Sin realizar un gran trabajo, más bien poco, el Valencia había solventado la primera parte cómodamente. Entonces, no tuvo más que sacar provecho a su mejor y más amplio catálogo de recursos, nada que ver con las limitaciones con las que Osasuna se plantó en el campo. Normal que el conjunto navarro sea el peor visitante de la Liga, pensaron casi todos. Nadie entonces pensaba en el giro radical que daría el partido en la segunda parte. Empeñado en buscar a Pandiani, en el ocaso de su carrera, el Osasuna practicó un fútbol demasiado predecible antes del descanso.
El Valencia exhibió otra etiqueta. La de un equipo más fino y armonioso, y con más gol. Comparado con su rival de anoche, jugó el primer tiempo en otra dimensión. Todo le resultó entonces más fácil, gracias a su mayor poder ofensivo. Una internada de Mata, que se movió como una avispa entre las lineas rojillas, le sirvió a Soldado para inaugurar el marcador. Fue en la tercera tentativa del delantero, hiperactivo en el arranque del partido, igual que Mata, que arrastró a más de media defensa antes de asistir a su compañero. El gol sólo hizo que certificar la superioridad global del equipo de Emery, nada que ver con el pobre poder intimidatorio navarro. Salvo algún latigazo de Juanfran, un excelente interior que puso en algunos apuros a Jordi Alba, y la verticalidad de Masoud, la defensa blanquinegra se mantuvo tranquila. El escenario perfecto para Stankevicius, que, en plena progresión, se dispuso a disfrutar de la noche.
El Valencia hizo lo justo para llevarse el partido a su terreno: Salir con velocidad con la pelota y marear a la defensa con los rápidos movimientos de sus cornetas. En el segundo gol se valió, sin embargo, de un valor que cotiza al alza en la pizarra de Emery: Una jugada de estrategia, al saque de un córner, que culminó Stankevicius con un misil desde el centro del área. El árbitro, con un criterio muy razonable, dio la ley de ventaja tras haber sido derribado Mata. El partido se dirigía al descanso sin sobresaltos para el Valencia. Todo estaba bajo control, hasta que el Osasuna sacó provecho a una de sus escasas virtudes: Su poderío en el juego aéreo. El centro de Masoud desde la izquierda fue rematado, a medias, entre Ricardo Costa y Soriano, de forma que el balón voló como un globo hasta la portería pese a la estirada de César, muy poco afortunado en la acción. El susto sólo duró un instante, insuficiente para provocar taquicardias en la grada. El tercer gol, al filo del descanso, llegó en otra jugada a balón parado. Esta vez fue Aduriz, tan listo en este tipo de acciones, el que recogió en el primer palo el lanzamiento de Joaquín desde la esquina.
Con 3-1 y el partido claramente decantado hacia el lado del Valencia, muy pocos hubiesen apostado por una segunda parte tan apretada. No es de extrañar, conociendo la fuerte personalidad de Camacho, que ordenó a su equipo mayor agresividad. Mucho más vigoroso, el Osasuna dio un paso adelante sobre el césped y en antes del cuarto de hora recortó distancias, en una jugada en la que César, que salió a destiempo, acentuó el debate originado en la portería.
El Osasuna se reenganchó al partido ante un Valencia que entró en un inexplicable proceso de involución. Apenas pudo armar algún contragolpe peligroso ante un rival que cada vez tuvo más fe en el empate. Quién lo hubiera dicho en la primera parte. Camacho se animó desde el banquillo y ordenó zafarrancho de combate con la entrada de Aranda y Leka, dos gigantones con los que aprovechar su fútbol por alto. Bingo. La jugada le salió perfecta. Primero, Leka hizo carambola con los dos postes cuando el Valencia se desmembraba claramente por el camino y Banega se retiraba, entre pitos, por su falta de compromiso.
Sin la esperada reacción de la grada, ni siquiera con la entrada de aire fresco como Xisco y Pablo en el campo, Aranda alcanzó el empate al aprovechar un rechace de César, con un regreso accidentado Peor estuvo la defensa, con una segunda parte desastrosa, cuando hasta seis futbolistas tenían la misión de proteger la portería. El equipo se había metido atrás y pasó lo que tenía que pasar.
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