EL FUTURO DEL VALENCIA CF, EN EL AIRE
J. C. / H. G.. HOY
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VALENCIA. Salvar al Valencia CF del embargo de todos sus principales bienes, incluido el 75% de su capital social tiene un precio: 280 millones de euros. El problema -o la ventaja para quien pudiera estar interesado en hacer una oferta imposible de rechazar- es que es una cantidad que hay que poner encima de la mesa ya. El plazo límite es el 27 de diciembre, cuando vence la prórroga del crédito de 245 millones de Bankia al Valencia CF. Pero en realidad tanto ese préstamo como el de 81 millones que concedió la antigua Bancaja a la Fundación Valencia CF para comprar las acciones en la última ampliación de capital están vencidos.
En el caso del crédito que tiene que devolver el club a final de año, y que inicialmente estaba solventado con el acuerdo urbanístico roto hacía tiempo y extraoficial desde ayer, el aval es el actual campo de Mestalla, en la avenida de Suecia. Si el Valencia CF no amortizase el capital ni Bankia se aviniese a renegociar el vencimiento, a la entidad financiera que preside José Ignacio Goirigolzarri no le quedaría otra que ejecutar el aval si quiere recuperar su inversión.
Sería una operación poco práctica en todos los sentidos para el banco, y con ello juega Manuel Llorente. Mestalla, más allá de su valor sentimental, no vale dinero por ser un campo de fútbol, sino precisamente por el proyecto de dejar de serlo. El uso del suelo edificable que quedaría con su demolición es el que tiene valor. Pero mientras el Valencia CF no tenga otro terreno de juego, ¿debería Bankia alquilarle el campo al club para disputar sus partidos? ¿Podría la entidad financiera decidir demoler el vetusto estadio y comercializar el suelo sin tener en cuenta lo que ocurriese con el equipo valencianista? Podría, pero parece una opción remota.
Otra cosa bien distinta es qué ocurriría si el Valencia Club de Fútbol Sociedad Anónima Deportiva deja de estar controlada por el actual equipo directivo y cambia de manos. Una opción que no es nada imposible, y no ya porque Manuel Llorente pueda o no dejar la presidencia. El otro crédito, el de 81 millones de euros (más intereses) que tiene la Fundación Valencia CF será fallido de forma definitiva a finales de noviembre. Las opciones que se han barajado en las últimas semanas par que el club atendiese el pago de la letra de este año se han esfumado con la ruptura del acuerdo con Bankia.
Por mucho que el Valencia CF SAD quisiese (y pudiese legalmente) aportar fondos a la Fundación para que esta cumpliese sus compromisos, al desaparecer el plan de financiación de la entidad difícilmente podría contar con ese dinero, realizados sus grandes activos más líquidos: los jugadores más valiosos. Al margen de que al club le costaría explicar a su principal acreedor, Bankia, que no tiene fondos para pagarle pero sí para darle dinero a uno de sus accionistas (aunque el destino final sea el mismo: pagar a Bankia).
Así, solo queda el colchón del Instituto Valenciano de Finanzas (IVF), el organismo público de la Generalitat que avaló el crédito. Si la Fundación no paga, el IVF tendrá que hacerlo, como ocurrió con el Hércules CF. Y en el momento en que no pague los intereses, como pasó con el club alicantino, la totalidad del crédito se da por vencido. El IVF tendría que pagar los 81 millones de golpe a Bankia y a partir de ahí decidir si ejecuta los avales que en su día asumió por ser garante del crédito.
¿Cuáles son esos avales? Las acciones del Valencia CF. El 75% del capital. De ejecutar la garantía, la Generalitat se convertiría en el máximo accionista del Valencia CF. Quizá sin el campo de Mestalla pero con otros activos, como la ciudad deportiva de Paterna, porque el terreno donde está el futuro campo no es de su propiedad.
Como se salvan estos dos match ball a los que se enfrenta el Valencia CF son más que una cuestión empresarial. Hay un trasfondo político. Y pese a que el componente sentimental tiene un gran efecto en las decisiones públicas, parece que en un momento de crisis y de recorte del gasto público, destinar dinero de todos a salvar un club de fútbol, por muy enraizado que esté en la sociedad no parece una decisión fácil de tomar.
¿La salida ante este escenario? Que llegue un mecenas con un talón de 325 millones de euros. O mejor en efectivo. Que de pagarés en Mestalla saben demasiado.
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