Los patronos comparten el fondo del mensaje del dirigente blanquinegro, pero rechazan ir a una guerra pese a que aún defienden que era posible la refinanciación El presidente de la Fundación mantiene su vocación de consenso con Bankia
M. RODRÍGUEZ/A. BADILLO | VALENCIA..-
M. RODRÍGUEZ/A. BADILLO | VALENCIA..-
Si Amadeo Salvo persiste en su intención de ir a la guerra contra Bankia, deberá hacerlo solo. Aurelio Martínez se ha comprometido a guardar silencio y cumplirá su promesa hasta mañana, fecha en que se reúne el patronato de la Fundación. Pero la decisión que aguarda todo el valencianismo ya está madura. Aunque comparte en su esencia el mensaje del presidente del club, el economista descarta ahora mismo cualquier confrontación con la entidad financiera. Acepta el proceso de venta del que reniega Salvo, cree en la negociación por encima del conflicto y, en definitiva, no está dispuesto a poner piedras en el camino de Bankia.
No sólo él piensa así. El núcleo duro de la Fundación, que conoció los pormenores de la asamblea informativa el mismo viernes por la mañana en una reunión informal, comulga con la tesis de Aurelio Martínez. Bankia no saldría bien parada de cualquier encuesta de popularidad entre los patronos, que insisten en que la refinanciación de los créditos del club y su máximo accionista era y sigue siendo perfectamente viable de acuerdo con las previsiones de ingresos vinculados a la venta de abonos. Sin embargo, el sentir generalizado es que los tiempos de batallar concluyeron el mismo día en que el banco anunció la voluntad firme de vender el Valencia.
Queda ahora por ver cómo ejecuta el diplomático Aurelio Martínez su decisión de desmarcarse del mensaje bélico de Amadeo Salvo. En realidad lleva ya casi dos meses intentando salirse de la foto, los transcurridos entre el golpe en la mesa del 4 de diciembre, en puertas de conocer a Peter Lim («Bankia tiene interés en quitarse el muerto de encima, le gustaría que alguien le vendiera el club pero no lo va a encontrar», dijo entonces), y su reaparición como garante de un proceso ecuánime, que sacie el hambre del acreedor sin dejar malparado al deudor.
No son pocas las voces que a lo largo de este tiempo han hablado de un enrarecimiento de la relación entre ambos, precisamente por sus diferentes puntos de vista sobre la forma en que debe gestionarse la venta del Valencia. Los dos niegan de forma contundente, en público y en privado, las grietas en el trato personal, pero no ayuda a sostener esa tesis el roce que protagonizaron en Madrid tras la última cumbre con Bankia y el Consell, mientras el equipo se encontraba concentrado en Málaga. Salvo, herido al comprobar cómo el acreedor le embargaba hasta la más mínima información, ya esbozó aquel día la postura beligerante que desembocaría en la asamblea del pasado viernes, reprochando a su socio en la Fundación que no se mostrase igual de combativo que él. Allí quedaron claras las dos posturas que mañana cruzarán sus caminos en el patronato: el 'no pasarán' de Salvo frente a la voluntad de consenso que propugna Aurelio Martínez.
La última carta
Esta es ya la única carta que queda por mostrar dentro de la partida de póquer en que se ha convertido el Valencia. Con la Fundación dispuesta a respaldarle en el fondo pero no en las formas, el Consell molesto por una andanada que no esperaba y Bankia rumiando su indignación en silencio, a Salvo sólo parece quedarle la vía de morir matando. No está solo, ya que los casi siete mil valencianistas que acudieron a su llamada respaldan el toque de corneta presidencial, pero sin una Fundación dispuesta a reventar el proceso de venta poca resistencia podrá oponer ante los planes de Bankia.
Una decisión personal
Era en cualquier caso un riesgo que entraba dentro de los cálculos de Amadeo Salvo. De hecho, la comparecencia ante la afición ha sido en todo momento una iniciativa absolutamente personal. Hace tiempo que nadie guía los movimientos del gestor blanquinegro, excepto su mano derecha para la expansión comercial del club, el director general de marketing Luis Vicente Douwens. Sobre el césped de Mestalla, Salvo compartió tarima con todos los integrantes de su consejo de administración, pero eso tampoco significa que hubiera consenso dentro del grupo.
Ni siquiera los más estrechos colaboradores del empresario sabían en que iba a consistir su discurso, pues únicamente había trasladado al club las cuatro consignas básicas en materia logística: un atril, dos pantallas gigantes de televisión, cartulinas verdes y rojas... y poco más. Aunque se ha conseguido trasladar una imagen de completa impermeabilidad, de cohesión entre los responsables del club, existía antes del acto entre los más estrechos colaboradores de Salvo preocupación por el cariz que pudieran tomar los acontecimientos, miedo a que alguien les pudiera acusar de agitadores sociales, intranquilidad fruto del desconocimiento respecto a lo que el jefe se traía entre manos. Y al margen de todo ello, la convicción de que ésta es ya la cruzada de Amadeo Salvo, a quien flanquearon sus compañeros de junta, pero no la Fundación. Todo un indicio de lo que está por venir.
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