El Valencia no supo desenvolverse con ventaja en el marcador y es eliminado por un Schalke inferior, pero crecido - El arbitro inclinó la balanza al no pitar un posible penalti sobre Mathieu
Frenazo en seco. El sueño de estar en cuartos se evapora. El Valencia, por falta de oficio, fue eliminado por el voluntarioso Schalke 04. La Liga de Campeones ya es historia. Toca pensar en la del año próximo y cómo conseguirla. Al Valencia sólo le queda la Liga. Y ser terceros es, por necesidades económicas, el objetivo. No queda otra cosa. El golpe, sobre todo anímico, es duro porque la plantilla estaba convencida de lograr la gesta. Algunos jugadores se retiraron del Veltins Arena con lágrimas en los ojos y conscientes de no haber sabido controlar un partido que pronto encarrilaron. Faltó experiencia. Y picardía. Aunque, cierto es, el árbitro influyó en el transcurrir del partido porque, de forma sibilina, siempre benefició al equipo de casa. El Schalke, haciendo honor a sus números, sigue imbatido en casa.
De nada sirve ya hacer números. Los ingresos son los que hay. La aventura acaba con 16,5 millones en la caja. De ellos, habrá que descontar la multa que la Uefa impuso ayer al Valencia por dejar a David Navarro lucir el brazalete con la Senyera y no el que obliga la Uefa, pero ese es el mínimo de los males.
Embotelló de inicio el Schalke al Valencia. Se trataba de intimidar y aprovechar el desconcierto inicial, pero el Valencia anoche tenía, al menos sobre el papel, la lección bien aprendida. Los jugadores sabían que, adueñándose del centro del campo, tenían mucho ganado. Y la consigna, con un esplendido Banega -que aguantó hasta que tuvo gasolina- escoltado por un trabajador Topal, salió. Con paciencia, el Valencia fue abriendo el campo e hizo correr al Schalke detrás del balón. Y, en diecisiete minutos, encarriló el encuentro. Ricardo Costa, en su estadio talismán-aquí ganó una Champions con el Oporto y la Bundesliga con el Wolsburg-, remató un perfecto centro de Topal para desequilibrar la eliminatoria para gozo de los trescientos aficionados del Valencia que, en ese momento, cantaban "¡Que bote Mestalla, que bote Mestalla!", mientras los ruidosos aficionados del Schalke enmudecían. Y, en ese mágico momento, afloraron los nervios y aparecieron los errores. El Valencia, virtualmente clasificado, intentó dormir el partido alargando las posesiones, pero eso siempre tiene un peligro añadido. Y éste llegó. Inconscientemente, el equipo se echó atrás y dejó que el Schalke, con un solvente Sergio Escudero, empezara a pulular por la portería de Guaita. Farfán, en un lanzamiento de falta directo, marcó cuando sólo faltaban cinco minutos para el descanso -Guaita adivinó la trayectoria del balón pero ni rozó el estrellado cuero-. Y vuelta a empezar. Pero en este caso, el resultado no le servia a nadie y obligaba a disputar prórroga. El partido se abrió. Y la suerte, buscada, se alió con el Schalke. En el minuto 55, una enrevesada jugada, le permitió al equipo de Raúl revertir el adverso marcador inicial. Gavranovic marcó y el Veltins Arena rugió. Un infierno. El Valencia, a la desesperada, fue a por el partido. Aduriz, lo tuvo en sus pies, pero tiró el balón a la grada cuando el estadio cantaba el gol.
Emery, sabedor que su equipo estaba eliminado, decidió jugar con dos delanteros y prescindió de Pablo para dar entrada a Soldado. El equipo, en ese momento, estaba "grogui". Con Tino Costa -salió por un fundido Banega-, y con Jonas -reemplazó a Aduriz- el Valencia recuperó algo de frescura y llegada, pero el portentoso Manuel Neuer abortó cada uno de los lanzamientos. Y el árbitro. A falta de cinco minutos para el final, Eriksson no vio penalti en una entrada en el área sobre Mathieu. El banquillo del Valencia saltó en pleno para reclamarle justicia a un árbitro que, de forma sibilina, truncó una parte del sueño del Valencia. La otra parte la tiró el Valencia solito. Desquiciado, hundido y ya fuera de Europa, Farfan fue listo y aprovechó el desconcierto para marcar el tercero. El Schalhe 04, inexpugnable en su estadio, salia victorioso mientras el Valencias se retiraba a los vestuarios desmoronado. Inicialmente, los jugadores se escudaron en el árbitro, pero ya en frío reconocieron que faltó experiencia. Y ambición. De los errores se aprende. El año que viene, más.
