se baraja la posibilidad, dicha en voz baja, de que este verano, cuando haya que devolver el préstamo a Bancaja, no quedará otro remedio que permutar terreno por crédito y eso abrirá nuevas vías de financiación. Sólo la tasación puede matizar que la adquisición del campo viejo sea a un precio inferior a esos 240 millones que se adeudan a Bancaja. Eso, o prolongar el préstamo hasta que el viento se acabe llevando la crisis.
Por eso el club no quiere dar ningún otro paso en falso. Lo intentó el año pasado por estas mismas fechas tras sentarse a negociar con la UTE, pero luego no quedó otro remedio que ir enfriando el deseo. Eso sí, Llorente ha conseguido renegociar precios en algunas partidas por la desviación que éstas han sufrido. Algunas, incluso, han supuesto un sobrecoste «del 30% más a lo que inicialmente se había planificado».
Al margen de la inversión que falta por hacer, lo positivo de todo es que en volumen de trabajo, por así decirlo, lo más difícil ya está hecho. La obra proyectada por los arquitectos Javier Iribarren y Mark Fenwick ha avanzado hasta un 60% más o menos del global. Lo más farragoso ya se ha hecho y la siguiente etapa es la de la estructura metálica. La obra, se mire por donde se mire, es descomunal. En el centro, donde estará el terreno de juego, materiales de obra se disponen más o menos alineados. No da la sensación de una huida a toda prisa sino más bien de una retirada organizada. Al fin y al cabo, aún hay vida, aunque mínima, en su interior. Cuatro operarios en dos turnos y un vigilante nocturno se encargan de 'alimentar' al gigante dormido.
Nada en Valencia se puede equiparar el nuevo Mestalla y los números lo demuestran. Por tamaño podría recordar a la nueva Fe, por volumen ocupa el primer puesto en el ranking. Con el hormigón que se ha utilizado ya, por ejemplo, se podrían haber levantado dos mil viviendas, se ha construido entre forjado y hormigón 250.000 metros cuadrados. Se ha excavado la nada despreciable cantidad de 600.000 metros cúbicos, lo que equivale a decir que del corazón de la tierra se ha arrancado casi un millón de toneladas. El trasiego de camiones y operarios del pasado es ahora fruto del recuerdo. Lo que falta por hacer será mucho menos molesto para los vecinos. Será, además, la parte más atractiva: la fachada y la cubierta. En ambos hay que debatir aún hasta dónde se puede estirar la manga pero su coste supone un pellizco para lo que se maneja.
Por ejemplo, discutir si se cubre o no en la totalidad el estadio en una primera acometida puede dar una diferencia de unos seis millones de euros mientras que en la fachada sí es donde se puede llegar hasta donde uno más le apetezca en función de su economía. Pero por lo que respecta al usuario, al que acuda a Mestalla a ver fútbol o a disfrutar de los 14.000 metros cuadrados de la zona de ocio, el nuevo Mestalla va a estar al nivel que se espera. Serán casi 75.000 las localidades proyectadas, 25.000 más de las que actualmente tiene el viejo Mestalla. Así se dio a conocer el 10 de noviembre de 2006, una vez se superaron todos los trámites necesarios que posibilitaron a finales de 2005 la permuta de terrenos con el ayuntamiento. 90.000 metros cuadrados en la Avenida de las Cortes Valencianas tienen parte de culpa de que a Llorente le cueste conciliar el sueño por las noches. Es, provocado por la tremenda deuda heredada, el gran reto que tiene cada día en la mesa de su despacho.
Una actuación necesaria
Porque no hay que olvidar que este estadio, proyectado en su día con una calificación de 'cinco estrellas', supondrá también una nueva e importante vía de ingresos para la entidad. Si hoy se diera el pistoletazo de salida, en seis meses se concluiría la estructura metálica y en algo menos de año y medio (el club no se moja y habla de 20 meses) se podría celebrar allí el primer partido.
De momento, lo único que hay claro y ya se ha iniciado la tramitación al respecto es que hay que renovar los anclajes que recaen a la calle Safor. La obra no supondrá un gasto excesivo (algo más de 100.000 euros) y además es necesaria. Los muros tienen 14 metros de altura y tras dos años es una medida necesaria. Del resto del estadio no hay nada que invite a pensar que con el tiempo transcurrido se puede haber dañado. Al fin y al cabo, el campo se proyectó para que sobreviva más de 200 años si hiciera falta.
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