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viernes, 13 de enero de 2012

«Esta camiseta exige otro orgullo»

REAL SOCIEDAD

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Ridículo. Humillación. Vergüenza. Los calificativos a la debacle copera de la Real en Copa no alcanzan para reflejar la indignación que sufre el realismo y Gipuzkoa entera por la manera en que su equipo regaló al Mallorca el pase a cuartos de final del torneo del KO. Jokin Aperribay apuntó ayer dos nuevos conceptos: desastre y deuda. Cogió el coche, se marchó de buena mañana a Zubieta y en torno a ellos articuló un discurso de diez minutos. El escenario: el vestuario de la primera plantilla. Los destinatarios: los jugadores y el cuerpo técnico.
El presidente del Consejo de Administración tomó el relevo de las reprimendas y ahondó en las tesis defendidas en los días previos por Philippe Montanier y Loren. Lo sucedido en el Iberostar Estadio es inadmisible. La reunión comenzó a las 9.30 horas, justo antes del entrenamiento a puerta cerrada. A Aperribay le acompañaban el secretario del Consejo, Ángel Oyárzun, y el propio director deportivo. También andaban por allí los consejeros del área deportiva, Aitor Díaz de Mendibil y Juan José Arrieta. El mensaje del presidente no admitía réplica.
«Estamos en deuda con la afición. Esto no se puede repetir», les dijo Aperribay, quien se esforzó en hacer hincapié en la importancia de pasar página cuanto antes porque la temporada entra en su fase decisiva y la carrera por la permanencia no espera.
Con gesto contrariado y tono firme pero sin alcanzar el grado de bronca, las palabras del mandatario cayeron como una losa sobre las espaldas de los futbolistas, quienes escuchaban en silencio y con la cabeza baja. Son conscientes del grave error de cálculo que cometieron al dar por sentenciada la eliminatoria tras el gol de Ifrán y la pérdida de credibilidad que ello les ha supuesto tanto interna como externamente. Hoy resulta difícil creer en las opciones de éxito de un equipo que había sabido superar la fase más crítica del ejercicio -ocho jornadas consecutivas sin ganar- y caminaba con paso firme hacia sus objetivos.
Aperribay les recordó que «los partidos hay que afrontarlos para ganar, ser competitivos, luchar al máximo y ganarlos». La falta de profesionalidad y de respeto al fútbol y al rival a las que hizo mención Montanier en la sala de prensa de Son Moix planeaban en el aire. Aquellos reproches no terminaron de convencer en la caseta porque en anteriores fiascos los jugadores sí han defendido la labor del entrenador, aunque quizás si las mismas frases salen de la boca del presidente, máxima autoridad de la Real, sean aceptadas como una invitación a la autocrítica.
Al salir del edificio Gainditu y antes de abandonar las instalaciones de entrenamiento -no sin antes presenciar unos minutos del ensayo a puerta cerrada, instante que recoge la fotografía distribuida por la Real-, Aperribay resumió para la web oficial del club el contenido de su cara a cara con la plantilla. «Quería comentarles cómo se ha vivido el partido en Gipuzkoa, cómo lo ha vivido la afición. La Real Sociedad tiene que dar otra imagen en el campo y no se puede aceptar lo que ocurrió el martes. Es una experiencia para olvidar cuanto antes».
«Debemos que ser realistas»
Prefiere mirar hacia adelante y por eso advirtió de que «estamos a dos puntos del descenso y debemos ser realistas con la situación. Cuanto más tiempo estemos lamentándonos, pensando en lo que teníamos que haber hecho y no hicimos, peor. En las próximas jornadas debemos volver a convencer a la afición de que este equipo puede pelear por otras cosas que estar siempre sufriendo».
El tono de sus palabras refleja el enfado de los responsables del club. «Esto no puede pasar más. Tenemos partidos importantísimos en el futuro inmediato y hay que pagar a la afición por el desastre de Mallorca y demostrar el valor que tiene la Real Sociedad. Llevar esta camiseta exige un orgullo absolutamente diferente al del otro día».
En un intento por recobrar la normalidad a la mayor brevedad posible, Montanier ha decidido cerrar todos los entrenamientos de la semana. La medida, de carácter provisional y precipitada por los trágicos acontecimientos de Palma, se puso en marcha ya desde el día siguiente a la eliminación en Copa. El equipo tenía previsto completar una suave sesión de recuperación en la ciudad deportiva bermellona Antonio Asensio, inocua en circunstancias normales.
Con el fin de preservar la intimidad del vestuario en los momentos más delicados de los últimos tiempos, el míster prohibió el acceso a los enviados especiales guipuzcoanos desplazados a la capital balear.
La medida se hizo extensible al ensayo del jueves, ya de regreso a San Sebastián. El descontento de la afición es tal que Montanier ha preferido retrasar el reencuentro de público y jugadores hasta la próxima semana. Aún se desconoce si la orden de clausurar Zubieta se mantendrá vigente tras el partido de mañana en Mestalla.
No habrá sanciones
El despropósito de Mallorca no tendrá consecuencias en forma de castigo a los jugadores. Era más una petición popular que una posibilidad real, ya que las sanciones económicas se reservan a casos de indisciplina o incumplimiento del régimen interno del club. Hay multas por retrasos, incomparecencias, comportamientos no ejemplares dentro o fuera de los terrenos de juego -este mismo Consejo ha impuesto alguna-, pero no por perder partidos o eliminatorias, por muy sangrante que sea el contexto.
La plantilla tampoco se ha planteado de momento compensar de algún modo a los aficionados. Hace unos años, cuando el GBC cayó de manera sonrojante en Valladolid, los jugadores pidieron perdón no sólo de palabra: se rascaron el bolsillo para pagar el desplazamiento a sus seguidores.
Preguntado ayer por esta hipótesis, Gorka Elustondo confesó que «todavía no hemos tenido ni tiempo de hablar entre nosotros. Estamos centrados en preparar la visita a Valencia y creemos que el mejor regalo sería ganar en Mestalla. La Copa era una competición ilusionante para Gipuzkoa y estamos más dolidos que nadie por lo ocurrido».

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