Dos hachazos en muy poco tiempo, al final de la primera parte y al inicio de la segunda, posibilitaron que el Valencia recuperara la frescura mental y se regalara sensaciones que creía olvidadas: una victoria cómoda y una noche tranquila para su afición, que acabó coreando el juego de su equipo ante un Hércules entregado, bloqueado en su pésima trayectoria lejos del Rico Pérez. En su búsqueda de una personalidad definida —ayer Unai Emery revolucionó el «once» con su versión más ofensiva, con tripleta argentina— el Valencia ha encontrado en el Tino Costa al ideólogo sobre el que proponer su fútbol. El mediocentro argentino sentenció el choque con otro de sus magníficos lanzamientos de falta. Un recurso a explotar de cara a partidos cerrados, como el que anoche enredó el Hércules en su buena primera parte. La victoria confirma la buena racha del Valencia, que todavía depende en exceso de los impulsos que mueven su juego irregular, pero que ya se ha situado a un solo punto de la tercera plaza del Villarreal. La felicidad local fue completa en todos los detalles, como en la ovación con la que todo el estadio saludó el regreso a Mestalla de Rufete y la añoranza de los partidos del mejor Valencia de la historia.
A pesar del buen regusto final, el partido no fue redondo en todas sus fases y el Valencia tardó en carburar, hasta que el partido se rompió con el primer gol. La solución de emergencia en Santander se convirtió en la idea inicial para intentar asediar al Hércules. El centro del campo se pobló de jugadores creativos —Banega, Tino Costa, Domínguez— pero de esa tormenta de ideas no salió un juego trenzado. El Hércules, con la defensa cosida por las bajas, acumuló efectivos en la medular para presionar la salida del balón de un Valencia que había renunciado a las bandas y no podía salir del atolladero. El conjunto blanquinegro carecía de profundidad, a Soldado y Aduriz no les llegaban pases claros y tampoco se aprovechaban las apariciones desde la segunda línea del Tino Costa. Rebasada la media hora, cuando la grada, escéptica con razón con los suyos, mostraba su descontento, el Valencia consiguió por fin crear peligro. Pero lo hizo encomendándose al que es su recurso más fiable, el que más partidos le está salvando esta temporada: la estrategia a balón parado. En el rechace de un córner Topal, el único obrero en una medular repleta de ingenieros, estrelló la pelota en el poste.
Antes de acabar la primera mitad, el Valencia desatascó el encuentro con otro recurso insospechado. David Navarro fue quien dio un largo pase al espacio a la carrera de Soldado. El delantero valenciano centró hacia Aduriz, que controló mal la pelota ante el acoso de su marca, pero acabó rematando a gol de manera acrobática, aprovechando la mala salida de Calatayud. Poco había hecho con anterioridad un Valencia inoperante para adelantarse en el marcador. Espeso en ataque, en defensa había sufrido con algunos amagos de contra de Kiko Femenía y Tote hacia Valdez. De hecho, en la jugada anterior al tanto de Aduriz, el asistente de Teixeira Vitienes castigó al delantero paraguayo del Hércules con un fuera de juego inexistente, cuando se plantaba ante Guaita.
Otro «tinazo» para la colección
En todo caso, el gol animó al Valencia en la segunda parte. Más brioso y lúcido, combinó con acierto y dominó al Hércules, que notó la fatiga por la intensidad defensiva desplegada en la primera parte y, obligado a estirar líneas, ofreció más espacios. Primero avisó Soldado, con un cabezazo a pase de Mathieu que desvió Calatayud. Poco pudo hacer el meta herculano minutos después con el formidable golpeo de falta, desde 25 metros de distancia, del Tino Costa. El zurdazo salvó la barrera y con una rosca endiablada se coló por la escuadra. Otro golazo, como todos los «tinazos» precedentes. Desde Pedja Mijatovic el Valencia no contaba con un pateador (Villa o Baraja funcionaron a rachas) de tanta calidad técnica, que trasladase la premonición de un gol casi seguro.
El 2-0 mató el partido. Por primera vez en muchas semanas no hubo sobresaltos en el desenlace. El Hércules, que ha dilapidado su buenas actuaciones como local con sus pésimos números como visitante, bajó los brazos y el Valencia empezó a gustarse con el balón. Mestalla agradeció con aplausos los destellos que le ofrecía su equipo. Con el resultado encarrilado, el fútbol regaló uno de sus momentos hermosos con la ensordecedora ovación que todo Mestalla tributó a Rufete. Rufo, uno de los callados héroes del equipo de currantes que ganó dos ligas y una Copa de la UEFA, devolvió la gratitud con aplausos. Con un entusiasmo parecido se recibió a Isco, puro talento para el futuro, que contó con minutos de calidad. Todavía quedó tiempo para que Guaita, frío toda la segunda parte, realizara una portentosa estirada para repeler, con la punta de los guantes, una «folha seca» de Fritzler.
http://www.levante-emv.com/deportes/2011/02/07/valencia-recobra-serenidad/780611.html
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