Un dato revelador ilustra el lamentable partido, el peor de largo en todo el curso, que el Valencia perpetró anoche en Mestalla contra la Real Sociedad: solo hubo una tarjeta, a un revolucionado Jordi Alba en la primera acción tras salir de revulsivo. El resto fue una irritante demostración de previsibilidad de un equipo plano y sin alma, con demasiadas novedades de inicio y acomodado en las nulas consecuencias clasificatorias de su derrota. Real Madrid y Barcelona son inalcanzables y por detrás nadie aprieta. Con la ausencia de Albelda y Soldado, los únicos futbolistas que gritan, riñen, ponen firmes y dan identidad a un conjunto rejuvenecido y sin referentes de liderazgo definidos, el Valencia se paseó al ralentí y reanimó a una Real Sociedad que acudía a Mestalla tocada de muerte. El público que tuvo los arrestos de aguantar hasta el final despidió a los de Unai Emery con bronca y pañolada. La megafonía del estadio, como marca la costumbre, contraatacó con el volumen a todo trapo.
Pese a los numerosos cambios y por encima de todo la ausencia de la referencia goleadora de Soldado, Emery no quería que el equipo cambiase su estilo de juego. De ello dependía el papel que desempeñase Dani Parejo. Se fracasó en el intento. Al mediapunta, situado en la teórica posición de Jonas, se le vio con más intenciones que sangre. No acaba de cuajar. Se movió y se asoció más de acuerdo con un 4-3-3. Sin la profundidad que el brasileño explota para conectar con espacios al desmarque de Soldado, Parejo apoyó a Banega en la creación y abrió el juego a los extremos, desde donde se cocinaron varios centros en dirección a Aduriz. El delantero vasco, muy motivado tras romper su sequía anotadora en el Madrigal la pasada jornada, pudo adelantar al Valencia en dos ocasiones, en sendos cabezazos tras saques de esquina botados por Banega y Parejo. En el primero, se adelantó al primer palo y cabeceó de plancha, blocando con seguridad Bravo. En la segunda, ganó por alto a su par y el remate se estrelló en el larguero, con el meta batido.
Esas dos oportunidades, a balón parado, no sacaban al encuentro de un ritmo lento. El Valencia dominaba, pero la Real Sociedad agradecía las pausadas pulsaciones que los locales daban a su fútbol previsible. Ese sopor contagiaba a una grada más silenciosa de lo habitual, hasta que Pablo, en un minuto, sacudió el tedio con una doble oportunidad, en la que sacó a relucir su talento anárquico. El extremo castellonense se sacó un trallazo desde fuera del área después de una dejada de cabeza de Aduriz, en funciones de pivote, que obligó a Bravo a realizar una buena estirada. En la siguiente oportunidad, pocos segundos después, chutó desviado.
Poco más ofrecía el Valencia, al que le anularon correctamente un gol por fuera de juego de Feghouli. El argelino estuvo igual de bullicioso que siempre, pero sin tanto desequilibrio y resbalándose constantemente por una errónea elección de tacos. La Real Sociedad parecía al inicio todavía aturdida por el desastre copero de Mallorca —donde encajó cuatro goles en 7 minutos—. Ni Xabi Prieto ni Griezmann. Tardó media hora en salir de su campo, pero acabó por animarse en los últimos minutos del primer acto, merodeando el área de Alves en acciones que, por la falta de contundencia de Topal y la zaga, levantó el murmullo de reprobación de la grada, a la que se le acababa la paciencia. Mestalla despidió al equipo al descanso con una pitada.
Con disparos tras acciones individuales de Pablo y Feghouli se iniciaba la segunda parte. Emery sacó a Jordi Alba, para revolucionar con su nervio un partido dormido. El Valencia recibió el castigo a su falta de apetito con el gol de Griezmann. Afortunado y probablemente ilegal. El extremo vasco-francés de la Real recortó en diagonal, como una flecha, directo a la portería de Alves. Se marchó con una pasmosa facilidad de Topal, que no le siguió la carrera. Griezmann armó el chut y acudió a tapar Rami. El rechace del disparo acabó de nuevo en los pies del atacante realista, favorecido por un rechace en su rodilla y en su brazo izquierdo. Volvió a disparar y, para colmo, el balón salió mordido de vaselina al dar con la bota de Rami, descolocando a Alves. Tardó mucho en reaccionar el Valencia, igual de vacilante. Ni con el tanto en contra se vio una reacción furiosa, aunque fuera a base de orgullo, el argumento al que se recurre cuando no se tiene nada.
Emery buscó algo de clarividencia con la entrada de Jonas por un Parejo desaparecido en combate y silbado por el público. El siguiente movimiento para poblar de caras titulares el «once» era la entrada de Tino Costa por el nulo Topal, pero la lesión de Feghouli alteró los planes. El técnico, ante el enfado ostensible de Tino Costa, se la jugó con una carta arriesgada con Paco Alcácer. A sus 18 años, al delantero torrentino se le augura un futuro inmenso, pero el momento quizá no era el más oportuno, con un equipo deslavazado y tras no haber entrado en las convocatorias en todo el curso. Era como pedirle un milagro a un partido sin solución. Sin orden alguno, el Valencia lo intentó acumulando efectivos, con Rami imitando al Alexanco del Barça de Cruyff, pero no hubo manera de dignificar el partido más lamentable de la temporada. Si se sale con la misma conformista actitud contra el Levante UD, los azulgranas tendrán un pie en las semifinales de la Copa del Rey.
http://www.levante-emv.com/deportes/2012/01/15/pajara-mestalla-0-1/872722.html
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