VICENT MOLINS. HOY Y necesita el Valencia, tampoco es mucho pedir, que sus dirigentes sean capaces de definir una área deportiva que vaya más allá de la simulación, que se le dé oficialidad a quienes de verdad la dirigen.
VALENCIA.
El abandono de Amadeo Salvo (parece que fue hace años pero solo han pasado unos días) tuvo una derivada significativa. No recuerdo a un dimitido cuya dimisión arrastrara a tantos empleados, como una pantanà que a su paso se lleva lo que encuentra allí en el ala oeste. Deber ser que su carisma y liderazgo consolidaron fidelidades inquebrantables que no podían más que acompañar su marcha. Otra interpretación, menos bondadosa, pasa porque la dimisión encadenada de cargos fue el movimiento sobre el tablero, una vez colmado el vaso, con el que la Administración Lim cerró el puño para tener en su mano el control total del club. Y a partir de ahora, a gobernar sin ataduras.
Entre esas fidelidades inquebrantables que han decidido gritar al viento 'No sin Amadeo' está la de Louis Douwens. Otra curiosidad: su sustituto, Mr. Draper, esperaba su marcha a las puertas del ascensor. ¿Tanto para esto, Douwens? Tanto boato, tanta remuneración, tanta corte a su alrededor, tanto oscurantismo. Inició la renovación estética del club, pero Douwens, un cargo con trascendencia estratégica, estaba para más. Por sus patrocinios lo conoceréis.
Lo de Lim ya es de Lim. Tras renunciar a Amadeo Salvo el Valencia está a esto de publicar una oferta laboral entonando el 'se busca florero'. Los vínculos con el pueblo, la figura representativa que enjuague la imagen y ofrezca proximidad social mientras la gestión se efectúa a mando distancia. O algo así. ¿De verdad el Valencia necesita un presidente florero?
No, necesita otra cosa. Necesita una voz incontestable que represente al propietario, que tenga autoridad y al que los hechos, como venía sucediendo, no lo contradigan al cruzar la esquina. ¿Es Layhoon? Probablemente es Layhoon, tratada como una figura entrañable, con condescendencia, cuando lo que debe ser es la voz infranqueable del Valencia. El club anda muy falto de marcar su propio ritmo, de que no se lo marquen otros. Confundió la prudencia de los silencios con el aislamiento. Y de aquellos lodos esta fragilidad, de la que cualquier piratilla busca sacar provecho.
Necesita un día a día comandando por una presidenta o un directivo visible. Porque está muy bien mandar sin que se te vea la mano, pero en este sector la falta de protagonismo te lleva a la orfandad. Durante meses el Valencia se quedó sin un protagonista con la autoridad suficiente como para dar la cara por lo que estaban haciendo. La consecuencia, el proyecto de Lim pareció más vulnerable que nunca. Cuando Layhoon habla, la actividad volcánica desciende. Cuando florecen los marrones, ahí es donde se necesita que alguien asuma el mando público. No ocurrió desde que Salvo comenzó a perder relevancia.
Y necesita el Valencia, tampoco es mucho pedir, que sus dirigentes sean capaces de definir una área deportiva que vaya más allá de la simulación, que se le dé oficialidad a quienes de verdad la dirigen. Fue temerario dar pie a dos direcciones deportivas paralelas. En pleno mercado de fichajes el club no tiene dirección deportiva y en cambio todos damos por hecho que hay alguien que dirige todos los movimientos. Unas apariencias chuscas en un momento donde presuponíamos una organización intachable.
No necesita el club presidentes floreros (las flores duran lo que duran), sino personas con autoridad para dar la cara cada día, y no de trimestre en trimestre, por el Valencia CF.
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