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sábado, 19 de marzo de 2011



Desde muy jóvenes, ambos tuvieron claro que deseaban ser entrenadores, a pesar de no haber triunfado como futbolistas. Unai Emery (3-11-1971, Fuenterrabía), aunque de manera efímera, llegó a jugar en Primera División. Gregorio Manzano (11-3-1956, Bailén) ni siquiera fue profesional. Los banquillos, sin embargo, ejercían tal atracción sobre ellos que ninguno se pudo resistir. Cuando las lesiones obligaron al técnico del Valencia a abandonar la práctica activa en el Lorca no dudó en aceptar el reto de convertirse, de la noche a la mañana, en entrenador. Lo de Manzano fue casi masoquismo. Cada día se hacía 700 kilómetros al volante -Bailén-Talavera-Bailén- cuando compaginaba la docencia en un instituto (es profesor y psicólogo) con la dirección del equipo toledano, en Segunda División B.
«Empezó de cero, desde abajo, pasando por todas las categorías inferiores y regionales. Se lo ha currado mucho y tiene un gran mérito», afirma Nando Pons, hasta hace poco director deportivo del Mallorca, quien contrató a Manzano en febrero de 2006, etapa que se prolongó hasta el pasado año, cuando dejó el club balear.
Emery y Manzano, separados por algo más de 15 años, tienen mucho en común. Y no sólo que hace un año el jiennense sonara como firme candidato a relevar al vasco. Al margen de la pasión por el fútbol, son dos exquisitos de la buena mesa. Unai, más amante de la carne. A Gregorio le seduce el buen vino, de ahí que resida en Valladolid cuando no trabaja o durante las vacaciones. Casado y padre de dos hijas, es un tipo austero y, como buen andaluz, gran aficionado taurino. Emery, por su parte, tiene un hijo, Lander, con el que comparte su poco tiempo libre.
Otra de las afinidades de los entrenadores del Valencia y del Sevilla es la psicología, ciencia en la que, obviamente, está mucho más introducido Manzano. Emery devora libros relacionados y de autoayuda que le enriquecen a la hora de dirigirse y convivir con los futbolistas. «Tal vez por sus estudios, Manzano es un entrenador que sabe manejar muy bien un vestuario, es muy hábil», apostilla Nando Pons, quien añade que se trata de «una gran persona, muy comprensible con las necesidades de los clubes. En Mallorca todos los años traspasábamos futbolistas y jamás se quejó. Ahora, en el Sevilla, se ha quedado sin Luis Fabiano y lo mismo».
Son dos técnicos a los que se puede calificar de estudiosos del fútbol. Es su pasión y se convirtió en profesión. Eso sí, lo viven de maneras muy diferentes, opuestas, merced a sus respectivos caracteres. Más tranquilo Manzano. Emery es un puro nervio. Tal vez por ello trata de liberar presiones con el pádel, en los escasos ratos libres de que dispone, pues pasa horas y horas viendo vídeos de partidos, rivales y jugadas de estrategia. Cuando el técnico valencianista puede escuchar música, elige a Loquillo, al que admira y tuvo la oportunidad de conocer personalmente durante una visita del artista a Mestalla.
Otro vínculo los une: la guerra dialéctica con Jose Mourinho, entrenador del Real Madrid. Emery se sintió molesto cuando visitó el Santiago Bernabéu y el portugués se presentó primero en la sala de prensa tras el partido. El técnico valencianista aprovechó las posteriores quejas del madridista sobre los arbitrajes que recibía su equipo y lo llamó llorón. Mourinho, en tono despectivo, preguntó quién era Manzano cuando le interrogaron sobre el técnico del Sevilla. El jiennense dijo más tarde que su colega hacía gala de «poco tacto» con algunos entrenadores españoles.
A la hora de trabajar, Emery y Manzano optan por lo que entienden que conviene más a sus equipos. Mañana es probable que se enfrenten utilizando el mismo dibujo, un 4-4-2 que el andaluz maneja de manera casi innegociable. El joven técnico vasco, durante sus años en la élite, al frente del Valencia, se ha visto condicionado por la presencia de David Silva, un lujo en la media punta, y tuvo que jugar un 4-2-3-1, con otro David, Villa, como estilete ofensivo. En las dos temporadas anteriores, Morientes y Zigic se vieron perjudicados por dicho esquema y relegados a la suplencia en muchos partidos.
Gregorio Manzano apenas ha variado la distribución de los suyos. Tan sólo en contadas ocasiones, cuando lo entendió necesario. Por ejemplo, para hacer frente al Barcelona, ante el que opuso un 4-5-1 para parar a los de Guardiola. En Mestalla mantendrá la fidelidad a su esquema favorito, es decir, dos puntas y aprovechar al máximo las bandas, con Navas y Perotti en ellas.
La actual temporada, sin embargo, no está siendo la que Manzano esperaba. Había depositado grandes ilusiones en la etapa al frente del Sevilla, pero se le torció. Y ha llegado incluso a tener problemas en su relación con Romaric, Zokora o Sergio Sánchez. El técnico anhelaba volver a trabajar en Andalucía, en su tierra, y tras conseguirlo tiene difícil continuar en el Pizjuán. Hasta en esto puede coincidir con Emery el 30 de junio.

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