Qué lejos queda ya aquel tiempo en el que el único juego que daba el Valencia era el de la lucha de unos contra otros por hacerse con el poder de la sociedad. Hoy, con 102 millones de euros de capital social de los cuales algo más del 70% está en manos de la Fundación, el precio del título vale bien poco, por no decir casi nada. Eso es precisamente lo que marca el día a día judicial que todavía mantienen, aunque parezca sorprendente, dos ex presidentes de la entidad como Soler y Soriano. Llevan 'peleando' y defendiendo sus intereses ante un juez desde hace más de tres años.
El juzgado de primera instancia número 22 de Valencia acaba de dar luz verde a la subasta notarial de las acciones del club que tiene en su poder Vicente Soriano a través de sus empresas: Interadquisiciones (17.600). Hace meses que Juan Soler ejecutó el embargo de todos los bienes que tienen las firmas pero como de eso no obtendrá ni un solo céntimo, el juez ha decidido exprimir lo único que hay. Hace algunos años, esto supondría una auténtica revolución en el panorama accionarial valencianista, pero en estos momentos todo queda como mera anécdota. Que se lo pregunten a Juan Soler, que se va a quedar tras esta subasta con las ganas de percibir algo de aquellos 85,5 millones de euros que en su día se comprometió Soriano a pagarle por las 70.899 acciones que a nombre de Urbanas de Levante le vendió.
El juzgado está a la espera de que el colegio de notarios designe quién de sus colegiados efectuará la subasta. Este hecho llega después de que Soler haya ganado de manera holgada a Soriano en los juzgados. Le reclama el pago del dinero por el cual le vendió el que, por entonces (antes de la ampliación de 2009), suponía el 37% de las acciones del club. Soriano quería esos títulos para, junto con el 4% que acaparó de Vicente Silla más las suyas propias, reunir el 50,3% y hacer un traspaso posteriormente por 200 millones a Inversiones Dalport. El bluf que tal y como apareció se marchó.
Como luego hubo una ampliación de capital de 92 millones, si Dalport quería mantener el control de la sociedad tenía que comprar otros 46 millones para mantener vivo su poder. No lo hizo y todo se vino al traste. Soriano incumplió entonces todos los plazos de pago pactados con Soler y éste acudió a la vía judicial para reclamar lo que consideraba justo: su dinero. Conforme vencieron los plazos fue presentando demandas. En la primera (reclamaba 20 millones) el juzgado dio la razón a Soriano pero Soler recurrió a Apelación y ganó en la Audiencia: 1-0. En la segunda demanda (30 millones más otros 9 de intereses), Soler machacó a Soriano: ganó en la primera sentencia y también en la Audiencia (2-0). No obstante, las dos están en el Supremo.
Soriano siempre ha argumentado que, como la venta a Dalport no se consumó, la compra-venta salta por los aires y queda en papel mojado. Pero el paso del tiempo ha ido estrechando el cerco en su contra, a pesar de que siempre se ha manifestado muy tranquilo al respecto, consciente de que Soler al final de la historia no percibirá ni un solo céntimo. Con el embargo y la subasta Juan Soler obtendrá, al menos, un premio de consolación. Moralmente resulta vencedor; económicamente lo tiene más crudo.
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