«Sé que por parte de la alcaldesa, y nosotros también, estamos haciendo gestiones para que esa infraestructura importante (el futuro estadio) se pueda acabar cuanto antes, de la mano también de Bankia y quizá otra empresa, pero no le puedo decir nada más». Alberto Fabra, presidente de la Generalitat, confirmó así la información publicada ayer por ABC y puso voz a un pensamiento que envuelve desde hace mucho tiempo el gran problema en que se ha convertido el nuevo Mestalla.
Por primera vez un dirigente de esta altura política implica directamente a la máxima institución valenciana y también al Ayuntamiento en una cuestión que está atascada desde febrero de 2009, justo cuando se llenó de telarañas la caja fuerte del club y se le cerró al mismo tiempo el grifo de los créditos. Sin dinero y con 55 millones de euros pendientes de cobro (rebajados en la actualidad a 26), la UTE retiró a todos los obreros hace ya dos años largos.
Si hace menos de un mes se desvelaba el plan por el que Bankia, con la ayuda de diversos inversores principalmente del sector de la construcción, se quedará con la parcela del viejo Mestalla -tasada en su día en 250 millones, justo el crédito que debe devolver el Valencia a Bankia el próximo verano, pero que ahora vale mucho menos-, ayer se dio un paso más y la situación invita a pensar que esta vez sí va en serio.
Los movimientos de Bankia en este sentido llegan después de los intentos infructuosos de los anteriores consejos de colocar la parcela en el mercado, objetivo que implicó la mediación de la empresa Richard Ellis. La agobiante crisis del sector de la construcción echó al traste las cifras deseadas. En su día Vicente Soriano llegó a anunciar la operación por 400 millones y Juan Soler pronosticó 360. Pero finalmente el precio de salida fueron 250 millones y la propuesta más ambiciosa presentada por Richard Ellis, como informó LAS PROVINCIAS, rondaba los 175 millones.
La punta de lanza patrimonial del Valencia es lógicamente Mestalla pero también está la zona de ocio, comercial, hotelera y de oficinas del nuevo estadio. Aunque todavía queda mucho por definir, la hoja de ruta establece como trayecto más probable que Bankia y los inversores que se sumen al plan se queden con el suelo del viejo estadio y también el de uso terciario en la avenida de las Cortes a cambio de una cantidad algo superior a la deuda bancaria, que es de 250 millones.
La trampa actual de la entidad asciende a 371 millones de euros, lo que equivaldría a poner a la sociedad en una situación bastante buena para cumplir de una vez con el proyecto inicial. En el nuevo estadio, los ingresos que generaría el Valencia se dispararían respecto a los actuales. Son 14.000 metros cuadrados de la zona de ocio y 25.000 localidades más que el viejo Mestalla.
No obstante, el Valencia no quiere dar un paso en falso ni mostrar euforia al respecto. Siempre se ha querido dejar claro también que en el momento en que se reactivaran las obras sería porque habría garantías suficientes para no sufrir un nuevo parón por falta de liquidez. Es decir, que si entra un obrero será porque la operación de venta del solar del viejo de Mestalla está ya cerrada.
Objetivo: 2014
Se admite, eso sí, que todo está encauzado y la versión más optimista sitúa la reanudación de las obras a partir de mayo o junio próximo. Es en definitiva el objetivo que se ha propuesto el consejo de administración que preside Manuel Llorente y que tiene dentro dos sábados la junta general de accionistas.
En caso de que antes del verano entraran las máquinas, hay que tener en cuenta que a un buen ritmo de trabajo el nuevo campo de Mestalla podría estar concluido en un plazo que oscilaría entre 18 y 20 meses. Es decir, para primeros de 2014 el Valencia podría estar disfrutando, por fin, de su nuevo estadio, ya que el traslado del equipo sería inmediato, sin esperar a la conclusión de la temporada.
La obra proyectada en su día por los arquitectos Javier Iribarren y Mark Fenwick, tal y como está en la actualidad, se sitúa en un 60% aproximadamente del global. Está hecha ya la parte más difícil y farragosa, sobre todo para los vecinos que han tenido que soportar la brutal extracción de casi un millón de toneladas de tierra.
Hay 150 millones de euros metidos ya en ese gigantesco pedazo de hormigón (de ellos sólo se ha pagado 120)y todavía falta inyectar entre 170 y 180 más para dar por apta para el fútbol una obra que nació con todos los adornos posibles y que el panorama económico ha ido puliendo hasta hacerla más austera.
La contención de Barberá
El jefe del Consell hacía estas declaraciones antes de inaugurar la VII Global China Business Meeting y acto seguido se interrogaba sobre esta cuestión a la alcaldesa de la ciudad, Rita Barberá, quien optaba por un discurso más comedido, dejando claro en un primer momento que es el Valencia quien tiene que resolver su «problema».
No obstante, sí mostró Barberá la predisposición a ayudar «en todo lo que haga falta» y si «hay implicación de empresarios valencianos, mucho mejor». El deseo de la alcaldesa es que el futuro estadio pueda optar como sede de «celebraciones importantes» e incluso dejó clara su colaboración para la reorganización urbanística de las parcelas de la avenida de Aragón que ocupa el actual campo de Mestalla.
Hasta cierto punto se entiende que los políticos se manifiesten con el freno de mano puesto. Tal y como están las arcas públicas, pensar en algo más que un mero respaldo institucional es entrar en un terreno peligroso.
Sólo hay que ver la encuesta que en la primavera pasada realizó la empresa Ikerfel para LAS PROVINCIAS donde se preguntaba la opinión de los ciudadanos ante la remota posibilidad de que Ayuntamiento y Generalitat acabaran poniendo dinero para finalizar la obra. La respuesta fue contundente. Siete de cada diez valencianos rechazaron esta vía de financiación.
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