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miércoles, 13 de junio de 2012

Veinte años de convulsiones en el VCF


La denuncia contra Llorente por presunto delito fiscal es el último caso que salpica al club cuando se cumplen dos décadas desde su conversión a SAD

VICENT CHILET La denuncia contra Manuel Llorente por presunto delito fiscal — de carácter anónimo—, y admitida por la Fiscalía Anticorrupción, es la última polémica que afecta a un dirigente valencianista desde que hace veinte años el club se reconvirtiera en sociedad anónima deportiva. Desde entonces, la entidad se ha visto convulsionada internamente por disputas de poder, frecuentes en la mayoría de clubes pero insistentes en el caso del club de Mestalla. El primer gobierno de Arturo Tuzón ya nació inestable, con la petición del consejero Francisco Roig de contratar a Romario, que valió la dimisión del que se convertiría en duro opositor y futuro presidente. Dimitido Tuzón, arrastrado por el 7-0 de Karlsruher, la directiva interina de Melchor Hoyos asisitió al escándalo de la duplicidad de facturas de los derechos de retransmisión de tres partidos, por parte del secretario del consejo Vicente Pons, dimitido en enero de 1994 tras la denuncia de la LFP.
El roigismo se caracterizaría por su agitado oleaje. La primera convulsión se produjo con la adulteración de acciones en la Junta general de 1994, denunciada por el consejero Juan Vicente Jurado, seguido por el polémico reparto de las entradas de la final de Copa de 1995. El contrato privado firmado por Roig con Antena 3, el fichaje de tres jugadores desconocidos del Ypiranga brasileño y la ampliación de capital, primero denunciada, luego revocada y finalmente recuperada, adornaron tres años y medio protagonizados por el goteo de dimisiones y de mociones de censura, además de una pelea entre Roig y Lubo Penev, tras la ida de semifinales de Copa de 1996
Antes de dimitir en otoño de 1997, Roig elevó a Manuel Llorente, hombre de su confianza, a consejero delegado. Pedro Cortés era presidente, como después pasaría con Jaume Ortí, pero las funciones ejecutivas recaerían sobre un Llorente que se distanciaría hasta la enemistad con Roig, que ejerció una férrea oposición al poseer el mayor paquete de acciones. Los triunfos, finales y títulos conquistados sobre el terreno de juego contrastaban con las constantes intrigas palaciegas de sus dirigentes. En 2001 Cortés dimitió, condicionado por el compromiso, que no pudo cumplir, de no vender a Gaizka Mendieta, al que bautizó como «el murciélago del escudo». Ortí, su sucesor, ejerció la representatividad del club en incómodas polémicas contra el Real Madrid y sus medios afines, como consecuencia de polémicas arbitrales en las que chocaron dos rivales directos por un título de Liga que acabó alzando, en 2002 y 2004, el conjunto entrenado entonces por Rafa Benítez.
El último intento de Francisco Roig por acceder a la presidencia llevó a varios accionistas a movilizarse para formar un Sindicato que alejase a Roig del poder y garantizase, a su juicio, una «paz social» duradera. En una operación tutelada por el Consell, Llorente buscó a un inversor en el empreasariado valenciano que respaldara esa operación a gran escala, encontrando al constructor Juan Bautista Soler. Era la primavera de 2004, y Roig no dio su brazo a torcer. En una OPA hostil, pagando 600 euros por título, se lanzó al vasto mercado, cerca del 60% pero atomizado en paquetes de no mas de nueve acciones, de los pequeños propietarios, que respondieron con entusiasmo a tan jugosa oferta. El Sindicato, representado por Juan Soler, en quien delegó su padre Juan Bautista, respondió con la misma oferta. Los dos bloques recibieron muchas adhesiones, pero su generoso esfuerzo apenas varió el equilibrio porcentual de poder.
Una particular fiebre del oro
Esta fiebre del oro acabó con Roig vendiendo su paquete accionarial a los Soler por 30´5 millones.La paz accionarial llevó algo de calma social a la institución, pero no por mucho tiempo. La irregular marcha del equipo y el endeudamiento disparado en grandes operaciones patrimoniales (ciudad deportiva de Porxinos, la venta de Mestalla, nuevo estadio), que acabaron volviéndose en contra y siguen sin ser una realidad, metieron a Soler en problemas. Poco a poco se fue formando un nucleo opositor al tiempo que Soler fuera eliminando cualquier foco de contestación interna (Cicchella, Vicente Soriano, Llorente...).
En 2008, Soler y Soriano buscaron en Juan Villalonga al gestor que relanzara al Valencia. Duró diez días. Soler le destituyó, finiquitando un contrato blindado, después de que el expresidente de Telefónica propusiera como primera alternativa para sanear el Valencia una ampliación de capital que reducía la mayoría accionarial de Soler y Soriano, que sería designado presidente.
Paradójicamente, solo un año después, en 2009, la ampliación de capital sería el instrumento escogido por Llorente, presidente por elección de Bancaja, principal acreedor del Valencia, para detener el intento de Soriano de recuperar el poder al vender sus acciones, las de Soler y las del nucleo tuzonista representado por Vicente Silla, un total del 50´3% de los títulos, reducidos al 5% tras una ampliación completada por la Fundación con dinero de un préstamo de Bancaja, que ahora se renegocia. Dalport nunca llegó a pagar y la ampliación borró del mapa accionarial a Soler y Soriano, que se jugaron su patrimonio.


http://www.levante-emv.com/deportes/2012/06/12/veinte-anos-convulsiones-vcf/912583.html

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