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sábado, 22 de septiembre de 2012

Valencia CF: Trece años de ladrillo en connivencia con políticos y banqueros

 

JOAQUIM CLEMENTE . HOY Del pelotazo de Porxinos al fiasco de Valencia Dinamiza, el Valencia CF ha vivido en la última década una vorágine inmobiliaria al calor de decisiones del Ayuntamiento de Valencia, de la Generalitat Valenciana y de Bancaja, que le ha conducido al borde del colapso

VALENCIA. Si hubiera que marcar en un calendario el día en el que el Valencia CF entró en la deriva que le ha llevado a su grave situación fianciera, el día elegido sería el 12 de abril de 2005. Aquella mañana, el entonces presidente y máximo accionistas del Valencia CF SAD, el promotor Juan Soler, anunció un pelotazo. Fue el propio Soler el que utilizó ese término para referirse a la gran operación inmobiliaria pactada con el Ayuntamiento de Riba-roja de Túria y con la Generalitat Valenciana y que se conoció a partir de ese momento con el nombre de la partida del término afecatada: Porxinos.

Fue el punto de inflexión. A partir de ahí, y hasta el día en que se pararon las obras del nuevo estadio la avenida de de Corts Valencianes, en febrero de 2009, el Valencia CF vivió una fiebre inmobiliaria, alimentada por los poderes públicos y financieros, que desembocó primero en una grave crisis societaria y ahora, en un colapso económico que solo se podrá evitar si se alcanza una solución para pagar a Bankia la deuda que vence el próximo 27 de dicembre.

Tarazona, Blasco y Soler

Ya en aquella operación apareció la connivencia de los poderes públicos con el Valencia CF. Entonces fue imprescindible tanto el apoyo del Ayuntamiento de Riba-roja, conFrancisco Tarazona de alcalde, como del conseller de Territorio, Rafael Blasco, ambos del Partido Popular. Justo trece días más tardes de que Soler describiera certeramente (aunque quizá de forma desafortunada para él) la operación como un pelotazo, comparecieron el empresario, Blasco y Tarazona en una rueda de prensa. Un un acto en el que se confundieron los intereses de las administraciones públicas, recalificando el suelo, con las de una empresa privada, que obtenía el beneficio de un plan urbanístico que fue arrastrado después por los tribunales.

Pero los beneficios económicos de aquella operación no bastaron para que el Valencia CF, inmerso en una espiral de gasto sin fin en el capítulo deportivo, pudiera sanear sus cuentas. Al contrario, la deuda del club de Mestalla se disparaba, llegando a alcanzar en el peor momento los 500 millones de euros. Y la ambición de Soler parecía no tener límite. A lomos de la ola del ladrillo se embarcó en la que sería, a la postre, su tumba: el nuevo estadio.

UNA MODIFICACIÓN DEL PGOU DE VALENCIA A MEDIDA

Soler descubrió en la primera semana de noviembre de ese mismo 2006 la maqueta del que se esperaba fuera el nuevo estadio del club en un plazo corto de tiempo. Fue un acto por todo lo alto celebrado en la Ciudad de las Artes y las Ciencias y con la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, y el entonces presidente de la Generalitat, Francisco Camps, arriba del escenario. Los tres levantaron el paño que cubría el secreto que ilusionaría a los aficionados que entonces llenaban el vetusto Mestalla.

Pero para llegar a ese día, una vez más, los intereses de la empresa y de las adminsitraciones públicas se mezclaron sin reparos. El Ayuntamiento de Valencia dio el visto bueno a una modificación del Plan General de Ordenación Urbana de la ciudad realizado ad hoc para los planes expansivos de Soler.

Alejandro Escribano

Y con ese valor añadido Soler  El desarrollo de ese plan que permitiría derribar el viejo campo de la avenida de Suecia y levantar un ambicioso coliseo en la de Corts Valencianes -con el aprovechamiento urbanísitico vinculado- corrió a cargo de dos históricos del urbanismo valenciano, especialmente Alejandro Escribano. Este arquitecto que conocía como nadie el PGOU de Valencia, no en vano fue su redactor, trazó las líneas de las nuevas volumetrías del que sería algún día el solar de Mestalla.

Escribano, que había asesorado a las principales promotoras de la ciudad, en colaboración con el abogado José Luis Martínez Morales sacaron el jugo a cada metro cuadrado de edificabilidad futura del viejo campo y buscó ubicación para el nuevo en una de las zonas de expansión de la ciudad, la zona de la pista de Ademuz.

Con esos planos y el permiso municipal y también de la Generalitat, predispuesta con Francisco Camps ya no solo a cualquier gran proyecto sino también a todo lo que llegase del Valencia CF, Soler lanzó su plan: inició las obras y gastó dinero como si el valor del suelo nunca fuese bajar.

Todo con el apoyo de Bancaja, la entidad que entonces seguía con crecimientos de dos dígitos en su cuenta de resultados. José Luis Olivas se convirtió en el mayor valedor financiero del club, prestando todo el dinero que fuera necesario y aceptando como aval unas parcelas que, en teoría y según Soler, valían más de 400 millones de euros. El equipo directivo de la caja, entonces aún liderado por Fernando García Checa, no puso ningún reparo al riesgo inmobiliario que iba acumulando la caja en su balance.

EL ESTALLIDO DE LA BURBUJA Y LA CRISIS SOCIETARIA

Pero la realidad se impuso. Las parcelas de Mestalla nunca se vendieron. El mercado, que empezaba a notar los síntomas del fin de la especulación inmobiliaria, rechazó quedarse los derechos de urbanización del viejo campo por el precio al que se había comprometido a venderlas en el mercado Soler, a pesar de que con el tiempo el Ayuntamiento de Valencia aceptó incrementar aún más la edificabilidad de la zona.

