J. V. Aleixandre
En el Valencia están atacados. En el Madrid, no sólo en el de los Austrias ni en el Real del Bernabéu, sino en todo el extenso y profundo ámbito patrio que comanda Florentino también. El final idílico de Liga que habían diseñado en colores, con pasillo en el Camp Nou incluido y diferencia estratosférica de puntos en la clasificación, se les desvanece. Sienten en el cogote el aliento del Barça y se descomponen. El famoso canguelo que hace un año atribuyeron a Pep Guardiola y sus muchachos, lo sienten ahora Mourinho y su plantel. Y en lugar de calmarse, mirar hacía adentro, analizar y corregir, exteriorizan sus miedos, afloran sus inseguridades, sacan a relucir lo peor de ellos mismos y montan un numerito tan tan grotesco que casi nadie les cree. Contemplado desde fuera, resulta la mar de divertido.
Por Mestalla andan igual de desconcertados, aunque menos sorprendidos, ya que el cuerpo ya se va acostumbrando a los vaivenes del Valencia. A las pañoladas, también. La de la otra noche fue la segunda en diez días. De manera que el mestallólogo no da abasto: se le acumulan las protestas que ha de descifrar. ¿Los desaires van dirigidos al palco o al banquillo? , preguntan ansiosos sus clientes. El experto socionalista se rasca la cabeza y tira por la calle de en medio: si el interrogador es Llorente, señala a Unai como objeto de las iras. Y si es Emery quien inquiere, le susurra por lo bajini que tranquilo, que el flamear iba contra el proscenio. Así que nadie se da por aludido y casi todos descargan responsabilidades en el de al lado. La gente esta cabreada con el presidente y resto de la cuadrilla; con el entrenador, sus amigos y sus detractores; con un equipo inconsistente e inmaduro, que se ha convertido en un modelo de bipolaridad. Mestalla está hasta el pirri de aguantarlos a todos, aunque la otra noche se le fuera la mano, porque al Zaragoza se le apareció la Pilarica y Unai lo intentó de todas las maneras posibles. Pero igual da. Hasta el moño, están.
Por Mestalla andan igual de desconcertados, aunque menos sorprendidos, ya que el cuerpo ya se va acostumbrando a los vaivenes del Valencia. A las pañoladas, también. La de la otra noche fue la segunda en diez días. De manera que el mestallólogo no da abasto: se le acumulan las protestas que ha de descifrar. ¿Los desaires van dirigidos al palco o al banquillo? , preguntan ansiosos sus clientes. El experto socionalista se rasca la cabeza y tira por la calle de en medio: si el interrogador es Llorente, señala a Unai como objeto de las iras. Y si es Emery quien inquiere, le susurra por lo bajini que tranquilo, que el flamear iba contra el proscenio. Así que nadie se da por aludido y casi todos descargan responsabilidades en el de al lado. La gente esta cabreada con el presidente y resto de la cuadrilla; con el entrenador, sus amigos y sus detractores; con un equipo inconsistente e inmaduro, que se ha convertido en un modelo de bipolaridad. Mestalla está hasta el pirri de aguantarlos a todos, aunque la otra noche se le fuera la mano, porque al Zaragoza se le apareció la Pilarica y Unai lo intentó de todas las maneras posibles. Pero igual da. Hasta el moño, están.
http://www.levante-emv.com/deportes/2012/03/23/pirri/891829.html
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