PALCO PROSCENIO
En los próximos días se va a hablar mucho de Jordi Alba. Desde Cataluña ya lo vienen haciendo repetidas veces y ahora, después de su segunda presencia en la roja, a pesar de la decepción del resultado (porque las derrotas siempre escuecen), como el valencianista disputó los noventa minutos para frenar a Walcott y lo hizo con eficacia, seguro que se repiten esos cantos de sirena e, incluso, empiezan a sonar desde otros lugares.
Jordi es de los jugadores que cobran menos de lo que rinde. Tiene contrato con el Valencia hasta 2013 y el club quiere ampliarlo y de paso aumentar la cláusula de rescisión, que asciende a 20 millones. Lógico, por su progresión.
En marzo próximo Jordi cumplirá 23 años, pero es un futbolista que ya hace tiempo que se graduó. Con carita de no haber roto un plato, a la chita callando se ha abierto camino en el concierto futbolístico español. En el verano de 2009 convenció a Unai de que podía estar en el primer equipo, pero no hay que olvidar el apoyo que tuvo del entrenador (al César lo que es del César), que le convenció para que retrasase su posición a la de lateral.
El caso de Jordi tiene más de un espejo en Mestalla. En la edad de cadete fue descartado por el Barça y tras pasar por el Cornellà el Valencia se llevó al juvenil «por cuatro pesetas». Un caso similar al de Silva o Mata, a los que en el Bernabéu también hicieron poco caso. ¡Cuánto Rappel suelto!
Los bajitos, que entonces no estaban de moda, hoy son protagonistas en sus clubes y en el equipo nacional. Estamos hablando de futbolistas que llegaron al Valencia con apenas bagaje y que han sido más que rentables. Prácticamente se formaron aquí y además su posterior salida representó muchos euros.
Por el momento sólo ha habido una aproximación del club y los agentes de Jordi. Un «tenemos que hablar», y aunque queda tiempo por delante, es conveniente mantenerse alerta para evitar lamentaciones (no hace falta decir nombres), porque aquí el que no corre, vuela.
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