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jueves, 2 de febrero de 2012

El Valencia continúa vivo

Soldado se queja al árbitro por no pitar manos de Pinto fuera del área en una jugada clara de gol.

La final de la Copa del Rey es todavía un objetivo posible. El Valencia acudirá al Camp Nou con esperanzas de pasar la eliminatoria. Le espera, eso sí, un reto mayúsculo, como es derrotar, o empatar con más de un gol, al Barcelona, el mejor equipo del mundo, intratable en su feudo. Anoche cosechó un empate, trabajadísimo, contra un Barcelona al que plantó cara con un gran inicio, refrendado con el gol de Jonas, y que acabó imponiendo su infinita calidad técnica en la segunda mitad. Decisiva fue la sangre fría de Diego Alves, que se agigantó para detenerle un penalti a Messi, el que casi nunca los falla. El desarrollo del encuentro debió haber cambiado con las manos de Pinto fuera del área, con solo 17 minutos transcurridos, y que obviaron González González y su asistente. Era una roja clara que condiciona el resto de la serie.

Mucho respeto se profesaron Valencia y Barça. Primero en las alineaciones, toda una señal. Guardiola, cansado de tropezar con Mathieu y Jordi Alba explotando las carencias defensivas de Dani Alves, situó en el lateral derecho a Puyol. Emery, quién sabe si desconcertado por la jugada —tampoco Xavi salió de inicio—, repensó su «once» el máximo tiempo posible, hasta media hora antes del pitido inicial. La cautela siguió con el partido ya empezado. Los dos rivales continuaron estudiándose, calculando al detalle cada intento, temerosos de forzar errores, aumentando vigilancias. Era un partido que se iba a romper por pequeños detalles, que se atisbaban en la velocísima conducción de Messi o en la recuperación y combinación rápida del trío de mediapuntas del Valencia, bien apoyados por Banega y un Miguel inspirado.

El lance que abrió el partido fue el polémico despeje, con el brazo fuera del área, del meta Pinto, que se lanzó abajo para atajar una escapada en solitario de Soldado. No admitía dudas: falta, tarjeta roja y un encuentro que habría sido irremediablemente distinto. No hubo infracción, pero la acción arengó al equipo, también a la grada, incluso al Barça, que ya contaría con espacios. En un saque de esquina posterior botado por Banega, Soldado empalaba de volea, sin dejarla caer y en un complicado escorzo. Era la primera ocasión clara, la antesala del gol.
A pesar del las precauciones de Guardiola, el tanto vino por la izquierda. En un magnífico control de espaldas y pase posterior, Jordi Alba clavó a Puyol y dejó el terreno abierto para la cabalgada de Mathieu. El francés, un tipo paciente, esperó hasta ver a Jonas, brasileño de sangre fría, entrando desde el punto de penalti, donde remachó a placer, con clase.

El Valencia completaba, con paciencia de orfebre, una primera parte casi perfecta. Pero todo el esfuerzo (y la suerte) de contener el caudal ofensivo del Barça se fue al traste con el tanto del empate. Duele porque vino en la enésima falta de atención en la defensa de entros laterales a balón parado. Un córner en el que Alves dudó en la salida y Víctor Ruiz perdió la marca del mejor cabeceador del campeonato, Puyol. El Barça te puede desbordar de mil maneras, pero nunca te puede sorprender en estrategia, donde se igualan todos los equipos.

Decisivo Diego Alves
En la segunda mitad, el Barcelona agarró el mando, asumió su condición de favorito. Encerró al Valencia y acumuló casi todas las ocasiones. Como la del gol, anulado por un justísimo fuera de juego, de Alexis. La más clara, con el penalti de Miguel, que arrolló a Thiago. Diego Alves, especialista desde los once metros, aguantó la mirada hasta el último instante a Messi y le adivinó la intención. La eliminatoria seguía con vida y Mestalla, sin una butaca libre, rugía. Emery refrescó el partido con cambios ofensivos, con Feghouli, Tino Costa (por Albelda) y Aduriz (formando tándem con Soldado), con tal de enderezar un partido cada vez más azulgrana. Abidal y Dani Alves, con un chut al poste, acechaban al Valencia. Los blanquinegros intentaron la baza del juego directo, pero sin éxito, más allá de dos balones a los que no llegaron por poco Soldado y Aduriz. El resultado, sin ser el deseado, fue el más merecido.

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