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#YoEstoyConelMestalla

lunes, 12 de septiembre de 2011

Resaca





Los signos de envejecimiento no tienen forma de arrugas en el contorno de ojos que te obligan sin remisión a comprarte un carísimo producto cosmético de procedencia francesa. Tampoco que, cuando se acerca tu cumpleaños, pienses que te queda menos por vivir de lo que has vivido. Para mí, el más evidente signo de envejecimiento se da al día siguiente de haber salido una noche de fiesta, cuando entro en un espiral de arrepentimiento y contrición que me dura demasiadas horas, cuando mi cuerpo tarda en recobrar la normalidad mucho más de lo que tardaba hace diez o veinte años.
No sé si alguno de mis lectores ha ido al fútbol bajo los efectos de una resaca de esas que relato en el párrafo anterior. Es una experiencia casi psicotrópica
No sé si alguno de mis lectores ha ido al fútbol bajo los efectos de una resaca de esas que relato en el párrafo anterior. Es una experiencia casi psicotrópica. Las sensaciones que se viven son completamente diferentes a las que se tienen después de semanas de sobriedad. El fútbol, vivencia pasional donde las haya, se percibe de forma muy singular. Yo me exalto con cosas nimias y me resbalan aspectos importantes del juego, me indignan tonterías y me la soplan errores arbitrales de esos que soliviantan a la grada hasta hacerla estallar para llamar burro al colegiado de turno.
El sábado fui a Mestalla después de una larga noche de viernes que se prolongó hasta casi la mañana del día siguiente. La resaca, el dolor de cabeza y la sensación de que lo mejor para que no te persigan los fantasmas nocturnos habría sido quedarse postrado en el salón de mi casa viendo el partido en la retransmisión televisiva me persiguieron durante las dos horas en que estuve en Mestalla. Quizás por eso, nunca tuve la sensación de que el Valencia jugó con fuego durante toda la segunda parte, nunca pensé que un partido que había dominado en el primer periodo se podría escapar por un exceso de negligencia en la parte final del encuentro. No vi penaltis a favor no pitados, ni goles anulados injustamente, pero sí futbolistas exhaustos que lucharon hasta el final por aguantar de forma heroica algo que, en mi cabeza, era un acoso más o menos normal del contrario.
Ayer domingo, cuando la resaca ya había pasado, muchas horas después de que el alcohol se hubiera metabolizado en mi organismo, al pensar en el partido contra el Atlético de Madrid, me di cuenta de que había visto otro encuentro completamente diferente al que vieron los espectadores que estaban en Mestalla o quienes lo siguieron a través de la televisión. Tanto que intenté corroborar una visión inquietante: creí haber visto a Miguel, de nuevo, corriendo por la banda derecha de Mestalla. Claro que igual fue el viernes por la noche y ese recuerdo se confunde con la nebulosa nocturna que me provocó la resaca.


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