J. V. Aleixandre
El Valencia asumió su condición de tercer equipo de la competición y, por una noche, se erigió en primus inter pares entre Barça y Madrid, incendiando la Liga. Ha abierto en canal el campeonato y quién sabe si no lo habrá roto definitivamente. Ha cumplido con su papel de justiciero irreprochable. El resto ya no depende de él. La resolución final es asunto de ambos implicados y de los demás corifeos que les aguardan. El golpe de mano es blanc i negre.
Para cumplir con su función de mediador, Unai Emery estudió el partido al detalle y arriesgó lo necesario con el planteamiento inicial. Premió la implicación y el liderazgo -que tanta falta hacía- de Ricardo Costa y éste le correspondió reduciendo a Cristiano Ronaldo a la condición de jugador convencional. Sentó a Mathieu, tan poco dotado para el trabajo táctico defensivo que requería el rival. Volvió a confiar en Topal, que se marcó un partidazo, al igual que Tino Costa, secante de Alonso y primer armador del contragolpe junto a Parejo, que siempre le encuentra salida al balón. El equipo estuvo muy bien posicionado y supo interpretar el partido a la perfección, adecuándose a las circustancias que requería, imprimiéndole el ritmo que más le interesaba, hasta ese final agónico en el que, por una vez, acertó a capear el asedio a la desesperada. Albricias.
El Valencia ya se ha hecho un nombre en esta liga. Su intervención no ha sido irrelevante ni pasará inadvertida. Además de bloquear al Madrid como no se había visto en todo el año, se ha congraciado con sus parroquianos, la mayoría de ellos felices de que Mourinho y los suyos no rasquen bola. Ése es el fruto que cosecha un club que sólo hace gala de su señorío cuando gana y domina, que es lo fácil. Pero en cuanto los planes se le tuercen, sus malos modos salen a relucir. Ya sea con las enajenaciones de Pepe, que cocea sin reparar en nombres, o con las enrabietadas pataletas de su entorno mediático, absolutamente desquiciado y fuera de sí. Me encanta verles haciendo el ridículo.
Para cumplir con su función de mediador, Unai Emery estudió el partido al detalle y arriesgó lo necesario con el planteamiento inicial. Premió la implicación y el liderazgo -que tanta falta hacía- de Ricardo Costa y éste le correspondió reduciendo a Cristiano Ronaldo a la condición de jugador convencional. Sentó a Mathieu, tan poco dotado para el trabajo táctico defensivo que requería el rival. Volvió a confiar en Topal, que se marcó un partidazo, al igual que Tino Costa, secante de Alonso y primer armador del contragolpe junto a Parejo, que siempre le encuentra salida al balón. El equipo estuvo muy bien posicionado y supo interpretar el partido a la perfección, adecuándose a las circustancias que requería, imprimiéndole el ritmo que más le interesaba, hasta ese final agónico en el que, por una vez, acertó a capear el asedio a la desesperada. Albricias.
El Valencia ya se ha hecho un nombre en esta liga. Su intervención no ha sido irrelevante ni pasará inadvertida. Además de bloquear al Madrid como no se había visto en todo el año, se ha congraciado con sus parroquianos, la mayoría de ellos felices de que Mourinho y los suyos no rasquen bola. Ése es el fruto que cosecha un club que sólo hace gala de su señorío cuando gana y domina, que es lo fácil. Pero en cuanto los planes se le tuercen, sus malos modos salen a relucir. Ya sea con las enajenaciones de Pepe, que cocea sin reparar en nombres, o con las enrabietadas pataletas de su entorno mediático, absolutamente desquiciado y fuera de sí. Me encanta verles haciendo el ridículo.
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