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sábado, 29 de octubre de 2011

El héroe que no reino


Hay personas capaces de suscitar emociones en otras, ya sea por si o través de algún tipo de, podríamos definirlo así, en un amplio y abstracto sentido de la palabra, arte. Después podríamos diferenciar si esa emoción suscitada es banal, superflua, profunda, intelectual, primigenia. Las más nobles, y muchas veces las más salvajes, violentas y brutales, son las últimas. Juanín Mata era un futbolista de ésos, sí, que llegan al corazón. Y no hablo de amor ni tampoco en términos sexuales; sino más bien metafísicos, o platónicos, si se quiere. Es difícil explicarlo, más aun con palabras, con lo sencillo que es llegar al entendimiento con un sincero gesto, sin charlatanería ni parodia de por medio. Digamos que Mata conectó con el aficionado che. Afirmemos, aunque sea arriesgado e inadecuado generalizar. Sustentado en sus actuaciones individuales y sobre todo, colectivas, Mata se ganó el beneplácito de la afición valencianista. En esta coyuntura, creo que también debemos tener en cuenta la influencia, el comportamiento, de Mata, fuera del terreno de juego. Porque si por algo se puede caracterizar Mata es por ser un tipo sencillo, amable, sincero, honesto; en definitiva, ejemplar. Demasiado ejemplar, diría yo. Tampoco es que fuera un asceta o un monje -que ejemplos de éstos deshonestos seguro podemos encontrar-, pero sí era un chaval coherente; demostrando un grado de madurez poco usual (o poco publicitado) para un joven, y sobre todo, un futbolista.


El caso es que conectó desde un principio: su procedencia no fue obstáculo sino más bien lo contrario; procedente del filial del Real Madrid, prefirió desarrollar su juego de élite en el Valencia al por entonces galáctico mundial. El proyecto que ofrecía, la capacidad de desarrollar su potencialidad, era claramente superior. El historial y la trayectoria hasta entonces también le avalaban: campeón de Europa sub19 siendo el referente, siempre destacando en las inferiores del equipo de la meseta, también lo logró en el B. A pesar de que los comienzos fueron duros ("vemos un niño dónde necesitamos un hombre"), con el ridículo y contraproducente ostracismo al que le sometió el propagandístico Quique Sánchez Flores, no tardaría en hacerse con un puesto como indiscutible. La destitución de Quique, y la llegada de Ronald Koeman, si bien en otros aspectos fue desastrosa (no es ocasión de conjeturar sobre los motivos, aunque quién más quién menos se los puede imaginar), fue clave y fundamental para la explosión de Juanín, inmediata por otra parte, debido a sus condiciones y cualidades futbolísticas. No podía ser de otra manera.
Desde luego y bajo mi punto de vista, desde la salida de Claudio López, ha sido el futbolista más importante espiritualmente del Valencia, no tanto para el equipo y sí especialmente para los aficionados. Creo que Mata, inconscientemente, y haciendo analogías un tanto imprudentes; era el tipo que hace sentir al individuo que la vida SÍ merece la pena ser vivida, que existe belleza y está al alcance de nuestras manos, aunque claro, una belleza no despótica ni superficial ni soberbia, tampoco la que estamos acostumbrados a ver o imaginar, sino de una índole más profunda, más idealista y utópica si se quiere. He dicho que Mata era la coherencia, pero también la poesía, la poesía más romántica y desarrollada por los sentidos, tal y como la pudo sentir André Breton, por ejemplo. Mata representa la vitalidad, la inteligencia, las condiciones aprovechadas, el trabajo bien hecho; y además la verdadera modestia, la verdadera humildad; y además la ambición, el liderazgo silencioso; y además la discreción; y además la flexibilidad; y además... Mata es un todo en uno, uno de esos ejemplares únicos, especiales, que salen cada cierto tiempo. Uno de esos tipos que son tan fáciles de admirar, que en general, cuentan con pocos admiradores, aunque leales. Mata es ese grupo de música que descubriste tú cuando estaban empezando, que te emocionó como pocos y te sigue emocionado, que creció y fue ganando adeptos y conforme lo hacía, tú te sentías parte de ese crecimiento, de esos pequeños éxitos, hasta convertirse en un grupo de masas. Tenían talento para serlo, intuías que tarde o temprano lo lograrían, pero tu vertiente egoísta se entristece de que tu pequeño secreto ya no sea sólo tuyo, y sientes que se ha banalizado. Ejemplificando; Mata no sería un Coldplay o un U2, pero sí un Interpol o Radiohead. Menos conocido para el gran público, para la gente de la calle, y aún así, con una abundante legión de fanáticos. El misterio, la incertidumbre, se terminó, lo que hace volver de golpe, arrastrando los piños por el suelo, a la realidad: ese mundo de máscaras e imposturas, de bajeza y borreguismo colectivo: "Jamás pude bastarme a mí mismo, y hoy menos que nunca. Es sorprendente, ¿verdad? Los hombres creo yo, fingen sólo no estar solos, porque siempre están solos. Cuando se ve cómo son absorbidos por sus comunidades: ¿o bien son precisamente las uniones, las sociedades, las religiones, los Estados, pruebas de una soledad infinita?" (Helada, de Thomas Bernhard (Alianza))
La realidad.
La realidad es que Mata nos legó cuatro temporadas inmejorables a nivel individual: nos hizo disfrutar; nos ofreció goles, asistencias, esfuerzo, movimientos, combinaciones, gestos, comportamientos, etcétera, etcétera. La realidad es que el poso que deja Mata va mucho más allá del nivel y el rendimiento ofrecido. La realidad es que los valencianistas (entre los cuales me encuentro yo particularmente como valencianista) le echaremos de menos como emblema, ídolo, héroe que no llegó a reinar.
No sé si esto es un panegírico, un tributo, un homenaje, una despedida, un agradecimiento o todo al mismo tiempo.
http://perlasdelfutbol.blogspot.com/

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