De nada sirve ya hacer números. Los ingresos son los que hay. La aventura acaba con 16,5 millones en la caja. De ellos, habrá que descontar la multa que la Uefa impuso ayer al Valencia por dejar a David Navarro lucir el brazalete con la Senyera y no el que obliga la Uefa, pero ese es el mínimo de los males.
Embotelló de inicio el Schalke al Valencia. Se trataba de intimidar y aprovechar el desconcierto inicial, pero el Valencia anoche tenía, al menos sobre el papel, la lección bien aprendida. Los jugadores sabían que, adueñándose del centro del campo, tenían mucho ganado. Y la consigna, con un esplendido Banega -que aguantó hasta que tuvo gasolina- escoltado por un trabajador Topal, salió. Con paciencia, el Valencia fue abriendo el campo e hizo correr al Schalke detrás del balón. Y, en diecisiete minutos, encarriló el encuentro. Ricardo Costa, en su estadio talismán-aquí ganó una Champions con el Oporto y la Bundesliga con el Wolsburg-, remató un perfecto centro de Topal para desequilibrar la eliminatoria para gozo de los trescientos aficionados del Valencia que, en ese momento, cantaban "¡Que bote Mestalla, que bote Mestalla!", mientras los ruidosos aficionados del Schalke enmudecían. Y, en ese mágico momento, afloraron los nervios y aparecieron los errores. El Valencia, virtualmente clasificado, intentó dormir el partido alargando las posesiones, pero eso siempre tiene un peligro añadido. Y éste llegó. Inconscientemente, el equipo se echó atrás y dejó que el Schalke, con un solvente Sergio Escudero, empezara a pulular por la portería de Guaita. Farfán, en un lanzamiento de falta directo, marcó cuando sólo faltaban cinco minutos para el descanso -Guaita adivinó la trayectoria del balón pero ni rozó el estrellado cuero-. Y vuelta a empezar. Pero en este caso, el resultado no le servia a nadie y obligaba a disputar prórroga. El partido se abrió. Y la suerte, buscada, se alió con el Schalke. En el minuto 55, una enrevesada jugada, le permitió al equipo de Raúl revertir el adverso marcador inicial. Gavranovic marcó y el Veltins Arena rugió. Un infierno. El Valencia, a la desesperada, fue a por el partido. Aduriz, lo tuvo en sus pies, pero tiró el balón a la grada cuando el estadio cantaba el gol.
Emery, sabedor que su equipo estaba eliminado, decidió jugar con dos delanteros y prescindió de Pablo para dar entrada a Soldado. El equipo, en ese momento, estaba "grogui". Con Tino Costa -salió por un fundido Banega-, y con Jonas -reemplazó a Aduriz- el Valencia recuperó algo de frescura y llegada, pero el portentoso Manuel Neuer abortó cada uno de los lanzamientos. Y el árbitro. A falta de cinco minutos para el final, Eriksson no vio penalti en una entrada en el área sobre Mathieu. El banquillo del Valencia saltó en pleno para reclamarle justicia a un árbitro que, de forma sibilina, truncó una parte del sueño del Valencia. La otra parte la tiró el Valencia solito. Desquiciado, hundido y ya fuera de Europa, Farfan fue listo y aprovechó el desconcierto para marcar el tercero. El Schalhe 04, inexpugnable en su estadio, salia victorioso mientras el Valencias se retiraba a los vestuarios desmoronado. Inicialmente, los jugadores se escudaron en el árbitro, pero ya en frío reconocieron que faltó experiencia. Y ambición. De los errores se aprende. El año que viene, más.
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