El Barcelona, con cuatro goles del astro argentino, humilla a un Valencia lamentable, sin recursos e incapaz de competir - Las decisivas paradas de Alves evitan una goleada histórica
VICENT CHILET De no ser por los guantes imantados de Diego Alves, la soberana tunda recibida anoche por el Valencia en el Camp Nou podría haberse convertido en una de las mayores humillaciones de la nonagenaria historia del club de Mestalla. El Valencia fue un equipo indigno, reducido a la figura de triste «sparring», sin recursos, ni personalidad, ni hambre, incapaz de competir. Un equipo pasota. Sus jugadores no parecieron sentirse aludidos conforme la sangría avanzaba y amenazaba con manchar al mismo escudo y dejar cicatriz en la memoria. Los blanquinegros fueron zarandeados abusivamente por la mejor versión del FC Barcelona, capitaneado por el futbolista más brillante del planeta, Lionel Messi, cuyo maradoniano talento se multiplicó sin piedad ante la incomparecencia valencianista. La diferencia lógica entre Real Madrid y Barcelona con el resto no debe agrandarse con rendiciones de antemano, abandonando la batalla sin heridas y con el uniforme limpio.
La coincidencia de situaciones es la que da cuerpo a las teorías. Y la del Barcelona-Valencia ya se recita de memoria. De nuevo, como tantas otras veces, el Valencia sorprendió de inicio al Barcelona, para derrumbarse posteriormente ante el caudal torrencial de fútbol del conjunto de Pep Guardiola, ante el cual el conjunto de Unai Emery fue incapaz de oponer resistencia. El planteamiento de inicio fue, como de costumbre, esperanzador, también efímero. Con una presión adelantada, el Valencia incomodó a los azulgranas y amagaba, siempre con intención, cuando tenía la pelota, con el despliegue por los extremos de Piatti y Feghouli. Los primeros intentos quedaron abortados por fuera de juego, pero en la tercera aproximación, a los ocho minutos, abriría la lata. Feghouli lanzó un centro al punto de penalti donde apareció, rápido y listo, Piatti, que aprovechó la mala salida de Valdés (dejó media portería vacía) para marcar.
Con el gol nada quedaba solucionado. Quedaba una empresa todavía más exigente para este Valencia, como es gestionar una ventaja favorable, jugar con la posible ansiedad de un Barcelona que se veía alejado momentáneamente a trece puntos del liderato, pero no hubo manera de dormir el encuentro. Doce minutos aguantó la resistencia. Los locales tumbaron el juego en la banda derecha valencianista, donde Pedro le ganaba los duelos individuales a Miguel. Por ese flanco llegaría el tanto del empate, en una jugada también tocada de desgracia. Rami interceptó en falso un envío de Pedro, con el que además rebañó el despeje a Víctor Ruiz, que se lanzó abajo. El balón se le quedó muerto a Leo Messi, que no desaprovecharía un regalo tan preciado y batió por bajo a Alves.
A partir de ese instante, el Valencia claudicó, no compareció, entregó el encuentro. Barcelona se desató, con toda su abundante batería argumental y a los cinco minutos Messi marcaba el segundo, remachando una pelota mal blocada por Alves, un meta que llega a todos los balones pero deja siempre segundas opciones. El Valencia, indefenso, se descomponía a gran velocidad, sin capacidad para que Jonas y Soldado aguantaran la pelota arriba y también debilitado, por la lesión de Miguel y las tarjetas prematuras de Albelda y Tino Costa. A sus espaldas, Iniesta y Messi combinaron todas las veces que quisieron, con gula y saña, y cocinaron las llegadas en superioridad numérica de Alexis y Cesc, que contaron con inmejorables ocasiones. Los reflejos de Alves, con brazos y pies, y la colaboración del larguero dejaron el marcador milagrosamente abierto de cara a la segunda mitad. Se había reeditado, casi calcado, el primer acto del encuentro de vuelta de Copa.
