De Alemania a Bélgica. Del ya viejo disgusto con el sello del Schalke 04 a un nuevo desafío que tiene al Genk como protagonista en el primer episodio. Anda el Valencia metido ya en faena de las de verdad, de esas que además de prestigio deportivo dan dinero. Llega la Champions, competición reservada sólo para los mejores y que cuenta con suculentos premios en metálico. La supervivencia en Europa se paga, y muy bien. Es como uno de esos programas que meten a sus participantes en una isla para obligarles a un tremendo esfuerzo con el único objetivo de ir superando etapas, cada una de ellas con su recompensa correspondiente.
Al Valencia la última Champions le permitió inyectar nada menos que 24 millones de euros en su presupuesto. Ahí es nada. Casi una quinta parte de lo que ingresa el club en todo el ejercicio y una cantidad muy próxima a lo que cuesta llevarse a un jugador como Mata. Ahora, en esta nueva 'isla de los famosos', sólo por estar donde está a las cuentas que maneja Manuel Llorente les llegan 3,8 millones de euros de recompensa, a los que hay que añadir 550.000 euros por cada partido en esta primera fase.
El gancho añadido viene con los 800.000 euros con los que la UEFA endulza cada victoria, dejando como mal menor los 400.000 euros con los que se cotiza el empate. Al presidente estas cifras le aceleran el pulso. Por eso aprieta las clavijas, porque piensa en los tres millones que se embolsará el club si consigue alcanzar los octavos de final y porque le sentó como un tiro que un equipo como el Schalke le robara la esperanza. Es esa otra perspectiva con la que se mira esa botella de la ilusión de la que tanto ha hablado el presidente durante este verano.
Ayer, en el desplazamiento a Bélgica, se palpó una sensación diferente a la de otros compromisos de calado europeo. Hay respeto hacia el Genk, como repite una y otra vez cansinamente Emery, pero todo el mundo sabe que el Valencia tendrá que hacerlo muy mal para no llevarse la primera alegría. El año pasado se llegó por estas mismas fechas a la cita contra el Bursaspor con muchísimo temor. Ahora no se aprecia esa sensación. La experiencia turca acabó con un resultado mucho más amplio de lo esperado (0-4).
Para que la gente se haga una idea, el Genk, por mucho campeón de Bélgica que sea en la actualidad, no tiene ni un solo jugador que en cualquiera de los posibles duelos individuales pueda superar a los valencianistas. Los mejores que tenía, o se han ido o están lesionados. En la actualidad este equipo ocupa la novena posición en la liga belga (en total hay 16), competición del segundo o tercer escalón europeo.
Pero está claro que tanto la Champions como la Copa son los destinos este año del Valencia. Ya lo dijo abiertamente Braulio. «Que no nos elimine un equipo inferior». Y el Genk lo es. Otra cosa será cuando llegue el Leverkusen y sobre todo el Chelsea. Aquí, en Genk, quieren ganar todos.
Y para conseguirlo, Emery lleva dando vueltas a la alineación. Como siempre, no da pistas y si las desliza luego ya procura dar más vueltas al asunto para dejar a todos en evidencia. Que puede jugar Alves, puede; que puede cambiar de sistema y apostar por un 4-3-3, puede; que puede ser la hora de Parejo, pues puede también... Lo único claro es que, por muchas rotaciones que quiera hacer, cuenta con un factor decisivo en este arranque de competición: Soldado. El delantero es, con diferencia, el mejor argumento ofensivo con que cuenta el Valencia esta noche. Aun así, quién sabe si al final dará la alternativa a Aduriz, condenado precisamente después de aquella cita de Champions contra el Schalke.
Tiene a favor Emery en este sentido que Aduriz es de los que aguantan el dolor en silencio. No acepta ser suplente, porque eso ningún jugador lo digiere bien, pero al menos mantiene la compostura. Se ha traído no obstante Unai a este partido a 20 jugadores, por lo que tendrá que hacer dos descartes, siendo el meta Cristiano y Feghouli los que más posibilidades tienen de ver el partido desde la coqueta grada del estadio Genk Arena.
No se llenará el graderío, pero poco faltará. La verdad es que para que se llene tampoco hace falta una gran movilización humana. El aforo de la Champions se ha reducido a 21.000 plazas, menos de la mitad de las gargantas que habría en Mestalla si la cita fuera de las de ensueño. La presencia del Valencia no despertó el interés habitual que se registra, por ejemplo, en otras citas europeas o en la mayoría de desplazamientos por el territorio español.
Atentos a Miguel
El único interés serio de la jornada fue el que depararon Miguel y su reacción alérgica. Si aguanta la hora y media esta noche ya irá bien servidito. El portugués, como algunos compañeros, acabó contra el Atlético de Madrid echando mano de la reserva. Tener calambres y quedarse sin energía en los minutos finales puede suceder en el tramo final de competición y con una acumulación seria de partidos, pero no a la segunda jornada de Liga y tras quince días de descanso. Por eso Emery, al margen de haber dado un toque de atención al cuerpo técnico, tiene que elegir con cuidado quiénes formarán hoy el primer once europeo. Es posible que únicamente Topal y Pablo repitan en la alineación respecto a la que inició la Champions el año pasado.
Eso sí es, como dicen algunos entendidos, una buena forma de reinventarse. Al Valencia, con un equipo con muchísimas caras nuevas, no le tiene que suponer mucho problema regresar de este partido cargado de puntos. La inocencia del rival, con tan sólo una participación en la Liga de Campeones en su currículo, invita a pensar en ello. Todo lo que no sea una victoria supondría estropear el primer jugoso aperitivo del año... y dar un puntapié a la famosa botella de la ilusión de Llorente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario