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lunes, 7 de mayo de 2012

Una apuesta arriesgada, pero menos


A un paso de fichar por el Estudiantes de la Plata, a Mauricio Pellegrino se le ha aparecido la Virgen de los Desamparados en forma de Manuel Llorente —imagínense, por un momento, la bella estampa— y le ha llegado la oportunidad de debutar con picadores en el fútbol europeo. Hasta ahora se había fogueado capeando vaquillas. Ahora va tener que encerrarse con una mihurada. Llorente ve materializado uno de sus sueños, aunque el afirme: «Yo nunca dije que quería fichar a Pellegrino. Dije que seria un buen entrenador para el Valencia». Bueno, vale, admitamos el matiz. Pero, verde y con asas...
La apuesta es arriesgada, pero menos. Desde la perspectiva económica, que es la dominante en estos momentos —vaya obviedad— se trata de un técnico barato, un factor determinante para un club que, según su presidente, «todavía tiene que rebajar costes». (En esta faceta, Llorente es como Mariano: insaciable).
Deportivamente, la elección de Pellegrino apareja un riesgo pero también comporta una gran ventaja: si sale bien, será un éxito que Llorente podrá arrojar a la cara de sus detractores. Si, por una de aquellas, la apuesta no cuaja, la inversión habrá sido mínima y el desgaste, asumible. De momento, Pellegrino llega avalado por envites semejantes: la decisión del Barça de elegir a Tito Vilanova como recambio de Pep Guardiola. O los sorprendentes éxitos de Di Matteo al frente del Chelsea. Eso, ahora. Si echamos la vista atrás, hay precedentes sobrados para avalar la decisión. Desde el propio Guardiola, cuando, sin apenas experiencia, accedió a la dirección del Barça, hasta el mismísimo Mourinho, que pasó de ser un outsider, a proclamarse campeón de la Champions con el Oporto.
A Pellegrino, además, le apadrina Benitez, —el mejor entrenador de la historia del VCF, pese a las estrafalarias opiniones de algún friki resentido—. El argentino era la proyección de Rafa y su brazo ejecutor sobre el césped de Mestalla. Igual que hay gente que nace con vocación de cura, sin que acertemos a explicarnos la razón, otros vienen al mundo con todos los dibujos tácticos bajo al brazo. Es el caso de Pellegrino, un central aparentemente patoso, pero que en realidad era el ingeniero jefe de aquella implacable defensa que tanto añoramos. Con tal de que Pellegrino ponga orden en la zaga y logre recuperarnos de esa melancolía, nos podremos dar por satisfechos con su venida.



J. V. Aleixandre

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