La piel del choto

Recuerdo que pocos días antes de que el Valencia le ganara al Levante en Orriols dije que en contra de los granotas estaba la certeza de que no podrían sorprender al Valencia por intensidad. Dije que ya a esas alturas se sabía demasiado que aquel conjunto de honrados gladiadores era un ejemplo de garra y pundonor, que aquel Levante sentía que le iba la vida en todas y cada una de las pequeñas batallas individuales que se libran en un partido de fútbol y que sus jugadores sabían perfectamente que sólo ganando cada batalla individual podían optar a ganar la gran batalla colectiva, que no es otra que el partido primero y la permanencia después. A ello se le sumaba la convicción de que los jugadores del Levante, arropados y obligados por sus aficionados, percibieron que por fin había llegado el momento en que merecía la pena morir por un partido de fútbol. Y no hay más que contar la cantidad de libros que se editan narrando las centenarias gestas levantinistas para constatar que, desde la desdicha del sufrido incansable, los azulgrana se han forjado una épica de inspiración británica —y esto no es una crítica, es una impresión personal— que les llevó a pensar que no había mayor premio que cazar la piel del choto ese día; si no era ese día, probablemente no sería jamás. De ahí que, como dijo el propio Ballesteros —¡todo un símbolo!— en zona mixta, al Levante le sobró excitación y le faltó agresividad futbolística. Ha pasado el tiempo y además, en contra del Levante, se suma la sensación —o constatación— de que el equipo ha perdido fuelle. Ahora, a la dolorosa baja de Juanlu —algo más que goles y garra— se suma la salida de Nano, la lesión de Valdo y la maltrecha rodilla del simpático y futbolísticamente peligroso Koné—todo un francotirador que se encuentra en su salsa si está solo en el ataque—. Si me columpio, que me lo reprochen que será lo justo, pero la eliminatoria depende del Valencia.

http://www.superdeporte.es/opiniones/2012/01/18/piel-choto/150837.html