J. V. Aleixandre
Inesperados elementos en contra, propios y ajenos, dejaron a dos velas ayer al Valencia. Su primera parte en Valladolid fue muy aseada. Para ello echó mano de uno de los principios fundamentales del fútbol „que a veces, cuando las mentes se obnubilan y las piernas no responden, son los más difíciles de poner en práctica „ que es el de tocar y moverse, o sea, dar la pelota al compañero, y desmarcarse para estar en condiciones de recibir. Eso requiere que todos los jugadores entren contínuamente en acción. La superioridad técnica de los valencianistas hizo el resto, de modo que durante la primera mitad, el Valladolid bailó al ritmo que marcaba el equipo de Mauricio Pellegrino, quien desterrado en el palco, lejos del frente, enviaba sus órdenes, a través del pinganillo que le conectaba con Otxotorena, al campo de batalla, donde estaba su lugarteniente, Jaume Tamarit. Perdón: ¿he dicho Jaume? Me he confundido. Quería decir Xavi, ¿en qué estaría yo pensando? ¿En el Levante, tal vez?. No creo...
El caso es que el Valencia adoleció de pegada en esa primera parte que dominó de cabo a rabo, porque tenía la posesión y, sobre todo, cerraba las jugadas de ataque, lo que impedía el contragolpe del rival y le daba tiempo a recolocarse. Eso, aún a pesar de algunas imperdonables, por tontas, pérdidas de balón no forzadas en el centro del campo. Hasta Gago pareció contagiarse de esa epidemia tan mortífera que afecta, sobre todo, a Rami, y para la que Pellegrino todavía no ha encontrado la vacuna. Sus efectos siguen siendo devastadores. En fin, que en ese primer tiempo, al Valencia le faltó más pimienta.
Luego, pasó lo que pasó. La inestable balanza arbitral se decantó del lado del Valladolid. Velasco Carballo no señaló unas manos en el área pucelana que eran tan penalti, al menos, como el que si le cobró al Valencia, con el agravante de expulsar a Cissokho, un alma de cántaro. Y le anuló un gol a Soldado por un off-side dudosísimo. Pero las equivocaciones arbitrales vinieron precedidas de pifias del Valencia que, de no cometerse, no hubieran dado lugar a los errores del colegiado. O sea que estamos en lo de siempre: A pagarlo, pocarropa.
Eso si: el encuentro aportó nuevas señales positivas. Se reivindicó Parejo, cuando parecía definitivamente perdido para la causa; siguió creciendo Guardado, el mejor de la matinal. Y, sobre todo, el equipo mostró carácter. Su ambición le llevó a acabar el partido arriba, muriendo en el área del rival. Y ello, para un puntito raquítico. Todo muy poca cosa...
http://www.levante-emv.com/deportes/2012/11/12/elementos-propios/951161.html
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