El PSV Eindhoven, siguiente rival del Valencia en la Liga Europa, mostrará mucha más resistencia futbolística que la exigida en los dieciseisavos de final por el Stoke City. El equipo de Unai Emery, sin brillantez, certificó ayer su pase a octavos con un partido práctico contra un rival digno, que ofreció el partido anunciado, con su juego primitivo, generoso en el derroche físico, pero poco más. Nada que hiciera peligrar un cruce encarrilado con el 0-1 en el Britannia Stadium. El Valencia se dio el lujo de jugar con fuego en el primer tramo. A falta de vistosidad, el encuentro fue intenso y disputado, bajo la atmósfera festiva que los 3.500 ingleses dieron al envite. Incluso con la contienda acabada siguieron cantando "Delilah", de Tom Jones, su himno oficioso.
El único riesgo que parecía albergar la eliminatoria, más que en el potencial limitado del Stoke, estaba en la posible relajación del Valencia. Salvo en el golpe franco al larguero de Parejo en los primeros minutos, el equipo de Unai Emery bordeó el precipicio durante 25 minutos, con un juego lento, carente de profundidad. Con su alineación, sin sus dos jugadores más creativos, Etherington y Pennant, y un banquillo con solo tres jugadores de campo, los Potters parecían venir a Mestalla de turismo. Sin embargo, contagiados por su hinchada, que ocupó una buena parte del fondo norte, detrás de la meta defendida por Guaita en la primera mitad, y que jaleaba con entusiasmo cada saque de esquina, los visitantes fueron creciendo lentamente. Primero con su manido recurso del saque de banda de Rory Delap, ante el que Guaita volvió a exhibir contundencia en el despeje de puños, llevándose por delante si se preciaba a esa mole que es el central Huth. El Valencia no maniobraba. Emery corregía a gritos las funciones de Parejo, y Jonas bajaba desde la mediapunta para ofrecer algo de ayuda en la creación. En su primera oportunidad de reivindicarse tras la lesión de Banega, Parejo volvió a ofrecer una actuación irregular, con destellos técnicos irregulares y sin llegar a coger nunca el timón del encuentro. El de Coslada salvó sus números con la habilidad demostrada en los lanzamientos de falta, recurso en el que puede ser un futbolista muy aprovechable, aunque todavía insuficiente.
Tal era la empanada que el Stoke llegó a pisar área por el centro y raseando la pelota, un cometido para el que no está sin duda diseñado. Jones se coló entre los centrales y su disparo fue desviado a córner con muchos apuros por Guaita. Era el susto necesario para que el Valencia, y también la grada, reaccionasen. En realidad, bastaba tan poco para tumbar al Stoke que no tardaría en llegar el gol tranquilizador. Ocurrió con una simple jugada de calidad individual, en la que el rehabilitado Pablo, desbordó en velocidad y regate al lateral Collins, entró hasta en la cocina y entregó en bandeja el gol a Jonas, que solo tuvo que empujar. La jugada vino precedida de una caída en el borde del área valencianista de Jerome, que fue muy protestada por Tony Pulis, técnico visitante. Sin ser constante, pero con algo más de dominio, el Valencia pudo remachar el encuentro antes del descanso, con un desplazamiento largo de Topal a la entrada de Bruno por el extremo, que conectó con Aduriz, quien en semifallo cedió la pelota a Piatti, que no llegó por poco.
Con el cruce a octavos despejado, la emoción se trasladó a la grada. La afición inglesa, soberbia e irónica en la animación, picó el orgullo de los valencianistas, que se sentían casi visitantes en su propia casa, y respondieron con rachas intermitentes de rugidos a los que se unió Mestalla. Sobre el terreno de juego, mientras tanto, el control teórico del Valencia tampoco se traducía en llegadas claras a la portería de Sorensen, salvo en aventuras individuales y aisladas. Ese sería probablemente el motivo por el que Emery refrescó el equipo con dos futbolistas que jamás sacian su apetito, como Soldado y Feghouli, que dieron al equipo el aire más agresivo necesario. El partido ganó en tensión, con algunas refriegas entre jugadores (Topal con Jerome, Fuller con Parejo, Jones con Dealbert). El escenario perfecto para que el Valencia contara con ocasiones. El partido moriría en el área del Stoke. Soldado, inasequible pese a su preocupante sequía, se plantó ante Sorensen tras un gran pase de Parejo pero erró en la definición.
