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miércoles, 15 de abril de 2015

Rodrigo Moreno en metamorfosis

DESMEMORIATS / JOSEP LIZONDO. HOY Rodrigo es lo suficientemente joven, y tiene la suficiente calidad, para mutar, para ser uno de esos que empezaron jugando de 11 y acaban triunfando de 7




VALENCIA. 
Qué de goles de Alcácer; pobre Negredo que no le salen las cosas... Pero, ¿qué hay de Rodrigo Moreno? Con el sobrino de Mazinho ocurre lo que con Enzo Pérez, al que se le tiran los millones a la cara sin preguntar, y resultó que sin saber qué es, la ausencia del argentino siempre se notó. Pero en el asunto de Rodrigo entran en juego otras cosas, factores que incluso hacen planear una ligera sombra sobre la propia planificación estival, añadiendo un componente humano -esa cosa que jamás se tiene en cuenta en el fútbol- que hace de Moreno un caso especial.
Empecemos por las confesiones. El fichaje de Negredo siempre se me antojó innecesario. Puede que respondiera a una acción de marketing -era lo que se esperaba con la llegada del dueño y había que cumplir con las expectativas- o a una oportunidad de mercado que a su vez encajaba con el baño de masas necesario. Un win-win de manual. Pero en la práctica su contratación ha hecho que salgan todos perdiendo. Negredo y sus ansiedades, Alcácer y sus inseguridades, y Rodrigo y su indefinición, son fruto de esa operación.
Decir esto, soy consciente de ello, resulta obsceno; leerlo hasta provoca dolor de alma; escucharlo rebotando en tu cabeza precisa incluso de una bofetada... ¿Cómo puede sobrar un tipo como Negredo? No es que sobre, es que no era prioritaria su llegada. Si hubiera aterrizado en Manises otro jugador de sus mismas características estaríamos ante el mismo dilema. La realidad, es que el VCF necesitaba una inversión que trajera desequilibrio en posiciones más necesitadas, como la banda derecha. El gran agujero negro del curso.
Expliquemos las consecuencias. El primer damnificado fue Rodrigo, que acabó muriendo en un lugar inhóspito para él. El mejor Alcácer de la temporada fue diluido, primero en un entramado táctico para hacerlo compatible con el Tiburón, y luego, dejándolo en el banquillo, como chico de refresco. Y el principal, Negredo, ha sido víctima de las precipitaciones de todos. Por hacerle jugar bajo cualquier circunstancia sin estar físicamente apto para ello, exponiéndolo innecesariamente ante sus flaquezas, se le generó al propio futbolista un estado de ansiedad que alcanza la crueldad. Pariendo todo ese guirigay ofensivo una improductividad goleadora que tuvo que solucionar Parejo llegando desde la segunda línea, y lo que es peor, con la incursión del madrileño se truncó la versión más dinámica y fluida del equipo. La que dirigía André Gomes con batuta y pajarita hasta los últimos calores de octubre.
El mérito, sin embargo, reside en haber sobrevivido a todo ello compitiendo sin fisuras en todos los frentes. El mérito, es haber tenido la suerte de encontrar un grupo humano de valor incalculable; apoyándose unos a otros buscando el bien común. Esta combinación, en un vestuario canalla, hubiera resultado explosiva. El mérito también reside en que finalmente, las fichas, van encajando, sea como sea, en el tablero, y sobre todo, en que esta plantilla tiene tal número de recursos y opciones a su alcance que hace de estos vaivenes un asunto secundario.
Ahí tenemos a Rodrigo, Robbenizándose a pasos agigantados, esbozando una jugada mecánica que empezó insinuando un chiste, que acabó virando hacia la broma y que últimamente, con algún gol y un par de ocasiones que se quedaron cerca, va pareciéndose cada vez más a una seria amenaza. Aquel chico ensombrecido que corría a ratos está dejando paso a un extremo que se va intuyendo decente, entendiendo, a pesar de su cerrazón, el nuevo rol que le otorgaron. Porque Rodrigo es lo suficientemente joven, y tiene la suficiente calidad, para mutar, para ser uno de esos que empezaron jugando de 11 y acaban triunfando de 7.
Ya le vemos hacer lo que hasta hace poco parecía imposible, falcarse en la retaguardia, robar balones, y apoyar al lateral en su propio córner. Como se pudo apreciar el lunes pasado todavía carece de la suficiente capacidad de trabajo, sigue perdiéndose en muchos conceptos imprescindibles para dominar la posición que ocupa, pero el aplauso al chico reside en su capacidad de aceptación, en virar de aquella actitud cuasi pasota, de trazas rebeldes, hacia otra que le lleva al sacrificio y ejercer la voluntad de adaptarse a sus nuevas circunstancias.
Moreno sigue poniendo caras, como las sigue poniendo Alcácer; es, tal vez, el único jugador de ataque capaz de generarse él sólo una ocasión de gol, es el único, sin el tal vez, capaz de driblar con un ligero movimiento de tobillo, en inventar un regate, y también, en marcharse por velocidad de su par (generalmente es una cosa u otra, él tiene las dos). Probablemente el Valencia se esté perdiendo un gran segundo punta; pero si el muchacho sabe trabajarse bien el puesto, el club puede ganar un fantástico extremo, el mejor que haya visto Mestalla en una década.

Sólo le falta una cosa, pedirle a Piatti el manual de la buena recuperación para completar su metamorfosis. Éso, y que aquellos que le tiran los millones a la cabeza en forma de reproche sepan entender que aquel hombre que costó 30 millones está desarrollándose en una posición que nunca cató, y para la que está haciéndose.

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