El club asume que no hay fecha para reanudar las obras, con un alto coste de mantenimiento
ANTONIO BADILLO , | VALENCIA.-
Al Valencia se le acabaron las prisas. La carrera contrarreloj para reiniciar las obras del nuevo estadio concluyó el día en que se rompió el acuerdo inmobiliario con Newcoval. En diciembre se habló de mayo, en mayo de septiembre y en septiembre de diciembre. No volverá a ocurrir. El club ha decidido que no habrá más plazos que los que marque el sentido común, ni se embarcará en un nuevo crédito que elevaría a 20 millones anuales el gasto financiero, algo inasumible para una sociedad con 377 millones de deuda. Las máquinas seguirán apagadas sine díe en el solar de la avenida de las Cortes.
No es una buena noticia para el Valencia, asfixiado por las servidumbres que genera un proyecto mastodóntico. Con las obras paradas, el club sigue pagando 480.000 euros al año en concepto de mantenimiento y vigilancia. Y todavía puede darse por satisfecho, ya que con la anterior tarifa el gasto por este concepto rondaba el millón de euros. Si a ello añadimos que reforzar los anclajes provisionales que estaban a punto de caducar costó 1,3 millones o que ya se ha desembolsado 142 por la estructura construida, no resulta complicado entender el colapso económico.
El Valencia no retomará las obras hasta que su deuda alcance unos niveles sostenibles. A pesar de que el consejo ha conseguido reducir en 60 millones el presupuesto inicial del estadio, todavía habría que abonar 145 millones para concluirlo, al margen de los 17 más IVA que se debe a las constructoras. De no ser por un problema técnico, se podría dar otro recorte al gasto. Las características de la cimentación impiden que la cubierta repose sobre la grada, lo que sería más económico. Por lo tanto, no queda otro remedio que construirla desde el suelo.
Con las obras del nuevo estadio congeladas, la prioridad para Llorente pasa por cerrar el acuerdo de refinanciación de la deuda asumida con Bankia (219 millones). Aunque sin aportar datos, el club desliza una imagen de total tranquilidad. Tiene hasta el 27 de diciembre para pactar un interesés y periodo de pagos razonable. Además, tras las primeras conversaciones con la entidad financiera reina el convencimiento de que ésta no pedirá un aumento de las garantías. Llorente espera que Bankia valore la capacidad del Valencia para generar ingresos, demostrada con la drástica reducción de la deuda en 173 millones desde 2009.
Paralelamente a estas negociaciones, la junta general del 9 de noviembre aprobará la reducción de capital impuesta por la Ley de Sociedades Anónimas. Mientras el acuerdo con Newcoval tuvo vigencia, el club logró esquivar este impopular trámite. Una vez completado el cuento de la lechera, no queda otra alternativa. Sin embargo, el consejo desdramatizará ante sus socios el paso dado. Y lo hará ciñéndose a la peculiar idiosincrasia del fútbol. Cierto es que el valor nominal de las acciones del Valencia pasará de 48 a 24 euros. Pero los informes de la CNMV vienen constatando desde hace tiempo que su valor contable es cero, como corresponde a una sociedad quebrada, y eso no ha impedido venderlas a 60 euros. El precio al final lo marca el mercado, y quien compra acciones del Valencia no busca hacer fortuna.
De lo que no se hablará en el cónclave social es de la fórmula para inyectar dinero a la Fundación. El máximo accionista del club ha de pagar 5,6 millones de euros a Bankia antes del 27 de noviembre, o del 27 de febrero si consigue cerrar la nueva prórroga trimestral que en estos momentos negocia. El reparto de dividendos entre los socios es la más llamativa de las alternativas barajadas, si bien ni está ya acordada ni tiene preponderancia sobre otras posibles soluciones.
Lo que sí garantiza el Valencia es que, de un modo u otro, acudirá al rescate de la Fundación. Aunque sólo sea por coherencia. No olvida este consejo que la entidad que preside Társilo Piles sacó al club de las garras de Dalport y evitó así el riesgo de que este grupo inversor lo vaciara patrimonialmente antes de intentar revenderlo a la Generalitat. La otra vía que entonces se barajó, el concurso de acreedores, habría supuesto para los actuales gestores el paso previo a la liquidación.
Lejos del dramatismo de aquellos tiempos, Llorente minimiza el impacto del fracaso del 'plan Bankia', a pesar de que habría dejado la deuda en 220 millones con el estadio ya acabado. Esas negociaciones llevaron al Consell a impulsar una Actuación Territorial Estratégica (ATE) que no ha sido baldía. Hoy las parcelas del viejo Mestalla valen 50 millones de euros más que cuando se gestó la operación con Newcoval, según los estudios encargados por el club a una empresa de tasación. El solar vuelve a tener un precio de 225 millones, que coincide con la hipoteca, frente a los 175 que tenía antes de la ATE. Esa fue la mejor oferta que presentó Richard Ellis mientras tuvo la exclusividad de la operación. Además, ahora hay menos limitaciones a la hora de vender el solar.
Llorente presumirá ante los socios de una austera gestión económica. Recordará que tomó un club con 550 millones de deuda y lo tiene ya en 377. Que de los 50 millones que prestó Fomento Urbano de Castellón para poder pagar a la plantilla sólo quedan seis pendientes. Que la UTE ya ha cobrado 38 de los 55 millones que se le debían. Y que se ha alcanzado el equilibrio presupuestario, como demuestran los beneficios de 1,5 y 4,5 millones de esta temporada y la próxima.
El problema para el Valencia puede llegar lejos de los despachos, en el terreno de juego. El permanente paseo por el alambre es sólo sostenible mientras el equipo dispute la Champions League. Todo el dinero que no llegue a través de competiciones deportivas habrá que obtenerlo con venta de futbolistas, ya que el capítulo de ingresos caería de 106 a 90 millones. Un simple dato explica el agujero que esto supondría. Sólo en impuestos, el Valencia desembolsó la pasada temporada 39 millones de euros.
Y ahí se cierra el círculo, porque esta ley que une los despachos con el césped imperará hasta que el club consiga concluir las obras de la avenida de las Cortes. El nuevo estadio generará unos ingresos adicionales de 15 millones, cifra alejada de los 30 que se calculó en tiempos de bonanza, pero igual de valiosa.
Mientras las máquinas estén paradas, tendrá que mantener vivo al Valencia un vestuario que ha sufrido en sus carnes los efectos de la crisis. Una plantilla cuyo coste salarial ha pasado en cinco años de 107 a 76 millones, a pesar de que el incremento del IRPF ha tenido una incidencia de 3,3 millones en las arcas blanquinegras, ya que los contratos más antiguos están negociados en neto. Para ello será importante reactivar a la afición, lo que se traducirá el año próximo en un abaratamiento de los abonos.
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