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miércoles, 9 de febrero de 2011

Emery: «No pido al presidente que me dé cariño, pero las personas felices trabajan mejor»


Unai Emery en estado puro. Así se mostró ayer en LAS PROVINCIAS, cuyas instalaciones visitó. El entrenador del Valencia se plantó ante los micrófonos de Punto Radio (92.0 FM) y se manifestó como es: nervioso, espontáneo, sincero, dicharachero, abierto... Se relajó a medida que avanzó la entrevista y fue todo naturalidad. No rehusó ningún tema, planteamiento o crítica, llegando incluso a reconocer el error de invitar a los jugadores a cenar, ante la tentación que supone zambullirse en la penumbra encubridora de la noche y las posteriores consecuencias, como sucedió con Éver Banega.
«La última vez que nos hemos reunido ha sido para comer», puntualizó el técnico y, de inmediato, echó la vista atrás. «De la última cena también he aprendido», confesó. Rebosa entusiasmo ante los acontecimientos que se avecinan: recta final liguera o una eliminatoria de los octavos de final de la Champions, con la que sueña. Asume los errores del equipo y no niega que le gustaría sentirse más respaldado por el presidente, quien sí ha apoyado públicamente a un futbolista (Miguel), algo que no ha hecho con el entrenador en sus horas más bajas. «Tampoco pido que me defienda. No me gustan mucho los elogios. Yo no le pido al presidente que me dé cariño, aunque es verdad que las personas felices trabajan mejor».
Salió a relucir el juego del Valencia, que sigue sin convencer. O para ser más precisos, que sólo convence en momentos puntuales. Sin continuidad. «Es obvio -compartió-, y es una de las mejoras que necesitamos. Pero también es cierto que con las victorias se endulza un poco». Sobre el famoso rombo utilizado ante el Hércules -figura que curiosamente llevaba dibujada en el jersey que vestía-, su explicación se apoyó en el resultadismo. «Procuramos plasmar nuestras cualidades y adaptarnos a las del contrario. Sin ser estéticamente muy bonito, tenemos 44 puntos, dos más que la temporada pasada a estas alturas. No obstante, el estilo y la filosofía del equipo no cambia».
Emery se siente satisfecho con el trabajo que viene realizando. «Procuro, con la gente, hacerlo lo mejor posible. Nos equivocamos y tratamos de reconocerlo para rectificar. Soy de los que busca soluciones, no culpables». Considera «demasiados altos» los elogios que le dedicó Vicente del Bosque en una entrevista concedida a LAS PROVINCIAS y, ante el interrogante de si se le valora más fuera que en Valencia, respondió: «Siempre es así. Y con los futbolistas pasa igual. Se cree que lo de fuera es mejor que lo que tienes. Yo llegué al Valencia sin tener una dilatada carrera, he ido escalando y cumpliendo los objetivos en todos mis equipos».
De vuelta con las críticas que recibe, se mantuvo sereno y no concedió demasiada importancia. «Insisto, me siento respetado. Esto es como la política: existe oposición. Si hay uno a favor, tiene que haber otros en contra». Transmitió la sensación de que le preocupan menos que en su primera etapa en el banquillo de Mestalla. «Quiero ganar, jugar bien y que la gente esté satisfecha. Entiendo las críticas, pero sólo puedo controlar lo que está en mis manos. Selecciono mucho lo que leo y lo que escucho, para quedarme con lo que puede ser válido».
A Unai Emery se le ha reprochado falta de mano dura con los futbolistas. Rechazó el planteamiento y puso como modelo de trato el que utiliza Del Bosque. «Y le está yendo bien». Recordó que los que le ficharon «sabían como era y lo que ellos querían de mí» y que, cuando se desmadra el vestuario, «se corrige buscando siempre lo mejor para el Valencia. Soy de los que tienden la mano para recuperarlos, pero la disciplina está». Disculpó incluso la salida de tono de algunos jugadores «porque están en un proceso de aprendizaje. Son jóvenes, llegaron al fútbol demasiado pronto y algunos no han tenido ni la necesidad de leer un libro. Mi hijo me engaña y me quiere con locura».
Unai, en su tercera temporada al frente del equipo, extrae «más conclusiones positivas que negativas». Dijo que, a pesar de lo que circula en la calle, mantiene «la disciplina del grupo», insistiendo en que es más partidario del buen rollo que de las medidas drásticas «buscando la conexión del grupo». Se siente fuerte en su puesto. «No he perdido ni una pizca de ilusión, ni un ápice. Me levanto todos los días y, como entrenador del Valencia, lo hago con satisfacción y agradecimiento máximos. El día en que pierda la ilusión seré peor entrenador», indicó, para negar acto seguido que, ante un hipotético temor a no ser renovado el 30 de junio, esté buscando su futuro en otro club. «No es así. Vivo el presente. Estoy encantado de ser el entrenador del Valencia y trabajo como si fuera a serlo veinte años más».
Por lo que se refiere al apartado exclusivamente deportivo, Emery fue contundente al manifestar que ha llegado «el momento más importante de la temporada, en la Liga y en la Champions, con una eliminatoria que nos llena de ilusión y nos transmite una sensación de bienestar y esperanza para poder pasarla. Eso sí, con la responsabilidad al nivel más alto».
La ilusión que demuestra Emery ante los octavos de final europeos que su equipo va a disputar frente al Schalke 04 es sencillamente arroladora. «La máxima», apostilló, consciente de que tiene ante sí un reto que lleva muchísimo tiempo esperando afrontar. «Vine a Valencia para jugar la Champions. Es la primera vez que voy a disputar una eliminatoria de octavos, es lo máximo, pues nos estamos codeando con los dieciséis mejores equipos de Europa. Es algo grande», afirma ambicioso y feliz a la vez.

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