J. V. Aleixandre
Carente de alguien que asuma el liderazgo sobre el campo, derrumbado defensivamente y en declive ofensivo, el Valencia ha embarrancado y el corto trayecto que resta para que finalice la temporada se le va a hacer larguísimo al equipo. Y a su entrenador, más todavía. En fútbol no existen pócimas milagrosas para salir de estas situaciones tan delicadas en las que un conjunto se bloquea mentalmente, se enreda consigo mismo y entra en fase depresiva. Una victoria -dos consecutivas, mejor- suele ser el único remedio para salir de ese cuadro de parálisis mental, pero, en esa situación, obtener un triunfo se convierte en toda una epopeya. De manera que el miedo se expande por todas las esferas del club, que se enrosca en un circulo vicioso muy difícil de quebrar.
En esas circustancias en las que se halla el Valencia, sus máximos responsables, o al menos sus cabezas más representativas, no están mostrándose muy inspiradas, que digamos. El entrenador apeló el otro día al apoyo de la afición, pero, con esa oratoria empalagosa que Dios le ha dado, en lugar de reactivarla y recabar su apoyo acabó -me temo, y ojalá me equivoque- por encabronarla más de lo que estaba. El presidente, siguiendo su ritual acostumbrado, se presentó ayer en Paterna para lanzar una de sus llorentinas de cara a la galería. Pura retórica para justificar el sueldo. Apelar, de nuevo, a los objetivos económicos del club es un sarcasmo en su boca. El problema no es quedar excluido de la próxima Champions. Eso, en todo caso, es consecuencia de la falta de un proyecto deportivo claro, concreto, realista y, sobre todo, sostenible. Para terminar de arreglarlo, los futbolistas, incapaces de admitir la mínima dosis de autocrítica, siguen apelando a la mala suerte para explicar los últimas desastres y su capitán culpa a los medios de comunicación por conformarse con "cuatro mentiras para que estéis satisfechos y cuatros tópicos de toda la vida". Bueno es saberlo. Tomo nota.
En esas circustancias en las que se halla el Valencia, sus máximos responsables, o al menos sus cabezas más representativas, no están mostrándose muy inspiradas, que digamos. El entrenador apeló el otro día al apoyo de la afición, pero, con esa oratoria empalagosa que Dios le ha dado, en lugar de reactivarla y recabar su apoyo acabó -me temo, y ojalá me equivoque- por encabronarla más de lo que estaba. El presidente, siguiendo su ritual acostumbrado, se presentó ayer en Paterna para lanzar una de sus llorentinas de cara a la galería. Pura retórica para justificar el sueldo. Apelar, de nuevo, a los objetivos económicos del club es un sarcasmo en su boca. El problema no es quedar excluido de la próxima Champions. Eso, en todo caso, es consecuencia de la falta de un proyecto deportivo claro, concreto, realista y, sobre todo, sostenible. Para terminar de arreglarlo, los futbolistas, incapaces de admitir la mínima dosis de autocrítica, siguen apelando a la mala suerte para explicar los últimas desastres y su capitán culpa a los medios de comunicación por conformarse con "cuatro mentiras para que estéis satisfechos y cuatros tópicos de toda la vida". Bueno es saberlo. Tomo nota.
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