A Unai Emery le faltó astucia. Seguramente ayer no era el mejor momento para que el técnico reclamara serenidad a los valencianistas. El entrenador escribió en su blog, y el club lo rebotó la web oficial, un artículo en el que el trataba de enjugar el malestar que envuelve a los aficionados por las dos derrotas consecutivas en el campeonato de Liga.
La idea en sí no era mala, pero antes de apretar el “enter”, conviene mirar alrededor. Justamente ayer, en vísperas del examen de Roberto Soldado con la selección española; cuando se habla hasta debajo del agua de la ausencia del niño Torres y de qué delanteros han de estar en la Europa, el entrenador del Valencia vuelve sobre un asunto que cabrea al personal, con un texto en el que, a vuelapluma, hace un recorrido por los últimos acontecimientos deportivos para justificar las dos decepciones recientes. ¡Déjalos, hombre, que tenían otras cosas en que pensar!
Está claro, como dice Emery al principio de su exposición, que las valoraciones se deben de hacer a final de temporada, pero que a la vez hay momentos clave durante el campeonato en los que le gusta enviar un mensaje. Y lo hizo. Aunque ya que estaba metido en harina, al lado del optimismo por acabar en puestos de Champions y por mantener la ilusión en la Europa League, también deberían de haber aparecido algunas líneas de autocrítica.
En todo caso le honra el hecho de salir a dar la cara, sobre todo ahora que está menos arropado que nunca por quien debería de protegerle y darle cariño y cobijo.
Pero sigo pensando que Unai se equivocó. Podía haberse evitado la columna porque lo que ha conseguido es que se hable más de lo mismo. Aventar los rescoldos del desencanto. Además, ese texto tiene una parte final difícil de compartir. Me refiero al deseo de no ser molestados. Se intuye una alusión a las críticas de la prensa y de los aficionados y, amigo mío, como decía aquél, aquí no se calla nadie. Incluso aunque la Merkelordenara lo contrario.
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