El pasado viernes el Valencia y el valencianismo vivieron, sin duda, la noche más completa tras 28 jornadas de Liga.
En el estadio Martínez Valero los hombres de Nuno Espírito Santo dieron un auténtico recital de fútbol como hacía tiempo que no recordaba la parroquia blanquinegra. Cuatro goles como cuatro soles que se quedaron cortos al comprobar las múltiples ocasiones de las que dispusieron los del Cap i Casal. Un encuentro que nos dejó una ristra de imágenes que evidencian las virtudes de un equipo que en apenas ocho meses ha pasado de deambular sin pena ni gloria por la zona media de la tabla a ser protagonista de los puestos privilegiados de la clasificación.
0-1. La piña en la celebración. Ese instante con el que nos deleita esta plantilla cada vez que logra batir la portería contraria y así adquiere ventaja en el marcador. Es el gesto que ejemplifica la unión del vestuario. La importancia que tienen todos y cada uno de los jugadores sin excepción. Unidos son más fuertes. Juntos es más fácil. Frases hechas, lemas que no sirven de nada si no se llevan a la práctica. Pero el Valencia cuenta con alumnos aventajados. Como quedó de manifiesto en la acción que abrió el marcador. Una combinación en la que participaron hasta cinco futbolistas de manera directa Gayà, Alcácer, Piatti, Feghouli y el autor del tanto, Andre Gomes. Casi la mitad del bloque. Queda dicho.
0-2. El abrazo de los killers. Y su ausencia de egos, al menos a primera vista. En un grupo de deportistas de élite es complicado que esto suceda. A pesar de ello, la séptima diana de Paco Alcácer en la competición de la regularidad se transformó en un apretón más que significativo. El que le regaló el delantero de Torrent a Álvaro Negredo dedicándole el gol. Sí, al vallecano, a su competencia directa. A aquel con el que pelea en cada entrenamiento por un sitio en el once inicial. Pero nada de eso tiene valor para ellos. Ambos han congeniado tanto dentro como fuera del campo. Cuando coinciden sobre el césped –pocas veces- se buscan y se encuentran. Forman una pareja de muchos quilates que va más allá del rendimiento a corto plazo. Los dos saben que el otro es necesario, que entre ellos tienen la responsabilidad de ser los estiletes del Valencia. Y cuando uno la enchufa, el del banquillo lo celebra como si él mismo hubiese marcado.
0-3. El debut. Una cosa es hablar de cantera y otra bien distinta, apostar por ella. En tierras ilicitanas el joven Carlos Carbonell ‘Tropi’ convirtió su sueño en realidad. El centrocampista del filial debutó con el primer equipo e inició la acción que a la postre acabaría en el corner del gol de Otamendi. Y sí, es cierto, que su contacto con el césped fue casi testimonial, tan solo cuatro minutos, pero no los olvidará jamás. Su rostro al finalizar el duelo hablaba por sí mismo. Era el fiel reflejo de la felicidad. Nuno había hecho posible que tantos años de sacrificio en la Ciudad Deportiva de Paterna obtuvieran su merecido premio. Y no solo eso. Con esta oportunidad, el técnico portugués manda un mensaje a los chavales de la Academia: en el nuevo Valencia, si te lo curras, tendrás tu momento.
0-4. A sus órdenes, Otamendi. Es la imagen de la temporada. La instantánea de Lázaro De la Peña –fotógrafo oficial del club- es una obra de arte. Desde que concluyó el choque es uno de los retratos que más han virado a través de las redes sociales. Seguro que saben cuál es: el que aparece el central argentino haciendo el saludo militar y que tan bien resume el resurgir blanquinegro. En ella La Bestia mira al horizonte en busca de una meta que el valencianismo parecía tener olvidada. En el horizonte de Nico, como en el de usted o en el mío, el sueño de seguir rompiendo barreras. Siempre con paso firme, sólido y seguro: virtudes del renacer del conjunto de Mestalla personificadas en la figura de un defensa llamado, con el permiso del United, a marcar una época. ¿Cómo el Valencia?
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