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miércoles, 2 de noviembre de 2011

El coraje salva al Valencia



El equipo de Emery, aturdido con la lesión de Banega, echa mano del orgullo para doblegar al Bayer y seguir con opciones en la Liga de Campeones - Debe ganar al Genk y esperar a que el Chelsea puntúe en Leverkusen para depender de sí mismo en la última jornada

Donde no alcanza el juego, siempre llega el orgullo. Muy herido lo tenía anoche el Valencia cuando se encomendó a él, marchitado con la lesión de Banega, para deshacer un correoso empate contra el Bayer Leverkusen, hacer añicos su leyenda negra contra equipos alemanes y agarrarse al último clavo ardiendo para seguir vivo en la Liga de Campeones. Sin centro del campo, pero con coraje y atento a los pequeños detalles. Con un Mathieu pletórico y un Soldado que nunca se rinde, siempre fiero buscando el remate, el Valencia ganó y vuelve a contar con todas las opciones. Continúa tercero, pero solo un punto por debajo del Bayer, que deberá jugársela (con la diferencia de goles en contra con el Valencia) ante un Chelsea que necesitará ganar para ser primero de grupo, tras empatar ayer contra el Genk. Si el Valencia vence en Mestalla a los belgas y el Chelsea de Juan Mata (un amigo) echa una mano, los blanquinegros llegarían a Londres en la última jornada dependiendo de sí mismos. A pedir de boca, después de estar casi eliminado y con Emery escuchando el «burro, burro» de la grada.
En 11 segundos, menos tiempo del que se requiere para atarse unas zapatillas, el Valencia se adelantó en el marcador y creyó en la posibilidad de una velada plácida, mientras una gran parte de los aficionados todavía buscaba su butaca. Fruto de la presión, la defensa germana retrasó la pelota al meta Leno —héroe del Bayer en el partido de Leverkusen—, que devolvió un botijo en su intento por despejar. El balón cayó a los pies de Jonas, que definió pegado al palo, con una suave rosca. Uno de los goles más rápidos en la historia de la competición.
Al igual que en el encuentro de hace dos semanas, el conjunto de Unai Emery lo tuvo todo de cara para dar la puntilla a un rival inferior desde el punto de vista técnico. Con el alegrón del gol encima, movido por Banega, apoyado por la izquierda por un Feghouli veloz, crecido y siempre desdoblado por Mathieu, el Valencia tuvo acorralado al Bayer durante un cuarto de hora. Los paralelismo con el primer envite continuaron en una ocasión errada por Pablo, que se durmió en el remate tras un gran pase de Soldado. Todo cambió con la lesión de Banega, retirado tras sufrir un traumatismo en la rodilla que acabó doliéndole más al Valencia que al propio mediocentro argentino. Sin la presencia de su ideólogo, en el mejor momento de forma en sus cuatro años en Mestalla, el Valencia quedó desorientado y fue diluyéndose como un azucarillo ante la superioridad física de los alemanes, que llevaron el encuentro al terreno que más les beneficiaba.
El Bayer comenzó a crear peligro y de nuevo Alves, providencial en toda la competición, actuó de cazatorpedero para desviar con milagrosos reflejos cada ocasión de los visitantes. En ese escenario comenzó a agigantarse la figura de Michael Ballack, ocultado tras una máscara para proteger su tabique nasal roto en el último partido. El excapitán de la selección alemana, un talento castigado por las lesiones y con un gafe perdedor en las finales, dirigió cada ataque de los suyos. Primero provocó un penalti, con el que engañó al colegiado Eriksson pero no al asistente de portería. Su siguiente aparición fue crucial. Abrió una brecha por la derecha, a la espalda de un Miguel al que no se le vio en esa jugada ni en los planos de la repetición televisiva. Rami fue a tapar la grieta del lateral lisboeta y la defensa se quedó descolocada. Ballack centró con comodidad y Kiessling, sin dificultades, definió de cabeza y volvieron de sopetón los peores presagios, los recuerdos de cada pesadilla alemana, de Karlsruher, Kahn y San Siro.
El Valencia, desesperado, tardó en gobernar el partido en la segunda mitad. Durante 20 minutos estuvo a expensas de un Bayer con más orden y disciplina, que se asomaba a la contra con mucho peligro. Mestalla, preocupado, abroncó a Emery al retirar a Feghouli por Piatti, al grito de «burro, burro». El técnico prefirió no sustituir a un irregular Pablo, y le salió redonda la criticada jugada. Del extremo de Onda nació el pase al espacio, a la carrera de Mathieu, anoche inmenso, que lanzó un preciso pase al primer palo donde Soldado, con el tacón, marcó y asestó al partido el zarpazo que tanto se necesitaba. El Valencia recuperó la sonrisa, jaleado por su hinchada, y el Bayer, ya sin tantas fuerzas, claudicó. Las pocas dudas quedaron resueltas con el tercer gol con una jugada que ya lleva pinta de ser un clásico, el testarazo de Rami tras un córner. Mestalla despidió con una ovación a su equipo. Reconoce por fin a su Valencia, que ha regresado, bronco y copero.

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