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jueves, 28 de mayo de 2015

Tenías que ser tú

ALBERTO SANTAMARÍA. HOY Un único gol, separaba el éxito del fracaso, el cielo del infierno. Entonces emergió de lo que ya empezaban a ser cenizas, cual Ave Fénix, el más listo de la clase...



VALENCIA. 

Ya ha transcurrido una semana y me sigue pasando. Un par de veces al día y sin saber muy bien el porqué, me viene a la mente la acción repetida del gol de Alcácer que suponía el 2-3 para el Valencia en su visita a Almería y la consecuente clasificación para la fase previa de la Liga de Campeones. Las imágenes se repiten en mi cabeza una y otra vez como si lo estuviera viviendo en ese momento, con la gran diferencia que ahora ya conozco el final. Sé que Paquito no va a perdonar ante la salida de Rubén y que el balón acabará en el fondo de la red. Y cuando esto sucede, no soy capaz de evitar esbozar una pequeña sonrisa y pienso...como alguien me esté mirando creerá que estoy un poco loco. Quizá no le falte razón. Pero el grito incontrolado con su gol, el abrazo con los compañeros y amigos, y el respiro de alivio con el pitido final de Hernández Hernández son el reflejo de que, a pesar de la incertidumbre, ha merecido la pena el sufrimiento. Otro debate bien distinto es si era necesario padecer hasta el último segundo de la temporada para conseguir el objetivo marcado, pero como dice el refranero popular español, bien está lo que bien acaba, y tiempo habrá a lo largo de este próximo verano para analizar, debatir sobre todo aquello -que es bastante- en lo que deberá mejorar el equipo para ser, con mayúsculas, un combinado capaz de competir en la Champions contra cualquiera y, por qué no, soñar con optar a los títulos de 2016.

En el estadio de Los Juegos Mediterráneos corría el minuto 79 cuando la cuarta plaza se tambaleaba, la economía del club también y el futuro de muchos jugadores pendía de un hilo. Un único gol, separaba el éxito del fracaso, el cielo del infierno. Entonces emergió de lo que ya empezaban a ser cenizas, cual Ave Fénix, el más listo de la clase, el delantero que nunca desespera y sabe que en cualquier momento el contrario puede fallar. En el nombre del gol y del valencianismo que corre por sus venas, sólo podía ser él. El xiquet de Torrent, que con once años se enrolaba en la cantera de Paterna, devolvía al Valencia al lugar del que nunca tuvo que marcharse. Su diana, unida a aquella noche mágica ante el Basilea, lo encumbra en el Olimpo de los altares blanquinegros. Ya nadie se acuerda de los debates que surgieron -me incluyo entre ellos- acerca de si el aterrizaje de Álvaro Negredo le iba tapar la progresión a un delantero que se había ganado un puesto en el once a base de pundonor y esfuerzo. Les recuerdo que el club apostó por Vinicius para reforzar el ataque tras la marcha de Postiga y Pabón. Poco más que añadir.

Fue precisamente en este mercado de invierno al que hacemos referencia cuando se le dio el pistoletazo de salida a un culebrón, el de Nicolás Otamendi, que esta semana vuelve a estar en boca de todos tras la rajada de su representante. Eugenio López se despacho a gusto y contó su verdad. Que no significa que sea la verdad objetiva, pero que tampoco se aleja mucho de ella. Por primera vez, uno de los implicados en el ‘affaire' reconoció el error sobre su cesión frustrada debido al cupo de extracomunitarios. Cierto es que es un asunto del pasado, pero así ocurrió y como tal hay que transmitirlo. Pero lo realmente doloroso para los oídos de un aficionado que, como usted, tenía en el argentino a su general, es escuchar al agente asegurar, sin pelos en la lengua, que ‘Nico le dijo cara a cara a Salvo que quiere salir". Una aseveración que el presidente ejecutivo no negó y que demuestra que el silencio del defensor durante los últimos tres meses forma parte de una estrategia para no tener que mentir ejerciendo el populismo y, con un micro delante, vanagloriarse de su valencianismo para marcharse pocas semanas más tarde. Como dice Salva Folgado, así son los soldados de fortuna: fríos, profesionales. Un día aquí y mañana allá con otra bandera defendiéndola como si un hubiera un mañana. Y no es culpable por ello.



Otamendi ya salió del Oporto tras un enfrentamiento con su entrenador y ahora, el internacional albiceleste ha forzado la situación con malas formas. Sin estar en Valencia, por boca de su intermediario, con la única intención de forzar su salida lo antes posible y por un precio inferior al de los 50 millones de euros de su cláusula de rescisión. No lo duden, el representante no tiene los 50 kilos. Si los tuviera no habría iniciado esta guerra. Y sólo hace falta mirar hacia atrás para darse cuenta que Salvo es un mal enemigo para tirarle un pulso. Me cuesta creer que abandone Mestalla por una cantidad inferior a la estipulada y si él piensa lo contrario que le pregunte a Soldado o a Mathieu. Aunque no es menos cierto que, entonces la decisión era solo cuestión de Amadeo, pero ahora quien tiene la última palabra es Peter Lim. Y veremos si, como dijo Eugenio López, Jorge Mendes tiene potestad como para que su parecer se imponga al del propio Salvo. Quiero pensar que no va a suceder así, que el presidente ejecutivo habló con el consentimiento del propietario y que éste se encuentra al corriente de todo. La respuesta, nos la dará el tiempo. Tan solo hay que esperar. Esperar también a que ‘Ota' diga que se quiere marchar y cuando lo haga, adiós y gracias por los servicios prestados. Vendrá otro y el Valencia seguirá su camino. Un camino que, por cierto, tiene un muy buena pinta. Con o sin Otamendi.

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