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sábado, 10 de marzo de 2012

¿Está el Valencia CF en buenas manos?

Presumía Vladimir Putin hace un par de noches, en una Plaza Roja repleta hasta la bandera de incondicionales seguidores, de haber arrasado en las elecciones presidenciales rusas sin recurso a trampa alguna. Cuando su jefe de prensa le pasó un recorte de un periódico americano en el que se recogía que en un colegio electoral de Chechenia su candidatura había obtenido más votos que electores inscritos en el mismo, Putin sonrió. Nadie como él sabe lo fácil que es ganar cuando uno domina los resortes del poder.

Lejos de Rusia, pero con un régimen igualmente presidencialista —sólo se diferencia del ruso en que en este también habla el jefe de prensa—, transita el Valencia Club de Fútbol, inmerso en una curiosa encrucijada. Parece que definitivamente desterrada ya entre sus hinchas la falacia de que su rendimiento deportivo se mueve «dentro de los objetivos marcados», suele el aficionado aferrarse a la parcela económica para defender la gestión de Manuel Llorente al frente del club. Echa mano, para ello, de los tenebrosos precedentes y, sobre todo, de lo que se transmite desde las oficinas del club —un poco al estilo Putin—. Pero, ¿es ello suficiente para estar, de verdad, tranquilo? ¿O expedientes cuanto menos curiosos como la venta de la famosa parcela R1 revelan que hay detalles oscuros que necesitan aclaración?

Sería de necios no reconocer una mejora en la gestión del club si la comparamos con los desmanes perpetrados por la pareja Soler-Soriano. Ello, sin embargo, tiene un mérito escaso. Tomar como punto de referencia a los dos peores presidentes que ha conocido el VCF y, probablemente, club alguno en el mundo, puede ayudar a inflar el ego, pero poco más. Fiarse, a pies juntillas, de lo que transmite el club en cuanto a su situación económica tampoco parece la mejor de las opciones ¿Se nos ha olvidado acaso la tournée de radios y periódicos nacionales que en su día se marcó Vicente Soriano para defender su «nuevo modelo de gestión», que iba a situar al Valencia a la vanguardia de Europa? Bien es cierto que todo se vino abajo cuando llegó un mes de febrero y no pudo ni pagar las nóminas —situación a la que todavía no se ha llegado—, pero nadie le quita el baño de masas y los halagos infinitos que recibió quien parecía el Bill Gates de Puçol.

Está todavía por venir al mundo, así, el presidente de un club que no califique su gestión económica como ejemplar. Las deudas, los pufos, los expolios son siempre cosas de los antecesores. ¡Si ni siquiera Soler reconoce haber dejado al club en la ruina! Ramón Calderón o Joan Laporta vociferan y amenazan con acciones judiciales cuando sus sucesores aseguran que los números de los clubes que presidieron están manipulados y son las deudas mucho más serias de lo declarado. De todos es conocida la credibilidad de los informes de las empresas de auditoría que se presentan en las juntas de accionistas. Informes como esos, sin ir más lejos, situaban a los bancos y cajas valencianos entre los más saneados de Europa, por no decir del mundo hasta hace cuatro días. Quien manda, en definitiva, presenta los números cuando y como le viene en gana y no es hasta que llega el siguiente que se conoce solo parte de la verdad. La otra parte, la de las comisiones para hijos, sobrinos, tíos y abuelas nunca se cuenta, porque todos forman parte de la omertà que va en el carné de presidente.

La gestión
Así las cosas, ante un Mestalla en mínimos históricos de ocupación, eliminados de la posibilidad de cualquier cosa en los últimos tres años y con un grado de conexión equipo-aficionado sumamente debilitado, Llorente sigue esgrimiendo la economía como ariete inatacable de su gestión. Y sí, hay que reconocer que va pagando las nóminas y ha refinanciado —insisto, refinanciado— la deuda. ¡Ah! También asegura haber vendido las parcelas. De hecho, se dijo cuando se presentó, atropelladamente, el acuerdo con Bankia que con la operación se iba a finiquitar toda la deuda del club. Todo ello muy loable, pero sujeto a sutiles matizaciones.

Sanear tu empresa a base de deshacerte de sus mejores activos tiene un mérito digamos que relativo. La gestión de Llorente se ha basado en vender a sus mejores futbolistas —en buenas condiciones para el Valencia, todo hay que decirlo— y comprar otros de bastante menos calidad que, en la mayor parte de ocasiones, no han dado el rendimiento adecuado. Así, cualquiera rebaja la deuda. Esa declarada —contra facta non valent argumenta— falta de ambición deportiva, refrendada por la renovación de un entrenador tan conformista como su presidente y los fichajes realizados sirvieron, a su vez, para tranquilizar a los mandamases de Bankia, que viajan ya a Valencia seguros de que no van a tener sobresaltos… y dispuestos a firmar la famosa adquisición de las parcelas.

Ya ayer pudimos leer aquí, en la pluma de J. Ríos-Capapé, lo fácil que es manipular una operación contable para que parezca que somos los tíos más listos del mundo. Unos días antes pudimos también leer una entrevista al jefe de prensa del VCF, el único que habla, además de su jefe, a la espera de que salga el consejero Giner a reclamar la renovación de Emery en cuanto se asegure un puesto en Champions. De esa entrevista, repleta de obviedades, me quedo con un detalle: la supuesta operación con Bankia, que sigue sin ser explicada, ya no va a dejar a cero la deuda del club, que nadie sabe exactamente a cuánto asciende, sino que la va a dejar a la mitad. En unos pocos meses, y con absoluta ligereza, se han esfumado 150 millones de euros tirando por lo bajo. ¿Puede el aficionado estar tranquilo en estas condiciones? ¿No debería alguien aclarar todo este asunto? ¿En qué quedamos?

Pues quedamos en que tal vez no sea oro todo lo que reluce en los balances y desde luego no lo es en lo que vemos, día sí y día también, sobre el campo de juego. Lo que solemos ver es un triste espectáculo, que es, justamente, lo último que le pide un aficionado a su presidente.


http://www.superdeporte.es/colaboradores/2012/03/03/valencia-cf-buenas-manos/155186.html

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