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domingo, 26 de enero de 2014

El gran fracaso

SALVA FOLGADO.  A esta situación de venta se ha llegado por el fracaso de todos los presidentes desde la ruidosa y ruinosa irrupción de Paco Roig


VALENCIA
Ahora que la situación del Valencia da más miedo que el peinado de Oriol Romeu. Ahora que todo el mundo tiene prisa por conocer a quién le entregará Bankia las llaves del reino de Mestalla. Ahora que hay un magnate de Singapur con sus amiguetes habituales Jorge Mendes, Peter Kenyon y ¿Louis Douwens? con una oferta para comprar el club. Ahora que siguen ocultos y amparados en las sombras de la confidencialidad de un banco otros potenciales compradores que no sabemos todavía qué esconden. Ahora que un presidente, que se resiste a dejar de serlo, convoca al valencianismo a una asamblea para hacer campaña, sin reconocer que está en campaña pero utilizando las instalaciones y los recursos del club para hacerla. Ahora que otro presidente, que ya es pasado y rancio, vuelve a pasar por los juzgados y dice que su gestión es impecable pero fue un fracaso. Ahora que partidarios de unos y otros se enzarzan desde sus trincheras. Ahora que se reparten carnés de valencianismo. Ahora que un banco, que antes pagaba todos los excesos del poder y ahora está en venta, tiene en sus manos el futuro del Valencia CF. Ahora que...
El sábado lo vi por la tele en el Emirates y me pregunté por qué no aparecen tipos cuerdos y sensatos como él en Mestalla. No habría tanta locura como la que nos golpea estos días. Si Aurelio Martínez dijo una vez, armado con un power point, que el Valencia podría ser como el Borussia Dortmund, digo yo, pero sin power point, que me gustaría que fuese como el Arsenal. Como el Arsenal de Wenger. No sé si será el ejemplo idóneo pero esto es personal y yo tengo predilección por el flaco que comanda a los gunners.
Porque en la Premier, paraíso de clubes con propietarios multimillonarios, el ejemplo a seguir de club bien administrado podría ser el de Arsene Wenger. El entrenador francés -que participa en la administración de las finanzas del club con tanta moderación que a veces llega a desesperar- en lugar de lanzarse a despilfarrar libras, siempre ha sido partidario del ahorro y de competir, frente a jeques y magnates millonarios, tirando de cantera y del descubrimiento de nuevos talentos.
En julio de 2006 el Arsenal inauguró el Emirates Stadium, el tercer estadio más grande de Inglaterra y el segundo con mayor capacidad -60.000 espectadores- de Londres. Levantar su nueva casa y mudarse desde el distrito de Highbury iba a ser costoso pero Wenger dio su voto para acabar el campo, pese a que ello provocara que se debilitase el potencial de su plantilla y eso jugase, además, en contra de su credibilidad como entrenador.
Arsene Wenger empezó a afrancesar el Arsenal en 1996. Desde ese momento ha ganado tres ligas y cuatro copas de Inglaterra. No gana un título desde mayo de 2004 pero sigue siendo el mánager. La fidelidad que los gunners habían depositado en él -que flaqueó la temporada pasada hasta el extremo de que la prensa inglesa y parte de la afición apostaban por su dimisión o por su destitución- vuelve hoy a recuperar fans con el equipo instalado en la cima de la Premier por delante de los millones del jeque del Manchester City y del magnate del Chelsea.
La sequía que ha impedido al Arsenal ganar títulos en las últimas nueve temporadas se debe a la venta de talentos como Henry, Cesc o Van Persie y a la falta de respuesta, hasta ahora, de jugadores como Wilshere. Pero también se debe, en gran parte, a las restricciones financieras que se impuso el Arsenal para sacarse de encima la deuda generada por la construcción del Emirates. O equipo o estadio. Esa era la cuestión. Y se apostó por el estadio, que hoy genera muchas libras que se invierten en la plantilla. Unas restricciones que han empezado a esfumarse este verano con el fichaje de Mesut Özil a cambio de 45 millones de euros.
Antes de que finalizara el año pasado Wenger compareció ante la junta de accionistas de la entidad para comunicar su hoja de ruta. Nada nuevo. La de siempre. Tres pilares: trabajar en el desarrollo de la cantera; cazar jugadores desconocidos por todo el planeta con potencial para llegar a convertirse en grandes figuras, gracias a la amplia e imitada red de ojeadores que creó el técnico; y utilizar los crecientes recursos que genera el nuevo estadio para fichar jugadores consagrados.

En el Valencia no ha habido ningún presidente con la capacidad de gestión de Wenger. Y también han tenido recursos. Pero los han dilapidado. Que aquí no sólo se ha administrado miseria. A esta situación de venta se ha llegado por el fracaso de todos los presidentes desde la ruidosa y ruinosa irrupción de Paco Roig. Unos, con un grado mayor de descalabro y hundimiento como el propio Roig, Juan Soler y Manuel Llorente -que siempre ha estado presente, igual que Varys o Meñique en Juego de Tronos- y otros, con un grado menor como Vicente Soriano o Amadeo Salvo. Y, claro, por encima de todos, dos entes: el gobierno autonómico, siempre medrando porque concibe el valencianismo como una gran bolsa de votos, y un banco, que antes era valenciano, después madrileño y que ahora también se vende. Todos han colaborado. Todos han fracasado: gobierno autonómico, banco y presidentes. El Valencia se vende. Ese es el gran fracaso colectivo. Veremos que nos depara Tomorrowland.

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