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martes, 12 de marzo de 2013

¡Oh capitán, mi capitán! (Banega)



J. V. Aleixandre
El personal aún sigue perplejo por la decisión adoptada en San Mamés de entregarle el brazalete de capitán del Valencia a un tipo tan estrambótico, discutible y polémico como es Ever Banega. La capitanía de un equipo de futbol la desempeña, tradicionalmente, el jugador más veterano de laplantilla, al que se le suponen unos atributos de liderazgo, responsabilidad y conocimientos propios de su experiencia. Hay notables excepciones a esta norma, si el entrenador considera que por su posición en el campo, o por su incuestionable carisma, un jugador más joven es más indicado para desempeñar el oficio y se convierte en la prolongación del técnico sobre el campo. También, en algunas ocasiones, se accede al puesto por elección de la plantilla, que suele votar a un compañero que reuna las características descritas. En cualquier caso, el cargo comporta un compromiso de ejemplaridad con el vestuario y supone un honor para quien lo ostenta.
En el caso del Valencia CF, la condición de capitán viene avalada por la lista de nombres ejemplares que la han ostentado a lo largo de la historia. Desde la época fundacional, con Eduardo Cubells, muchos de sus inolvidables sucesores son toda una referencia en la vida del club: Juan Ramón, Salvador Monzó, Sendra, Roberto Gil, Pepe Claramunt, Ricardo Arias, Gaizka Mendieta... hasta llegar al actual, David Albelda. Es decir, la capitanía no se obtiene en una rifa, se gana por méritos propios, entre los que se valora el de ser valenciano, aunque haya honrosas excepciones extranjeras, como Mario Kempes.
La capitanía tiene, además, un componente cívico -ahí están Puyol o Casillas como ejemplos-que de ninguna manera aporta Banega. No constan los méritos que ha contraído el argentino para lucir la senyera en su brazo. Al contario; su trayectoria, desde antes de aterrizar en Mestalla, es un memorial de despropósitos y está jalonada de extravagancias a cual más chirriante. No se trata de impartir moralina barata. Se trata de honrar la historia del club, de hacer gala de profesionalidad, de reunir los requisitos mínimos para representar al VCF, de tener el talante adecuado para ser el interlocutor ante el árbitro sin correr riesgos innecesarios, de liderar al grupo. Banega no encaja en ese perfil, jamás será Abraham Lincoln -"¡Oh capitán, mi capitán!"-, ni inspirará esos versos de Walt Whitman. ni, mucho menos, pertenecerá al Club de los poetas muertos. No le admitirían. Él es un prosáico. Y lo suyo es mucho más pedestre.
Por eso extraña este desliz en un técnico tan riguroso y detallista como Ernesto Valverde. Banega de capitán suena a excentricidad, a despropósito, a chiste de mal gusto. Y si hubo que recurrir a él porque otros compañeros renunciaron a ostentar el brazalete, el club debería de facilitar sus nombres. Para que la afición sepa a qué atenerse.

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