El paso por vestuarios no amainó la tormenta. El Barcelona siguió llegando con una insultante facilidad a la portería de Alves, que continuó sacando, docenas de veces, manos salvadoras. En el único momento en el que los «culers» se dieron un respiro, el Valencia reaccionó. Fue un impulso breve y rabioso, resumido en un disparo de Feghouli, rechazado por Víctor Valdés, y una contra en la que Jordi Alba fue agarrado sin castigo. Un susto suficiente para que el Barcelona volviera a la carga, con fuerzas renovadas, y esta vez no iba a perdonar. Alves retardó la llegada del tercero, con otra manopla salvadora que rebotó en el larguero. Vino el tercero, al remachar Messi un disparo de Tello. La Pulga rubricó su poker goleador, al recibir un pase de Busquets y picar por encima de Alves, con todo el tiempo del mundo. Xavi, en otra jugada participada por Messi, redondeó una humillación que se quedó corta, de la que este conformista Valencia todavía puede sentirse afortunado. Una canción ya conocida, y siempre igual amarga. Un día para olvidar.
La coincidencia de situaciones es la que da cuerpo a las teorías. Y la del Barcelona-Valencia ya se recita de memoria. De nuevo, como tantas otras veces, el Valencia sorprendió de inicio al Barcelona, para derrumbarse posteriormente ante el caudal torrencial de fútbol del conjunto de Pep Guardiola, ante el cual el conjunto de Unai Emery fue incapaz de oponer resistencia. El planteamiento de inicio fue, como de costumbre, esperanzador, también efímero. Con una presión adelantada, el Valencia incomodó a los azulgranas y amagaba, siempre con intención, cuando tenía la pelota, con el despliegue por los extremos de Piatti y Feghouli. Los primeros intentos quedaron abortados por fuera de juego, pero en la tercera aproximación, a los ocho minutos, abriría la lata. Feghouli lanzó un centro al punto de penalti donde apareció, rápido y listo, Piatti, que aprovechó la mala salida de Valdés (dejó media portería vacía) para marcar.
Con el gol nada quedaba solucionado. Quedaba una empresa todavía más exigente para este Valencia, como es gestionar una ventaja favorable, jugar con la posible ansiedad de un Barcelona que se veía alejado momentáneamente a trece puntos del liderato, pero no hubo manera de dormir el encuentro. Doce minutos aguantó la resistencia. Los locales tumbaron el juego en la banda derecha valencianista, donde Pedro le ganaba los duelos individuales a Miguel. Por ese flanco llegaría el tanto del empate, en una jugada también tocada de desgracia. Rami interceptó en falso un envío de Pedro, con el que además rebañó el despeje a Víctor Ruiz, que se lanzó abajo. El balón se le quedó muerto a Leo Messi, que no desaprovecharía un regalo tan preciado y batió por bajo a Alves.
A partir de ese instante, el Valencia claudicó, no compareció, entregó el encuentro. Barcelona se desató, con toda su abundante batería argumental y a los cinco minutos Messi marcaba el segundo, remachando una pelota mal blocada por Alves, un meta que llega a todos los balones pero deja siempre segundas opciones. El Valencia, indefenso, se descomponía a gran velocidad, sin capacidad para que Jonas y Soldado aguantaran la pelota arriba y también debilitado, por la lesión de Miguel y las tarjetas prematuras de Albelda y Tino Costa. A sus espaldas, Iniesta y Messi combinaron todas las veces que quisieron, con gula y saña, y cocinaron las llegadas en superioridad numérica de Alexis y Cesc, que contaron con inmejorables ocasiones. Los reflejos de Alves, con brazos y pies, y la colaboración del larguero dejaron el marcador milagrosamente abierto de cara a la segunda mitad. Se había reeditado, casi calcado, el primer acto del encuentro de vuelta de Copa.
El paso por vestuarios no amainó la tormenta. El Barcelona siguió llegando con una insultante facilidad a la portería de Alves, que continuó sacando, docenas de veces, manos salvadoras. En el único momento en el que los «culers» se dieron un respiro, el Valencia reaccionó. Fue un impulso breve y rabioso, resumido en un disparo de Feghouli, rechazado por Víctor Valdés, y una contra en la que Jordi Alba fue agarrado sin castigo. Un susto suficiente para que el Barcelona volviera a la carga, con fuerzas renovadas, y esta vez no iba a perdonar. Alves retardó la llegada del tercero, con otra manopla salvadora que rebotó en el larguero. Vino el tercero, al remachar Messi un disparo de Tello. La Pulga rubricó su poker goleador, al recibir un pase de Busquets y picar por encima de Alves, con todo el tiempo del mundo. Xavi, en otra jugada participada por Messi, redondeó una humillación que se quedó corta, de la que este conformista Valencia todavía puede sentirse afortunado. Una canción ya conocida, y siempre igual amarga. Un día para olvidar.
http://www.levante-emv.com/deportes/2012/02/20/juguete-messi/882898.html
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