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jueves, 26 de mayo de 2011

Una misa menor


Para la consagración de Emery como entrenador de la próxima temporada se celebró una misa menor que ni siquiera fue oficiado por el purpurado Manuel Llorente. La nula solemnidad de la proclamación, si se compara con la rimbombancia publicitaria de la que se revisten estos actos en estas fechas en las que el personal ha de rascarse el bolsillo con los nuevos abonos, es prueba evidente del poco entusiasmo que despierta su continuidad. A su falta de autoridad, de la que ha sido desposeído de forma reiterada por el club, y que tampoco él ha sabido ganarse por completo ante la grada, se sumó el cómico -por no emplear otro calificativo más duro- episodio del anuncio de la oferta de renovación. Fue el último eslabón de una cadena de desautorizaciones constantes del entrenador, por parte del presidente, a lo largo de la temporada pasada. A Unai no lo trajo Llorente y éste es un hándicap que el técnico vasco arrastra desde el principio. Durante el curso que acaba de terminar, el máximo ejecutivo del club no paró de cuestionar públicamente al técnico, acabó contactando con otros, e incluso llegó a un acuerdo con el agente de uno de ellos para que fuera el próximo ocupante del banquillo.
A su vez, Unai ha de esforzarse en ganarse el crédito que le niega una parte de la afición. La grada de Mestalla nunca ha sido fácil para los entrenadores, y menos desde que se ha incorporado a ella una generación que se graduó en plena etapa de triunfos, a los que se acostumbró durante los primeros años de la pasada década, y ahora cree que todo el campo es orégano. Y de eso, nada. Otra parte de la hinchada, muy minoritaria pero vociferante, se deja manipular por charlatanes y predicadores que dan la matraca desde la marginalidad. Pero, pese a ello, no estaría de más que el técnico buscara el aval popular que le otorgaría algún éxito y que le niegan descalabros como el sufrido ante el Madrid. Según la doctrina Camps, tan en boga, los buenos resultados lo legitiman todo. (O sea que también a Bildu). Por lo mismo, un título santificaría a Unai ante sus acalorados opositores. Llorente, incluido. 

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