No hace ni un año que el Valencia CF se veía en la ineludible obligación de vender a sus dos futbolistas referenciales, David Villa y David Silva, para poder subsistir. Como siempre que se ha traspasado a un jugador emblemático -desde Pesudo a Mendieta, pasando por Juanito Sol- no faltaron exaltados que amenazaron: "¡Cremarem Mestalla!". Las ventas se consumaron y el campo sigue ahí, con los achaques propios de la edad, pero resistiendo. Y, que dure. Salvo algún cernícalo desaforado, de esos que vociferan desde púlpitos minoritarios, la gran mayoría del personal asumió la situación y encajó sin rechistar la marcha inexorable del Guaje y de Silvita. No cabía otra. La caja de Javier Gómez tiritaba.
Hace dos temporadas, se tuvo que recurrir a un préstamo del empresario Eugenio Calabuig, para poder tirar adelante. El equipo médico habitual -o sea, por aquel entonces Bancaixa, no se sabe muy bien qué, ahora - estaba a punto de certificar la muerte financiera del VCF, con el que bordeaba el riesgo máximo de endeudamiento autorizado por la autoridad (in)competente -MAFO para las amistades-. Los restantes bancos no querían ni oir hablar del asunto. Así que la afición tuvo que atarse los machos y conformarse con lo puesto, que no era poco. Pero, en general, imperó el seny. El entorno mediático le vio las orejas al lobo y, salvo algún muecín integrista que fracasó en su llamada a la guerra santa, el clima general fue de calma ante el pánico.
En un par de temporadas, la UEFA excluirá de sus competiciones a los clubs que no estén económicamente saneados. Es decir que el Valencia de Rami, Gameiro -¡uy, perdón!- y demás craks, llegados o por venir, se quedará a la sombra del Micalet, sin poder entrar en Champions, por muchas estrellas que haya adquirido, si antes no sanea sus cuentas. No está, por tanto, el horno futbolístico en general, para despilfarros, ni el VCF en concreto, para bromas.
Se impone la contención, el sentido común, en el club y también en su entorno. Se precisa una gran dosis de cordura por parte de esos medios de comunicación que tan fácilmente se olvidan de los recientes tiempos de penuria y vienen demandando una inversión en fichajes imposible de materializar. No se puede estar durante meses vendiendo cabras, ni reclamando carnaza con la que contentar a las fieras, dicho sea en referencia a los vendedores de la mercancía, que no a su clientela. Al fin y al cabo, ésta no es demasiado exigente y se conforma con poco.
Desde enero, cuando se cerró el mercado de invierno, asistimos a un contínuo goteo de nombres de jugadores a contratar. Y dentro de nada, cuando acabe el verano, empezará de nuevo el rosario de posibles -o imposibles, no importa- adquisiciones, con vistas a la próxima Navidad. En esa atmósfera de demanda opresiva, dificilmente puede subsistir el VCF. Y quienes crean que ese incesante mercadeo, auténtico o falso, les proporciona oxígeno entre sus parroquianos, no sólo se equivocan, sino que corren el riesgo de que el club sufra un descalabro. Lo cual supondría también el derrumbe de sus garitos. Ojo.
http://www.levante-emv.com/deportes/2011/06/14/flaca-memoria/815761.html
Hace dos temporadas, se tuvo que recurrir a un préstamo del empresario Eugenio Calabuig, para poder tirar adelante. El equipo médico habitual -o sea, por aquel entonces Bancaixa, no se sabe muy bien qué, ahora - estaba a punto de certificar la muerte financiera del VCF, con el que bordeaba el riesgo máximo de endeudamiento autorizado por la autoridad (in)competente -MAFO para las amistades-. Los restantes bancos no querían ni oir hablar del asunto. Así que la afición tuvo que atarse los machos y conformarse con lo puesto, que no era poco. Pero, en general, imperó el seny. El entorno mediático le vio las orejas al lobo y, salvo algún muecín integrista que fracasó en su llamada a la guerra santa, el clima general fue de calma ante el pánico.
En un par de temporadas, la UEFA excluirá de sus competiciones a los clubs que no estén económicamente saneados. Es decir que el Valencia de Rami, Gameiro -¡uy, perdón!- y demás craks, llegados o por venir, se quedará a la sombra del Micalet, sin poder entrar en Champions, por muchas estrellas que haya adquirido, si antes no sanea sus cuentas. No está, por tanto, el horno futbolístico en general, para despilfarros, ni el VCF en concreto, para bromas.
Se impone la contención, el sentido común, en el club y también en su entorno. Se precisa una gran dosis de cordura por parte de esos medios de comunicación que tan fácilmente se olvidan de los recientes tiempos de penuria y vienen demandando una inversión en fichajes imposible de materializar. No se puede estar durante meses vendiendo cabras, ni reclamando carnaza con la que contentar a las fieras, dicho sea en referencia a los vendedores de la mercancía, que no a su clientela. Al fin y al cabo, ésta no es demasiado exigente y se conforma con poco.
Desde enero, cuando se cerró el mercado de invierno, asistimos a un contínuo goteo de nombres de jugadores a contratar. Y dentro de nada, cuando acabe el verano, empezará de nuevo el rosario de posibles -o imposibles, no importa- adquisiciones, con vistas a la próxima Navidad. En esa atmósfera de demanda opresiva, dificilmente puede subsistir el VCF. Y quienes crean que ese incesante mercadeo, auténtico o falso, les proporciona oxígeno entre sus parroquianos, no sólo se equivocan, sino que corren el riesgo de que el club sufra un descalabro. Lo cual supondría también el derrumbe de sus garitos. Ojo.
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