El consejo no hace ninguna manifestación pública respecto al nuevo panorama social y espera a la reunión de mañana para pronunciarse
REDACCIÓN | VALENCIA..-
La anulación del aval del Consell, con el consiguiente vuelco del plano accionarial, cayó ayer como una bomba en el Valencia. De puertas afuera se articuló un discurso monocorde, sin estridencias, fiel al «no pasa nada, todo sigue igual». Sin embargo, Llorente y sus allegados analizaron con detenimiento una sentencia que siembra de nuevos interrogantes el futuro. El presidente la estudió concienzudamente por la mañana y por la tarde se fue a Madrid a una reunión de la junta directiva de la Federación.
Con la Generalitat al mando, el club tenía a favor el respaldo que dan tanto la cercanía como el peso social de la entidad. Ahora las decisiones se toman desde Madrid, por un banco fiscalizado hasta el límite y obligado a sanear sus cuentas. Será, en cualquier caso, mañana cuando los consejeros hablen detenidamente de esta cuestión, porque ese día hay reunión. La cita estaba prevista de antemano.
Que Bankia tome las riendas del club no es algo nuevo para el Valencia. Y sobre todo para sus actuales dirigentes. No en vano, fue José Luis Olivas, presidente de Bancaja, quien colocó al frente de la sociedad a Llorente, después de que su apuesta inicial por Javier Gómez no hubiera disipado los temores a un concurso de acreedores lesivo para el banco.
En cierto modo, se vuelve a aquella situación, con la diferencia de que entonces la entidad financiera era simplemente acreedor y ahora a esa condición añade la de prestamista y propietario de facto. Aun así, desde el Valencia se trataba de transmitir ayer un soplo de optimismo, al entender que club y banco comparten intereses. Si antes el futuro pasaba por la búsqueda de un inversor dispuesto a comprar la entidad, ahora todavía más. Pero en la cúpula de Mestalla existe el convencimiento de que Bankia no puede dejar caer al Valencia, debilitarlo deportivamente para obtener ingresos rápidos, sino que le conviene ponerlo en valor como reclamo.
En cualquier caso, las consecuencias de la sentencia todavía están por ver. Difícilmente un inversor dará el paso de formalizar una oferta por el Valencia hasta venir a la ciudad y tener en sus manos una 'due diligence' que le permita conocer la situación real. Ahora esa transparencia es una utopía.
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