Vicente Guaita sólo tenía cinco años y su universo infantil le planteaba ocupaciones sin duda más atractivas que ver los resúmenes dominicales de la Liga española. Aquel 24 de mayo de 1992 loaban las televisiones el enésimo paseo del Dream Team de Johan Cruyff. La última víctima del campeón de Europa era el Valladolid y su debutante portero, un desconocido César Sánchez que entró en el campo con un indecoroso 0-3 en el marcador y encajó otros tres goles más en su estreno en Primera División.
El entonces anónimo arquero supo sobreponerse a la brutal tarascada, dando muestras de la que acabaría siendo su gran virtud: la hombría para incorporarse del suelo cada vez que los hados se conjuraran contra él. Fiel a ese guión vital, se volvió a levantar después de que una inoportuna lesión en plena final de la Champions le rompiera los sueños en el Real Madrid. También cuando un cruel descenso le obligó a abandonar La Romareda, estadio que aún añora sus grandes tardes de gloria. Sobrevivió al azaroso tránsito por el Tottenham y ahora ha sabido renacer en Valencia.
César es un portero descomunal, pero a los 39 años se cruza en su camino el crío que en 1992 no quiso ni mirar el televisor. Como le sucediera al extremeño en aquel desgraciado minuto 67 de la final de Hampden Park, el relevo generacional llama a su puerta tras una infortunada lesión. El Iker Casillas de entonces se llama ahora Vicente Guaita. No hay vuelta de hoja. Emery tiene en sus manos la posibilidad de rejuvenecer en 16 años la portería del Valencia, de robarle de un plumazo las patas de gallo.
Al joven torrentino nadie le ha regalado nada. La obstinación con la que el técnico vasco se negó a brindarle el pasado verano una nueva cesión rompió los esquemas de un deportista cuyo mayor anhelo era jugar. En su casa o lejos de ella. Ojalá Fernandes, por ejemplo, sintiera las mismas cosquillas en el estómago. Guaita se quedó a regañadientes, con esa misma incertidumbre con la que encajó su exclusión de las convocatorias después de que Moyà le ganara la mano en la lucha por ser la sombra de César.
Pero reza el adagio que Dios escribe recto con renglones torcidos. Y así ha ocurrido en el caso de la portería valencianista. El destino ha sido despiadado con el mallorquín. La lesión del indiscutible titular le dio la oportunidad de su vida y en el momento más inoportuno, cuando merecía heredar las manoplas del ídolo caído, la carroza se le ha convertido otra vez en calabaza.
La desdicha de Moyà es la fortuna de Guaita. Héroe por accidente, el canterano ha sabido aprovechar su insospechada oportunidad. Contra todo pronóstico, salió indemne del Santiago Bernabéu y fue un titán en Old Trafford. Dos templos del fútbol lo bendicen como portero titular del Valencia, a pesar de que César volverá a levantarse del suelo en otro alarde de profesionalidad. Es lo que ha hecho toda su vida. Pero ahora debe asumir que en términos de rentabilidad la juventud no tiene precio. Y ha de hacerlo con la misma entereza con la que Moyà tiene que aceptar que el futuro es patrimonio de los tipos con suerte. Como Guaita.
http://firmas.lasprovincias.es/antoniobadillo/guaita-merece-seguir-en-la-porteria/
No hay comentarios:
Publicar un comentario