El único riesgo que parecía albergar la eliminatoria, más que en el potencial limitado del Stoke, estaba en la posible relajación del Valencia. Salvo en el golpe franco al larguero de Parejo en los primeros minutos, el equipo de Unai Emery bordeó el precipicio durante 25 minutos, con un juego lento, carente de profundidad. Con su alineación, sin sus dos jugadores más creativos, Etherington y Pennant, y un banquillo con solo tres jugadores de campo, los Potters parecían venir a Mestalla de turismo. Sin embargo, contagiados por su hinchada, que ocupó una buena parte del fondo norte, detrás de la meta defendida por Guaita en la primera mitad, y que jaleaba con entusiasmo cada saque de esquina, los visitantes fueron creciendo lentamente. Primero con su manido recurso del saque de banda de Rory Delap, ante el que Guaita volvió a exhibir contundencia en el despeje de puños, llevándose por delante si se preciaba a esa mole que es el central Huth. El Valencia no maniobraba. Emery corregía a gritos las funciones de Parejo, y Jonas bajaba desde la mediapunta para ofrecer algo de ayuda en la creación. En su primera oportunidad de reivindicarse tras la lesión de Banega, Parejo volvió a ofrecer una actuación irregular, con destellos técnicos irregulares y sin llegar a coger nunca el timón del encuentro. El de Coslada salvó sus números con la habilidad demostrada en los lanzamientos de falta, recurso en el que puede ser un futbolista muy aprovechable, aunque todavía insuficiente.
Tal era la empanada que el Stoke llegó a pisar área por el centro y raseando la pelota, un cometido para el que no está sin duda diseñado. Jones se coló entre los centrales y su disparo fue desviado a córner con muchos apuros por Guaita. Era el susto necesario para que el Valencia, y también la grada, reaccionasen. En realidad, bastaba tan poco para tumbar al Stoke que no tardaría en llegar el gol tranquilizador. Ocurrió con una simple jugada de calidad individual, en la que el rehabilitado Pablo, desbordó en velocidad y regate al lateral Collins, entró hasta en la cocina y entregó en bandeja el gol a Jonas, que solo tuvo que empujar. La jugada vino precedida de una caída en el borde del área valencianista de Jerome, que fue muy protestada por Tony Pulis, técnico visitante. Sin ser constante, pero con algo más de dominio, el Valencia pudo remachar el encuentro antes del descanso, con un desplazamiento largo de Topal a la entrada de Bruno por el extremo, que conectó con Aduriz, quien en semifallo cedió la pelota a Piatti, que no llegó por poco.
Con el cruce a octavos despejado, la emoción se trasladó a la grada. La afición inglesa, soberbia e irónica en la animación, picó el orgullo de los valencianistas, que se sentían casi visitantes en su propia casa, y respondieron con rachas intermitentes de rugidos a los que se unió Mestalla. Sobre el terreno de juego, mientras tanto, el control teórico del Valencia tampoco se traducía en llegadas claras a la portería de Sorensen, salvo en aventuras individuales y aisladas. Ese sería probablemente el motivo por el que Emery refrescó el equipo con dos futbolistas que jamás sacian su apetito, como Soldado y Feghouli, que dieron al equipo el aire más agresivo necesario. El partido ganó en tensión, con algunas refriegas entre jugadores (Topal con Jerome, Fuller con Parejo, Jones con Dealbert). El escenario perfecto para que el Valencia contara con ocasiones. El partido moriría en el área del Stoke. Soldado, inasequible pese a su preocupante sequía, se plantó ante Sorensen tras un gran pase de Parejo pero erró en la definición.
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