Soler, Soriano y Vicente Silla

Este golpe provocó el inicio de una crisis societaria que tuvo episodios esperpénticos. El viejo aliado de Soler, Vicente Soriano, mostró toda su ambición y encabezó una rebelión contra Soler. Prometió traer el comprador para las parcelas (a la historia de la entidad ha pasado su reiterada afirmación 'tot embastat') y un inversor con el dinero necesario para pagar la abultada deuda que ya entonces acumulaba el club. Apareció la figura de Juan Villalonga, que tuvo un paso fugaz en dos momentos distintos por el club.

Soriano siguió presionando sin cumplir sus promesas. Llegó el nunca suficientemente explicado 'caso Dalport', un supuesto inversor avalado por unos pagarés multimillonarios que no fue más que un intento de gran estafa. Pero sin poner un céntimo, y jugando con las acciones de varios accionistas históricos, entre ellas las de Soler y Soriano y Vicente Silla, la sociedad fantasma estuvo a punto de controlar el club.

LA GENERALITAT AL RESCATE

Soler (que recuperó las acciones que había cedido pero no el dinero), presionado por una afición desencantada pero sobre todo por la ingente deuda del club, que se acercaba a los 600 millones de euros, acaba dimitiendo. Tras un periodo de interinidad entre finales de 2008 y principios de 2009, Bancaja decide tomar las riendas del club que, como reconoció públicamente este viernes, Manuel Llorente, tenía preparada la documentación para suspender pagos.

Un viejo conocido de Mestalla, el propio Llorente, deja el entonces Pamesa Valencia para dirigir la entidad blanquinegra. Se lanza entonces una ampliación de capital de capital de 92 millones de euros como paso para empezar a reducir esa deuda con Bancaja. Pero nadie cubrió esa ampliación. Hubo que diseñar una operación no exenta de polémica por la cual Bancaja dejaba 74 millones a la Fundación Valencia CF para comprar las acciones. El Instituto Valenciano de Finanzas (IVF) hizo de avalista. Crédito que, hay que recordar, que también está vencido e impagado.

Con esa inyección de capital llegó un periodo de paz social y de gestión económica dirigida a rebajar la deuda. Llorente se enfrentó al problema vendiendo los únicos activos líquidos que tenía: los jugadores franquicia. De Villa a Silva, los emblemas del 'Valencia campió', frase que acuñó Paco Roig (el primer presidente mediático y polémico del Valencia reciente) se fueron marchando en beneficio del pasivo del club.

José Luis Olivas y Fernando García Checa

Pero el problema de fondo continuaba existiendo. Pese a reducir en más de 200 millones la deuda con estas desinversiones, el Valencia se tenía que enfrentar al vencimiento del resto a finales de este año. Con Bancaja integrada en Bankia yOlivas dimitido, el escenario financiero en el que había vivido el Valencia CF (siempre cabía una presión más a la caja de ahorros apelando al sentimiento ya fuera desde el club o desde la Generalitat) había desaparecido.

VALENCIA DINAMIZA, EL ÚLTIMO ESPEJISMO

Cuando en diciembre se anunció el plan 'Valencia Dinamiza', en el que se implicó Bankia a través de su filial Bankia Habitat junto con una poco conocida promotora local, Aedifica Grupo (que paradógicamente había desarrollado el PAI de Corts Valencianes), las nubes parecían disiparse en el horizonte del club.

Pero una vez más, la viabilidad del proyecto no dependía del Valencia CF. Era el banco acreedor el que daba una oportunidad más. Y se la daba en realidad a las administraciones públicas locales: Ayuntamiento de Valencia, de Paterna y Generalitat Valenciana. Había que aprobar recalificaciones, aumentos de edificabilidad y otros aspectos que hicieran rentable el negocio para Bankia.

Llorente con Rita Barberá y Jorge Bellver

Y pese a que las tres adminsitraciones mencionadas accedieron a lo que hiciera falta, la crisis financiera se desplomó sobre Bankia. Con el control del Estado a través del FROB, con gestores que ya no entienden de sentimientos, el banco nacionalizado ni debía ni seguramente podía volver a empacharse de ladrillos con un negocio cuya rentabilidad era una quimera a corto y medio plazo.

Y así se ha llegado al último capítulo. El que ha situado al Valencia CF al borde de la quiebra, otra vez. Llorente compareció este viernes ante su consejo y ante la prensa para, formalmente, ponerse a disposición del banco. No hay postura de fuerza que pueda defender, pese a que repitió varias veces que los activos inmobiliarios que aún tiene el Valencia son más valiosos ahora que antes. Pero el futuro económico del club, que pasa por la renegociación del préstamo de 200 millones a largo plazo, ya no está en manos ni de Llorente ni de la Generalitat.

Y mucho menos de la alcaldesa de Valencia. Pese a que llamase a José Ignacio Goirigolzarri, para pedirle explicaciones. El presidente de Bankia cerró cualquier salida populista de Barberá. Las cosas están como están. Seguramente si hace 13 años alguien en la Generalitat, en el Ayuntamiento o en Bancaja hubieran puesto freno a las ansias especulativas de Soler hoy el Valencia no estaría enfrascado en este grave problema.

http://www.valenciaplaza.com/ver/62477/valencia-cf-trece-a%C3%B1os-de-ladrillo-en-connivencia-con-politicos-y-banqueros-.html

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