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domingo, 16 de marzo de 2014

A la final de la Europa League


@kike_mateu


Mi profesión es inestable -todo el mundo sabe que el gremio del periodismo se desangra mucho más que otros desde que comenzó la crisis  pero nunca dejará de ser maravillosa. Contar cosas a la gente es una vocación que el destino quiso que fuera mi profesión. Y dentro de ese contar historias cada día con palabras, probablemente lo más grandioso que existe es narrar una finalY los partidos que te llevan hasta ella.
Les cuento esto porque el pasado jueves, mientras narraba en la radio el partido del Valencia en Sofia, con un ambiente espectacular digno de la Champions, me vino a la cabeza la final de Goteborg. Y después la de Copa en el Calderón. Los dos últimos grandes títulos del club en torneos del KO. Las dos últimas grandes noches para valencianismo.
Me vino el ‘flash’ a la cabeza mientras los Barragán, Alcacer y compañía hacían añicos las esperanzas del Ludogorets, y al mismo tiempo se iban sucediendo los goles en el resto de eliminatorias. Y creo que pasó porque sentí -por primera vez en los últimos años- ese cosquilleo de pensar que éste año sí me tocará narrar otra final. Llámenme loco si quieren. Llamadme iluso por decir esto. Pero creo firmemente que el Valencia de Pizzi –incido en lo de Pizzi- se ha convertido por méritos propios en uno de los grandes favoritos para jugar el último partido. Luego en una final, puede pasar cualquier cosa. Pero llegar a Turín ya no es una utopia.
Este nuevo Valencia es un equipo agresivo, que corre, pelea y compite.Sobre todo compite. Lo que le faltaba otros años, y lo que consigue suplir las carencias de talento que en algunos lugares hay. Y además, tiene la suerte necesaria para avanzar en un torneo continental; unportero que para un penalti decisivo, un palo que evita el empate, o dos goles en tres llegadas. Así fue el partido en Bulgaria, y así terminó la eliminatoria.
Pero no solo hace falta suerte en el campo para avanzar. También hay que tenerla en los sorteos. Y hasta ahora eso también está ocurriendo;al Valencia no le han tocados los cocos, y los buenos se están matando entre ellos. Y la suerte volverá a ser clave cuando las bolitas de los cuarto finalistas echen a rodar. Porque un sorteo benevolente abriría de par en par las puertas del torneo. Y cuando digo benevolente tampoco pido la luna. Solo veo a Nápoles, Oporto y Juventus mejores que el Valencia. Y como los dos primeros están disputándose cara a cara un lugar en los cuartos, solo uno de ellos podría ser rival blanquinegro. En total, dos cocos a evitar. Del resto, no encuentro grandes distancias.
Benfica, Lyon o Fiorentina son buenos equipos, pero pertenecen a un segundo escalón. El mismo en el que se está el Valencia. No me parecen mejores que los de Pizzi, y por tanto, son batibles a doble partido. Del Betis, Basilea, AZ o Salzburgo ni les cuento lo que pienso. Con respeto a todo el mundo, el Valencia es favorito claro.
Así pues, vamos a ponernos serios con la Europa League, que este año tiene una pinta como no la recordamos hace mucho, pero que mucho tiempo. Y como además, el resultado del jueves fue lo suficientementebueno como para centrarse un par de semanas en la liga, los ches tienen que aprovechar la inercia positiva, la regularidad en el juego, y lo bien que compiten más allá de sus resultados –el Valencia en liga merece más de lo que tiene- para sacar tajada en los dos próximos compromisos caseros. Y meterse de lleno en la pelea liguera a la que no acaba de engancharse. Yo creo que el Valencia acabará entre los siete primeros al final, pero no es menos cierto que los próximos seis puntos marcan la frontera entre lo posible y lo heroico.
En diez días veremos a cuantos puntos están quinto, sexto y séptimo de la liga, y quien es el próximo rival en la Europa League. Será el momento de centrar esfuerzos, o seguir dividiéndolos. Pero hasta entonces, sigamos soñando. El año empezó de pena pero puede terminar con una gran alegría. Ni siquiera la esperpéntica venta del club –atisbo nuevo y terremótico capitulo la semana entrante- podría enturbiar la ilusión de una final europea. Yo la veo. Cada vez más cerca.

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