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#YoEstoyConelMestalla

sábado, 21 de abril de 2012

Monumento a lo absurdo


J. V. Aleixandre

Pocas veces se contemplaron tal cúmulo de despropósitos defensivos sobre un campo de fútbol, como los que acontecieron la otra noche en el estadio Calderón. Lo raro es que el cómputo final de goles fuera sólo de seis -que no está mal, media docena de tantos por encuentro-. Pero, a tenor de los reiterados despistes y cantadas registradas en ambas áreas, se hubiera podido alcanzar un tanteo escandaloso.
El Valencia ya nos tiene acostumbrados. Desde hace un par de años, asistimos a los desbarajustes de su zaga, muy poco trabajada tácticamente por mor de una mal entendida vocación ofensiva de su entrenador. Alguien le debió contar a Emery, nada más ficharle, que a Quique Sánchez Flores, Mestalla le había amargado la vida acusándole de barraquero. Escarmentado en cabeza ajena, Emery decidió jugar con tal alegría atacante que, por ejemplo, situaba a los laterales en mitad del campo ajeno. A ello se unió la incompetencia individual de algunos zagueros, que pareció superada a comienzos de este curso con la llegada de Rami y Víctor Ruiz. Un espejismo. Hemos vuelto a las andadas, como quedó patente en el Calderón. El Valencia fue un coladero. Y el Atlético, otro. Pese a la incomparecencia de Soldado, ausente todo el partido, tal vez aquejado de una rabieta pueril contra su entrenador, por no haberle alineado en los anteriores encuentros, cada vez que el Valencia merodeaba por las inmediaciones de Courtois, provocaba el pánico en la retaguardia rojiblanca. No sirvió de mucho, porque el VCF no lo supo exprimir, pero si lo suficiente como para maquillar a última hora un marcador sonrojante.
Más que a un partido de futbol, asistimos a una función matinal de circo de pueblo, a ver quien alcanzaba el más difícil todavía en cuanto a tonterías. Inenarrable. Un partido tan disparatado merecía una definición tan absurda como la que se sacó Emery al final: "En un no querer, no hemos encontrado el poder", dijo. O sea, la gallina. 

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