JORGE SEGURA. 27/03/2014 Sea porque la dinámica le funciona o por convicción personal, es evidente que él se siente cómodo en esa postura de ataque permanente y que, además, consigue hacer creer a tanta gente que realmente se trata de una posición de defensa...
VALENCIA. Valencia no es tierra de huracanes. Al menos no climatológicos. Eso sí, la ciudad está más que preparada por si meteorológicamente las circunstancias cambiaran en el futuro. Porque desde hace años, es evidente que sí proliferan los 'huracanes' humanos, seguramente más peligrosos incluso que los reales. Desconcertantes, arrolladores, demoledores... capaces de desnudar y devastar aquello que encuentren a su paso. El último es el 'huracán Salvo'.
El presidente del Valencia está desatado. En las últimas 48 horas a punto ha estado de alcanzar una vez más la categoría 5 (máxima en intensidad con la que se cataloga al fenómeno meteorológico), esa que también rozó en su famosa asamblea informativa del pasado 24 de enero, aquella de las cartulinas rojas y verdes. A diferencia de entonces, Salvo ha cambiado el ágora de Mestalla por el espectro televisivo. Dos apariciones en dos programas de audiencia en la ciudad para volver a lanzar mensajes parecidos.
La estrategia en cualquier caso es la misma desde que decidió romper definitivamente con aquellos que le pusieron en el cargo. Hacer público cada uno de sus movimientos interesados, da igual si a través de filtraciones o de proclamas claras y directas. Lo hace además consciente de aquello que más indigna a unamayoría considerable del aficionado de base, por lo que incide en cada discurso: la pertenencia del club a la gente, la unión ante el común enemigo madrileño y llegado el caso, como en aquella asamblea y en las últimas horas, ante el vulgar enemigo periodístico. Ahí es dónde Salvo sabe que más aplausos y vítores provoca. Hay que reconocerle a Amadeo su solvencia mediática, aunque no tenga razón.
Además de sus trajes excesivamente ajustados y esos cuellos de camisa a punto de saltar, me llama la atención la insistente necesidad de Salvo de convertir su discurso respecto a cada punto de desacuerdo en una amenaza. Un personaje capaz de convencer a miles de aficionados con tres premisas tan básicas como las anteriores, no debería necesitar tanta agresividad en otros foros para conseguir (como ayer) una prórroga de un mes para aplazar el pago de la deuda del club y evitar una posible exclusión de competiciones europeas. La amenaza fue presentar un pre-concurso de acreedores y parece claro que funcionó.
Sea porque la dinámica le funciona o por convicción personal, es evidente que él se siente cómodo en esa postura de ataque permanente y que, además, consigue hacer creer a tanta gente que realmente se trata de una posición de defensa. A mí me resulta difícil de entender y de compartir, porque en general nunca me gustó la amenaza, incluso si va revestida de cierta justicia. Es una artimaña que genera crispación constante y que, más pronto que tarde, suele hacer estallar situaciones de complicado equilibrio.
El lento reloj de arena en el que Salvo ha convertido la venta del Valencia sigue descontando granos con parsimonia, pero sin detenerse. Ante tanto contratiempo queda por descubrir, cuando el último grano haya caído del otro lado y el huracán haya desaparecido, si ha quedado en pie alguna de las ofertas fiables y viables para la compra del club. De ser así, habrá que valorar positivamente al valiente dispuesto a mantenerse en un escenario tan hostil. Si por el contrario el huracán arrasa con todo, habrá que ver la capacidad de reconstrucción ante un panorama desolador.
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